Fuera de Gaza, a Raji Sourani le falta el aire. Ha salido de uno de los lugares más peligrosos del planeta y solo piensa en volver. “No es que me gustaría volver, es que volveré. Bajo cualquier circunstancia y aunque sea infiltrado. Nadie puede pararme. Gaza es mi oxígeno, mi vida, mi destino. Es el lugar donde ha vivido mi familia desde hace siglos”, dice a elDiario.es desde Egipto. “Si de mí hubiera dependido, no hubiera salido nunca”. Tras sobrevivir a dos bombardeos israelíes, su mujer y su hijo le insistieron mucho para abandonar su hogar. “Son mi punto débil y si nos quedamos y pasa algo, no quiero cargar con ello el resto de mi vida”.
A los palestinos sin doble nacionalidad no se les permite salir de Gaza y Sourani no estaba en las listas de evacuación de países extranjeros. Sin embargo, algunos de sus amigos internacionales, gente “muy importante que quiere mantener un perfil bajo”, intercedieron por él para permitir su salida en un operativo especial y único. “Cinco o seis grupos en Egipto y Europa han trabajado por mí. Piensan que no deberían matarme y que puedo hacer y decir algo desde fuera”. Sourani es uno de los principales impulsores del caso contra Israel por crímenes de guerra en la Corte Penal Internacional, donde representa a las víctimas palestinas.
“La salida tuvo dos fases. La primera fue salir de Ciudad de Gaza a Jan Yunis. Estuvo muy coordinado con mucha gente, algunos de ellos internacionales que me dijeron que no estaba en una posición fácil”, recuerda el abogado, que dice que ya había intentado ir al sur en otras dos ocasiones y que tuvo que volver. “Vimos gente disparada y muerta a nuestro lado. Gente que solo seguía las instrucciones. Vi muchos cadáveres y coches con las ruedas pinchadas. Estaba muy preocupado, pero a la tercera lo conseguimos”.
La segunda fase fue el traslado desde Jan Yunis, al sur de la Franja, hasta Rafah, para salir de la mayor prisión a cielo abierto con la autorización de Egipto y gracias a los acuerdos alcanzados por los actores que intermediaron por Sourani. El Cairo no permite la salida de los palestinos por el paso de Rafah alegando que Israel busca una expulsión permanente de los gazatíes.
Durante los primeros días de guerra, el sonido de las bombas se colaba en las conversaciones telefónicas desde su casa, pero Sourani sonaba convencido: “Somos las piedras del valle. Estuvimos aquí siempre y estaremos aquí siempre”. Se negaba a abandonar su hogar y huir hacia el sur, tal y como pedía el Ejército israelí. “Quieren una nueva Nakba”, decía.
Tras estar a punto de morir por las bombas en dos ocasiones, finalmente cedió a las presiones familiares. Son las once de la noche pasadas en El Cairo y Sourani sigue pegado al teléfono y al televisor. Desde que salió de Gaza el pasado 19 de noviembre, habla constantemente con sus amigos en el norte de la Franja y en Jan Yunis. “Ahora no tengo planes”, dice. “Cualquier movimiento tiene que estar muy coordinado con otras partes, especialmente desde Europa y cada decisión lleva semanas, incluido el regreso. Por eso soy reticente. Tengo muchas invitaciones en Europa, pero quiero esperar antes de tomar una decisión. No quiero despegarme de Gaza”.
Su casa en Ciudad de Gaza fue alcanzada en un largo bombardeo que duró aproximadamente dos horas. “Las más largas de mi vida”, escribió. “Mi familia y yo hemos sobrevivido de milagro. Mi casa ha sido destruida”. Al día siguiente, Sourani, su mujer y su hijo se habían trasladado a su casa familiar, muy cerca del Hospital Al Shifa, y la destrucción volvió a llamar a la puerta. “Bombardearon la mezquita y la comisaría de al lado con cinco cohetes. Había escombros por todos lados. Todo estaba muy afectado”.
“El fiscal se ha negado a vernos”
Su trabajo como activista y abogado de víctimas palestinas ante los tribunales nacionales y ante la Corte Penal Internacional le han convertido en enemigo declarado de Israel. Sourani fundó y dirige desde 1995 el Centro Palestino para los Derechos Humanos. Hace dos años, el ministerio de Exteriores publicó un comunicado con su nombre y apellidos acusándolo de tener “vínculos estrechos con la organización terrorista Hamás”.
“Creen que somos agentes de una organización terrorista. Incluso relacionan nuestra organización con los ataques del 7 de octubre y han publicado imágenes nuestras”, dice. “Intento no obsesionarme y mi misión no es hablar de mí mismo ni hablar de mis problemas, pero he sufrido mucho durante mi carrera: he sido detenido, torturado, han asaltado mi casa los servicios secretos… Me atacan porque defiendo a los otros; porque lidero la delegación de Palestina en la Corte Penal Internacional; y porque usamos de manera efectiva herramientas muy civilizadas como el derecho internacional”.
Tras cinco años de análisis preliminar, la entonces fiscal de la Corte Penal Internacional, Fatou Bensouda, abrió formalmente una investigación en marzo de 2021 sobre los posibles crímenes de guerra cometidos en Palestina o por nacionales palestinos desde 2014. “Puro antisemitismo y el colmo de la hipocresía”, dijo entonces Israel.
Karim Khan llegó poco después como fiscal de la Corte y la causa apenas se ha movido desde entonces, denuncia el abogado. “No tengo ninguna confianza en este hombre”, asegura. “Su actuación en los últimos tres años ha animado a Israel a hacer lo que está haciendo ahora. La Corte no se ha movido ni un milímetro en su investigación e Israel piensa que tiene inmunidad”.
“No somos ucranianos, pero si lo fuéramos, actuaría de otra manera. Me alegra que en solo un año emitiese una orden de arresto contra Putin, pero nosotros nos merecemos eso también”, dice. “Se ha negado a vernos durante tres años. No ha tenido ni una reunión con nosotros. Soy el abogado de las víctimas palestinas y debería darle vergüenza”, dice irritado. “Él debería ser nuestra espina dorsal. Debería ser la voz de los sin voz y defender a las víctimas, pero desafortunadamente es parte de todo esto. Es evidente y clara la selectividad y la politización de Occidente con su doble vara de medir”.
El activista dice que todavía está en “shock” por lo que está ocurriendo en Gaza, donde han muerto más de 15.000 personas. “Aquellos que lo apoyan en Occidente deberían sentir vergüenza. Saben perfectamente lo que está haciendo Israel”.
“Nuestra dignidad no es tan barata”, dice enfadado. “Nos la merecemos igual que la libertad. Este es el caso más justo de la historia moderna. Estamos en el lado correcto y no seremos buenas víctimas. Israel ataca con sus aviones F-35 y F-16 a civiles, niños y mujeres. No tengo problema si atacan a Hamás, es entendible y hay normas de combate, pero ¿qué pasa con los Convenios de Ginebra y la Corte Penal Internacional? No nos lo hemos inventado nosotros”.
“Hay familias que han perdido tres, 10, 20, 70 e incluso 137 personas, que lo conozco ¿Es este el ejército más ético de Oriente Próximo?”, se pregunta. “Están cometiendo un genocidio”.
Sourani, sin embargo, mantiene la esperanza. “No podemos ser ni seremos los esclavos del siglo XXI”, dice. “Soy un revolucionario romántico y el poder de la idea no puede morir. Como ahora domina la ley de la jungla, queremos Estado de derecho y lucharemos por ello. No permitiremos la selectividad y politización del derecho internacional”
“Algún día venceremos”, se despide Sourani con la frase que repite siempre antes de colgar en todas sus llamadas.