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Las ONG aplauden el dispositivo de acogida de los migrantes del Aquarius y piden al Gobierno que lo mantenga en el futuro

Uno de los componentes de la flotilla del Aquarius a su llegada a Valencia

Gabriela Sánchez

Llevaba más de 900 millas recorridas. Navegaba con calma, más de la cuenta, para cumplir el protocolo establecido. La rigidez representada por algunos de los buques que escoltaban su travesía se acercaba más a un desfile militar que a un dispositivo humanitario. Reinaba el silencio alrededor del Aquarius, hasta que sus gritos inundaron el Mediterráneo. Valencia empezaba a dibujarse en el horizonte. Y ellos cantaron. 

Esos 629 migrantes rescatados por el Aquarius, de los que tanto hemos hablado, eran aguardados por un dispositivo de recepción sin precedentes. Los profesionales humanitarios, voluntarios, policías, intérpretes y juristas se encontraban preparados, en primera línea del puerto, para atender de forma “individualizada” a cada persona que conformaba esa cifra tan repetida.

Cuentan quienes han podido acercarse a los recién llegados, que en su exaltación también se encontraba cierto desconcierto. Que las sonrisas despertadas con el cálido recibimiento en puerto seguro se transformaban en incertidumbre ante una complicada pregunta que pocos saben responder: qué pasará después. 

Un esquema similar de pensamiento, sin carga personal en juego, circulaba entre las ONG y movimientos sociales ante la atención política y mediática arrojada sobre la acogida del Aquarius: la esperanza depositada (y que da nombre) al operativo de recepción, coordinado por Cruz Roja, crecía en la misma medida que aumentaban los recelos durante las horas anteriores a la llegada del buque humanitario.

Abogados de oficio que no lograban tener claro el papel asignado, declaraciones oficiales confusas sobre el estatus administrativo con el que serían recibidos, temor ante posibles encierros en un CIE o errores en la identificación de menores... 

Alrededor de las 14:00 horas, con los dos primeros desembarcos finalizados, se percibía una cierta sorpresa entre los juristas, ONG y voluntarios que más desconfianza transmitían en relación al aparente despliegue humanitario. Estaban contentos. “Ha ido muy bien, no me lo esperaba. No hay nada que objetar”, transmitía, con distintas palabras pero similar mensaje, un participante tras otro. 

Las ONG integradas en el dispositivo, el Colegio de Abogados de Valencia y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados han aplaudido el dispositivo, pero ninguno de ellos acabó sus declaraciones sin añadir un “pero” final.

“La decisión de España ha sido muy aplaudida: una expresión de solidaridad organizada en una respuesta coordinada entre ONG, administraciones, localidades, voluntarios... Ahora necesitamos todo ese impulso generado con el Aquarius, esa voluntad, para transformarlo en una estrategia para la gestión de los flujos migratorios en España”, ha explicado María Jesús Vega, portavoz de Acnur. 

Garantías jurídicas en el mismo puerto

La jornada comenzó con susto. “A primera hora, la Policía negaba el acceso a los abogados de oficio de Extranjería”, detalló la Rebeca Lino, coordinadora de este grupo de letrados en el dispositivo humanitario, que estableció turnos de 6:00 a 23:00 horas, para prestar asistencia jurídica a los recién llegados. Poco después, asegura, el incidente se resolvió y el proceso “se desarrolló con garantías”. 

El abogado experto en Extranjería Hipolito Granero fue uno de los madrugadores. Acabó su turno satisfecho ante la información entregada por la Policía Nacional a los migrantes desembarcados. Cada uno recibía un sobre con tres documentos donde explicaban unos derechos a los que no suelen acceden quienes arriban a las costas españolas en patera, debido al carácter “excepcional” de esta caso que el Gobierno liga a su autorización para atracar en Valencia.

En estos papeles, Interior anunciaba a los recién llegados un permiso de residencia de 45 días, durante los cuales deberían iniciar sus trámites para optar a regularizar su situación en España en función de sus circunstancias (a través de la vía de asilo o la figura de razones humanitarias) y, por último, la opción de ser acogidos en Francia, tal y como ofreció Macron subiéndose a la ola del Aquarius. “Los más dispuestos para ir a Francia son los marroquíes y los argelinos”, apunta Granero. 

Aquí, los expertos agradecen lo más básico: la información y la asistencia de un abogado especialista en la materia en el mismo puerto. Según CEAR, estos derechos no suelen estar asegurados en los desembarcos de pateras a nuestras costas.

Al menos en esta primera etapa de primera acogida, indica Acnur, la recepción de las mujeres migrantes también ha cumplido estándares no siempre habituales. Este domingo, todas las rescatadas por el Aquarius han sido enviadas a centros hospitalarios para ser sometidas a “análisis médicos y psicológicos” tras su dura travesía migratoria, según ha confirmado Acnur. La Agencia de la ONU recuerda que las violencias específicas sufridas por ellas durante la ruta, especialmente durante su paso por Libia, obligan a una atención especial por parte de los profesionales humanitarios. 

Cuando el siguiente en aparecer desde el interior de uno de los buques era menor, un mensaje sonaba desde el walkie talkie de Carlos: “Save The Children, por aquí hay un niño”, detalla el trabajador humanitario de la ONG, que este domingo ha participado como voluntario en el dispositivo organizado por Cruz Roja. 

“Nos han tenido muy en cuenta. Cada vez que había un niño o una niña, nos tenían como referencia y eso es un punto positivo. No es tanto la actuación, sino ese impulso de coordinación y la voluntad de contar con los especialistas”, desarrolla el voluntario de Save The Children. 

Carlos, como otros profesionales humanitarios, aprecia el “sentido común”, la “voluntad” para acudir a los que saben de cada derecho y el trato “cálido y personalizado” de muchos agentes policiales. Detalles que, de nuevo, aunque parecen básicos, apunta, no siempre priman en la recepción de migrantes en las costas españolas o en las vallas de Ceuta y Melilla. 

Muchos de esos pequeños cambios incluidos en el dispositivo de este domingo fueron solicitados por Acnur hace un mes, para lo que propuso al anterior Gobierno la creación de un plan “unificado” con la finalidad de armonizar la respuesta ante las llegadas de pateras. “Este dispositivo debe ser un punto de inflexión para la gestión de los flujos migratorios en España y para la Unión Europea”, enfatiza Vega. 

Son las dos imágenes del domingo. Una, la incertidumbre de un joven argelino que teme la devolución. El recelo de los movimientos sociales que, mientras celebran la decisión, no se la creen del todo, recordando a gritos los CIE, donde las autoridades no descartan que puedan acabar los rescatados del Aquarius.

Otra, la de un voluntario que celebra como una “pequeña victoria” lo ocurrido este domingo, mientras desea “que no se quede solo en esto”, con la mente clavada en la frontera sur. O la exaltación y la ilusión, reflejados en la camiseta de un joven de Sierra Leona que, pintada a mano, lanza un mensaje: “Confío en España”. 

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