Lamiae Abassi, la voz de los migrantes tutelados: “Estos jóvenes tienen todas las puertas cerradas”
Al cumplir la mayoría de edad, y tras pasar su adolescencia en un centro de menores de la Generalitat, Lamiae Abassi tuvo que hacerse cargo de su vida. En los pocos pisos para extutelados que hay en Barcelona no había entonces plazas para ella y tuvo que pedir techo a sus amigas. Dejó de tener de un día para otro a los educadores que la ayudaban con el papeleo. “¿Ahora imagínate esto pero sin papeles y sin hablar castellano. ¿Qué puedes hacer?”, se pregunta esta joven de 21 años.
Ella no ha sido Menor Extranjera No Acompañada (MENA): nació en Catalunya de madre marroquí y padre argelino. Pero pocos como ella conocen las dificultades a las que se enfrentan los jóvenes que llegan a España sin referentes familiares. Como ellos, ha pasado por un sistema de protección de menores que “no gusta a nadie”. Y además, desde hace más de un año se ha dedicado a ayudar en su barrio a los extutelados que se veían en la calle tras salir de los centros. En el Pou de la Figuera, la plaza del Born que la ha visto crecer, se juntan varios de estos chicos.
“Desde pequeña, cuando alguien nuevo llega al barrio me gusta acercarme a él, y más aún las condiciones duras que sufren, la persecución policial, la presencia de menores…”. Así empezó Abassi, con su amiga Iman, a organizar actividades, muchas veces partidos de fútbol, con unos jóvenes que para muchos vecinos no eran más que chicos de la calle. “Los hay que van entrando y saliendo de centros, otros están en contacto con educadores, y en la mayoría de casos está la excusa de la Administración de que son ellos los que no se dejan ayudar”, lamenta esta joven, que empezó hace unos años un Grado Superior Integración Social pero ahora lo tiene parado mientra busca trabajo.
En esos primeros encuentros se empezó a gestar la idea de crear una asociación de jóvenes migrantes extutelados, los Ex-Menas, para que tuviesen voz en un debate público que les vinculaba por entonces con el aumento de la criminalidad en Barcelona o con el consumo de drogas. “Ya basta de hablar de nosotros sin nosotros”, reclamaban hace un año.
Desde entonces, con Abassi como portavoz, el colectivo ha abanderado la respuesta a los ataques racistas a varios centros de acogida en Catalunya, a los mensajes de campaña electoral contra estos menores e incluso al suicidio de un joven expulsado de un centro de la Generalitat tras ser considerado mayor de edad. Este activismo le ha valido el premio Desalambre a la activista del año, entre otros reconocimientos.
“Hemos tenido la voz que pedíamos y por ello estamos felices, pero el problema es que no se nota. Nos hemos reunido con muchas entidades e instituciones pero pocas veces hemos recibido una segunda llamada”, se queja esta joven, que ve cómo mientras tanto han crecido los discursos discriminatorios contra los inmigrantes, a menudo dirigidos por parte de Vox hacia los menores de edad. “El racismo siempre ha estado ahí y seguirá estando, pero lo que me preocupa es que mucha gente se deja llevar por voces como las de la extrema derecha”, expresa.
Sobre el rechazo a los menores migrantes, Abassi fue la encargada de leer el manifiesto contra el asalto a un centro de menores en Castelldefels. Lo hizo entre abucheos de una parte de los vecinos. Luego vendrían sucesos parecidos en Masnou o Canet de Mar. “Cuando leo las razones de estas manifestaciones es básicamente que los hijos de los vecinos tienen miedo de que les pase algo… ¡pero si quien lo pasa peor son menores! Es ignorancia y racismo. No nos quieren”, sentencia.
“A los 18 nadie está capacitado para vivir solo”
Aunque en los últimos meses se han convertido en la voz de los menores migrantes, esta asociación nació sobre todo para exigir más oportunidades para los jóvenes extranjeros que salen de los centros de menores con 18 años. La saturación del sistema de acogida con la llegada récord de adolescentes solos -de 370 en 2015 a 3.650 en 2018- se ha trasladado a los recursos para los extutelados. Las plazas en pisos están siempre llenas y, para más inri, a menudo los que llegan con 16 o 17 años acaban cumpliendo la mayoría de edad sin haber regularizado su situación.
“A los 18 años nadie está capacitado para vivir solo, y menos si estás en un país desconocido”, insiste Abassi, que al ver cómo muchos de estos jóvenes acaban en la calle incluso entiende que se dediquen a pequeños hurtos para subsistir. “Es preocupante, pero es que están sobreviviendo”, asegura.
Para esta joven, dar papeles de residencia y trabajo a todos los jóvenes extranjeros sería mucho más efectivo que combatir la criminalidad de algunos de ellos con dispositivos policiales. “Estos jóvenes tienen todas las puertas se les cierran: por cómo van vestidos, por no hablar el idioma, por no tener papeles... Parece que no quieran una solución”, denuncia. Con todo, algunas cosas han cambiado en el último año: el Parlament de Catalunya aprobó que todos los extutelados puedan acceder a una prestación de 664 euros hasta los 23 años si siguen un plan de trabajo.
En las últimas semanas, la asociación se ha centrado en denunciar la existencia de pruebas médicas de edad para todos aquellos jóvenes que llegan a España sin referentes familiares ni documentación. Un chico guineano, Omar Diallo, se quitó la vida pocos días después de que este test, que solicita la Fiscalía pese que la ONU lo rechaza, decretase que tenía más de 18 años. “Es una prueba que no es 100% fiable, muchos compañeros me han dicho que con ellos no acertó. Simplemente no tienen derecho a hacerlo”, reivindica Abassi.