Cuando la extrema derecha recurre al feminismo para adornar su discurso xenófobo
El presentador del debate electoral le había preguntado a la candidata de Vox sobre sus propuestas para “integrar” a los niños y adolescentes que han migrado solos a España. Sin embargo, Rocío Monasterio, líder de la formación en Madrid, optó por arremeter contra los menores y defender su expulsión porque “atacan y agreden sexualmente a las asistentes en los centros de menores o que campan a sus anchas por los barrios atemorizando a las mujeres”, dijo en Telemadrid.
No era la primera vez. Vox, firme en su postura contra la ley de violencia de género, ha enarbolado en varias ocasiones la bandera de defensa de las mujeres para sostener su discurso antiinmigración en los últimos meses. “Yo lo que veo son manadas de magrebíes”, sostuvo también Monasterio durante una entrevista en TVE el pasado marzo. “Hay que expulsar a esos salvajes, que vayan a la cárcel en sus países de origen, el mayor tiempo posible, y que no regresen jamás. En medio de la histeria hembrista… ¿por qué estos casos son silenciados? ¿Importa más proteger la inmigración ilegal que a las mujeres?”, espetó el líder de la formación de extrema derecha, Santiago Abascal, sobre un caso en el que cuatro menores presuntamente agredieron sexualmente a una adolescente en Alicante.
“Que diga esto un partido que no condena la sentencia del grupo español y blanco llamado 'La manada' y que pretendió meter en sus listas al abogado defensor de los condenados... huele, y huele mal. Yo me pregunto, ¿a la manada blanca y española adónde se le expulsa?”, responde Nayr Macedo, politóloga. La activista antirracista subraya “lo paradójico” que le resulta que Vox -un partido que ha cargado contra el teléfono contra la violencia machista (016) o lo que denomina “chiringuitos feministas”, o arremete constantemente contra aquello que considera “ideología de género”- defienda estos argumentos.
Una vez más, los discursos son similares a los que resuenan en otras partes de Europa. El uso de casos particulares en los que los supuestos agresores tienen origen extranjero ha sido una de las estrategias más frecuentes en los últimos meses del ministro del Interior ultraderechista Matteo Salvini para defender un endurecimiento de las deportaciones. Este domingo, en un acto en Milán de cara a las elecciones europeas y junto a otros 10 líderes de ultraderecha del continente como la francesa Marine Le Pen y el holandés Geert Wilder, Salvini se erigió como el defensor de las mujeres “maltratadas” por el Islam, como informa Time. Es el mismo Salvini cuyo partido cuestiona las políticas de género y que participa en eventos de familias católicas contra el derecho al aborto o las uniones de personas de mismo sexo.
“Se escudan en el feminismo para tapar su racismo”
Para la también activista Miriam Hatibi, este tipo de retórica responde a una táctica que, a su juicio, ya es recurrente en el debate electoral en España. “Muchos partidos se escudan detrás del feminismo para tapar su racismo”, apunta esta analista de datos catalana.
Recuerda que no ha sido usada solo por Vox sino por otros partidos como el PP. Quedaba algo más de una semana para las elecciones andaluzas cuando Pablo Casado intensificó su discurso duro contra la migración en un mitin en Granada. “Aquí no hay ablación de clítoris”, gritó el presidente del PP. “Como siempre, estas declaraciones no tienen ningún tipo de contexto y demuestran una insensibilidad total con el tema, además de mucha ignorancia”, sostiene la activista musulmana. Casado también insistió en que “se equivocan de país” aquellos que quieran “disfrutar de las ayudas sociales sin respetar la igualdad de la mujer y del hombre o las costumbres occidentales”.
Tampoco es una moda reciente. En 2011, Sara R. Farris, profesora de Sociología en la Universidad de Londres, comenzó a acuñar el término “femonacionalismo” para describir la instrumentalización de los derechos de la mujer “por parte de los partidos nacionalistas de derecha en sus campañas contra la inmigración y el Islam”.
En una conversación con eldiario.es, Barris identifica un punto claro de partida: principios de la década de los 2000, especialmente en países como Estados Unidos y Holanda. “En EEUU está muy ligado a la guerra contra el terrorismo y el bombardeo de Afganistán, que se presentó -entre otras cosas- como una guerra necesaria para liberar a las mujeres musulmanas”, explica la experta a eldiario.es. En los Países Bajos fue promovido por el político de ultraderecha Pim Fortuyn, asesinado en 2002.
El ‘femonacionalismo’ se convirtió entonces, explica Barris, “en una poderosa retórica política que fue adoptada por políticos de derecha” en otros países occidentales, entre los que enumera la Liga Norte en Italia, el Frente Nacional en Francia o el Partido por la Libertad en Holanda. “Es una retórica poderosa porque habla a la base de la nación e interpela a hombres y mujeres de maneras diferentes pero complementarias: a los hombres franceses, italianos o españoles les dice que los hombres extranjeros, especialmente los musulmanes, son peligrosos y necesitan que se les mantenga fuera del país. Y a las mujeres, porque les asusta la idea de que 'los hombres no blancos son depredadores sexuales por defecto”, apunta la autora del libro En nombre de los derechos de la mujer: el ascenso del femonacionalismo.
La activista feminista Brigitte Vasallo lo ha denominado 'purplewashing'. Se refiere a cuando las luchas de las mujeres “se utilizan para criminalizar a segmentos de la población y aplicar políticas racistas”. Un ejemplo, a su juicio, fueron las decenas de denuncias de violaciones cometidas presuntamente por refugiados durante la Nochevieja de Colonia en enero de 2016. Las acusaciones contra estos acapararon el debate mediático durante los primeros días del año, disminuyeron la sensibilidad social con los demandantes de asilo y aumentaron los ataques xenófobos en Alemania. Finalmente, solo tres de los 58 detenidos eran refugiados, pero el daño ya estaba hecho. “Es otra forma de machismo y racismo. Se crea un paternalismo sobre poblaciones consideradas como propias: 'nuestras mujeres', atacadas por un supuesto 'fantasma exterior”, explicó Vasalló a eldiario.es.
“Son discursos efectivos”
Tanto para Macedo como para Hatibi, la fuerza que ha cobrado el movimiento feminista en los últimos años explica también en gran medida el uso de este tipo de mensajes. “Todos los partidos están hablando de temas relacionados con el feminismo de una forma u otra y poniéndolo en el centro. La gran mayoría van a la campaña diciendo que son partidos feministas e intentando convencernos de que van a ser los que realmente trabajen por los derechos de las mujeres como si esa fuera su primera prioridad”, recalca la activista musulmana.
“Desde que el feminismo ha cobrado tanta importancia, este tipo de discursos han ido in crescendo de una manera abismal. Solo hay que ver el cambio en las declaraciones de los partidos políticos. Hemos pasado de mensajes como que los extranjeros vienen a 'quitarles' el trabajo a los españoles a frases del estilo 'la avalancha de inmigrantes que vienen a violar a nuestras mujeres y ponerles burka”, sostiene por su parte Macedo. “Para ellos, las personas racializadas no somos seres autónomos, si no dependientes de ellos, sus condiciones y su caridad”.
La académica británica opina que este tipo de discursos son “particularmente efectivos” para las formaciones ultraconservadoras y a veces encuentran su eco en determinados sectores que defienden los derechos de las mujeres. “Varias feministas han ayudado a difundirlos. De hecho, muchas están de acuerdo en que los hombres musulmanes son intrínsecamente misóginos y han apoyado leyes para 'liberar' a las mujeres musulmanas de estos hombres supuestamente violentos”, explica.
Para Barris, la alternativa es confrontar estos mensajes con las políticas que suelen defender estos partidos. “La derecha es la que menos se preocupa por los derechos de las mujeres porque está en contra del aborto y su autodeterminación. Y hay que decir claramente que los hombres musulmanes no son más patriarcales que los hombres cristianos o que los hombres de otras religiones, porque todas las estadísticas muestran que la violencia doméstica y la violación son perpetradas en el 90% de los casos por maridos, parejas y amigos. En otras palabras, la izquierda no debe sucumbir al léxico de la derecha cuando se trata de los inmigrantes”.
Con la mirada puesta en los movimientos feministas, Hatibi considera, sin embargo, que lo “peor que puede pasar es que pierdan su energía dando respuesta a algo que al final para los candidatos en muchos casos es anecdótico”. “Tenemos mucho trabajo y corremos el peligro de quedar bloqueadas por las diferentes burradas que se vayan diciendo”, apunta la analista de datos, quien añade que “al fin y al cabo es evidente que se buscan las reacciones de las feministas, ya sea para bien o para mal”. Asimismo, pone deberes a las formaciones que sí defienden los derechos de las mujeres. “Hay partidos que no han entendido que no pueden llenarse la boca de feminismo sin una perspectiva antirracista, que entienda también el feminismo de las mujeres migrantes y no solo el de unas cuantas”, sentencia.