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“La nueva Lesbos”: Grecia trata de acelerar los traslados desde el campo de Samos, con 4.000 refugiados atrapados

Un niño refugiado se sube a una valla en su centro de detención.

Helena Smith

The Guardian —

Las autoridades griegas están buscando urgentemente un lugar para las casi 4.000 personas que viven hacinadas en el campo de refugiados de Samos, mientras las organizaciones humanitarias hablan de “desastre humanitario” en la isla, uno de los frentes olvidados de Europa.

El ministro griego de Migraciones, Dimitris Vitsas, llamó a la isla la “nueva Lesbos” y dijo que el Gobierno corría una carrera contrarreloj para alojar de forma adecuada al creciente número de personas atrapadas en Samos, donde la población es seis veces mayor a la capacidad del campamento. “Samos es nuestro problema principal, el flujo es constante y los traficantes, al parecer, siempre están un paso más allá”, dijo Vitsas durante una entrevista al periódico The Guardian en su oficina de Atenas. “El campamento está muy superpoblado, con todos los problemas que eso conlleva; tengo que sacar cuanto antes al menos a 2.000 personas”.

Como hicieron en 2015 con Lesbos, que en aquel año clave de la crisis de refugiados recibió a más de un millón de personas, las redes de contrabandistas han puesto ahora su mirada en esta isla del Egeo oriental, a menos de dos kilómetros de la costa turca. Pero a diferencia de otras islas, en Samos el único campo de refugiados que hay está cerca de Vathy, capital y puerto de la isla. En medio de montañas de basura, una cantidad innumerable de refugios y tiendas de campaña caen como en cascada sobre las colinas en torno a la ciudad.

Cada día, nuevas barcas con recién llegados contribuyen al crecimiento de esta comunidad de personas, obligadas a soportar unas condiciones que, como dijo esta semana el grupo de Apoyo a los Refugiados del Egeo, ya “han llegado al límite”.

Según datos de la Agencia de Naciones Unidas para los refugiados (Acnur), el desborde es tan grande que más de 1.500 personas viven en tiendas sin calefacción y refugios fuera del campamento. Se estima que hay un 24% de niños. De ellos, 229 pertenecen al grupo de los no acompañados.

Para agravar aún más las cosas, el campamento solo cuenta con un médico designado por el Estado y los médicos son fundamentales para tramitar la solicitud de asilo: de ellos es la responsabilidad de evaluar la vulnerabilidad de cada persona.

Asilo es lo que pide la gran mayoría de los 15.150 refugiados registrados hoy en cinco islas griegas del Egeo, convertidas en jaulas de contención desde que en marzo de 2016 la Unión Europea firmó su polémico acuerdo con Turquía para frenar los flujos migratorios. De acuerdo con la regulación europea, las solicitudes de asilo deben tramitarse en el lugar en el que inmigrantes y refugiados ponen pie en Europa por primera vez.

Según Vitsas, “como no hay suficientes médicos es imposible saber cuántos necesitan protección y deberían ser trasladados al continente”. El ministro aseguró que a finales de mes habrá al menos otros dos médicos en la isla.

Protestas por las condiciones de vida

Incluso en medio del invierno, la belleza de Samos es impresionante. Sus exuberantes colinas cubiertas de pinos tienen una suavidad difícil de encontrar en otras islas más escarpadas y con menos árboles. Pero de poco le sirve esa belleza a las mujeres, hombres y niños que, cada vez más desesperados, llegan a la isla arriesgando sus vidas.

Las condiciones en Samos han llegado a un extremo tan grave que en enero un grupo de más de 500 migrantes procedentes de países de África se manifestó en la capital de la isla. “Samos no está bien”, cantaban. Su protesta se sumaba a las presiones que hay sobre el Gobierno de izquierdas de Syriza en Atenas para que los migrantes sean trasladados al continente.

“Esta es la realidad”, dijo el portavoz de Acnur en Atenas, Boris Cheshirkov, mientras pasaba en su móvil fotos de niños caminando descalzos entre la basura y de tiendas de campaña en lugares que parecen letrinas al aire libre. “Es muy complicado, hay que ocuparse ya”.

En un ambiente cada vez más explosivo, la población local de Samos organizó a principios de este mes una huelga de 24 horas, lo que se llamó un “pedido dramático” al Gobierno central para que haga algo. El racismo y los ataques xenófobos van en aumento.

En otro informe, el Consejo de Europa se quejó este martes de las condiciones en los campos de detención de la Policía griega, donde es común la brutalidad contra migrantes y refugiados.

Nada de esto se le escapa a Vitsas, un crítico observador de lo que se ha venido en llamar la 'Fortaleza Europa'. Como otros políticos de izquierda, Vitsas cree que se podía haber hecho mucho más para apoyar el desarrollo y aliviar la pobreza en países de los que ahora huyen tantos buscando una vida mejor. “Grecia no necesita dinero, lo que necesita es solidaridad, y eso significa compartir el trabajo y la responsabilidad de recibir a los refugiados”.

Sin esa política, dijo, las fuerzas más oscuras detrás del extremismo de derecha crecerán en las elecciones europeas de mayo. “Es vital que la UE redacte un nuevo plan de reubicación para que todos sus Estados miembro, y no solo los de primera recepción como nosotros, acojan a los solicitantes de asilo; no está bien que solo logremos la unión cuando se trata de asuntos financieros, pero no cuando hablamos de solidaridad en temas migratorios”.

Aumentan las llegadas

Pese al frío penetrante, a los agitados mares y a los fuertes vientos que periódicamente azotan a Grecia en los inviernos, el flujo de migrantes no se ha detenido en estos meses. A diferencia de Italia, donde se registró un descenso significativo de las llegadas por mar, el número de personas que alcanzaron las costas griegas pasó de 36.310 en 2017 a 50.511 en 2018, de acuerdo con los datos de Naciones Unidas.

El año pasado, las llegadas por la frontera de tierra con Turquía se dispararon un 284%. Ese es el motivo por el que las autoridades griegas se están apresurando a sumar otros dos campamentos de refugiados a los 26 que ya hay en el continente.

Pero con una burocracia caótica y duramente golpeada por la larga crisis económica griega, Vitsas argumentó que el país no tenía demasiado margen para manejar lo que cada vez más parece una crisis de refugiados silenciada. “Todas las simulaciones que hemos hecho muestran que no podemos procesar más de 20.000 solicitudes de asilo al año, ni integrar adecuadamente en la sociedad a más de 12.000 refugiados, teniendo en cuenta que el 18% de nuestra propia población sigue sin trabajo”.

Traducido por Francisco de Zárate

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