El barco de rescate humanitario Aita Mari ha llegado a la isla griega de Lesbos, donde ha descargado las ocho toneladas de ayuda humanitaria que transportaba desde Pasaia, Donostia. Casi dos semanas de travesía para entregar cientos de mantas, botas y tiendas de campaña que alivien el invierno a las cerca de 17.000 personas migrantes y solicitantes de asilo atrapadas en una isla donde “las llegadas se han incrementado dramáticamente” en los últimos meses, explica a eldiario.es Aris Vlachopoulos, director del mayor almacén de la isla.
Impedido por el Gobierno español de realizar labores de búsqueda y rescate en el Mediterráneo Central, el barco de ONG Salvamento Marítimo Humanitario (SMH) puso rumbo al Egeo el pasado 20 de octubre. Después de una primera parada en el puerto siciliano de Licata, donde coincidió con los buques de rescate Sea Watch 3, de la ONG alemana Sea Watch y Mare Jonio, de la italiana Saving Humans, ambos incautados por las autoridades del país, ha terminado su travesía en el puerto de Mitilini, la capital de Lesbos.
“El Aita Mari ha llegado a Lesbos y podemos dar testimonio de la situación en las islas del Egeo”, anunciaba el presidente de SMH, Íñigo Mijangos, mientras la tripulación descargaba: “Vemos que la solución no llega a corto plazo y esta ayuda es necesaria para pasar el duro invierno de las islas”. La tripulación del buque humanitario tomó un día completo superar el control aduanero, desembarcar el cargamento y colocarlo en varios camiones que lo transportaron al depósito de la ONG griega Attika, que a su vez suministra a otras organizaciones y al resto de islas del Egeo.
Lesbos lleva siendo desde 2015 el mayor punto de entrada de migrantes y refugiados desde Turquía. Situada a apenas seis kilómetros de distancia, en un día claro puede verse la línea del país vecino en el horizonte. Tras el parón que supuso la firma del acuerdo entre Bruselas y Estambul para frenar el flujo migratorio, desde este verano la isla paradisíaca se enfrenta de nuevo a cifras récord: 4.856 personas llegaron en septiembre, según las últimas estadísticas mensuales disponibles de ACNUR, y solo la última semana de octubre arribaron 1.097.
Llegan personas a Lesbos “casi todos los días”, creando “una situación de desborde” que hace tiempo dejó de ser “sostenible”, afirma Vlachopoulos, también fundador de Atikka, organización que gestiona el almacén con el mismo nombre que se ha convertido en el mayor punto de distribución de ayuda humanitaria de la isla. “Los números siguen creciendo y creciendo, la situación es peor de lo que ha sido nunca”, remarca Marleen Eerkes, voluntaria holandesa que colabora con la ONG, “todo lo que haces nunca es suficiente”.
Atikka es el corazón de Lesbos. Bombea y abastece de ayuda humanitaria a las organizaciones que después se encargan de atender a las personas migrantes en el terreno. Colabora con hasta 26 de las 50 ONG que operan a día de hoy en este territorio, explica Vlachopoulos. Es el almacén más grande de la isla: en 2018 distribuyó el equivalente a unos 39 contenedores de ayuda y desde su puesta en marcha en diciembre de 2015 ha repartido entre 80 y 90 millones de euros, según estima la organización. Recibe donaciones de toda Europa: ropa, tiendas de campaña y sacos de dormir, calzado —“los zapatos son oro aquí”, dice el director—, productos de higiene personal, mantas, medicinas, pañales, leche de bebés y, en algunas ocasiones, también comida.
“Nosotros sabemos mejor que nadie la situación en Moria y lo que se necesita”, cuenta Nazilah Hashemi, afgana de 16 años que junto a su hermana viene todos los días a apilar y organizar cajas en el almacén. Ambas llegaron con su familia hace dos meses y se asentaron, como todos los migrantes recién llegados, en Moria. El centro de primera recepción de la isla ha ido creciendo hasta convertirse en la segunda ciudad más grande de Lesbos después de su capital, Mitilini. Pese a tener capacidad para unas 2.500 personas, el asentamiento ya acoge a más de 14.000, según las cifras que maneja la ONG.
Un almacén que cuenta la historia de una isla
La historia del almacén es la historia de la crisis humanitaria que todavía perdura en la isla. Y la historia de Moria también, que ya empieza a conocerse como “la jungla” en recuerdo al campo de refugiados de Calais en Francia. Casi cuatro años después de su fundación, Attika ha tenido que ir adaptándose a las necesidades y condiciones de cada momento. “Los problemas a los que nos enfrentamos requieren reacciones, no acciones. No podemos estar preparados a lo que pueda suceder a continuación, sino reaccionar a lo que va ocurriendo”, resume el director del almacén.
En 2015, cuando Lesbos y las islas del Egeo solo eran un territorio de paso, el almacén cubría las necesidades de los que en Grecia apenas empezaban su migración al norte de Europa. “Muchas veces se ha hecho la distribución en el párking del ferry: cajas con ropa que la gente cogía y se iba”, explica Laura Anatol. Ella ha sido el nexo entre el Aita Mari y la isla de Lesbos porque durante el último año y medio ha coordinado el almacén de Attika y es, además, la encargada de la logística en las islas de SMH.
Desde marzo de 2016, a partir del acuerdo con Turquía, se comenzó a trazar la línea de trabajo actual, en la que Attika suministra al resto de organizaciones. En septiembre de ese mismo año hubo un incendio que arrasó parte de las instalaciones del campo de refugiados: “Cuando a la gente se le quemó la tienda se le quemó todo. Perdieron todo, solo tenían lo que llevaban puesto”, continúa Anatol. En respuesta, a las donaciones a través de las ONG se les sumaron distribuciones personalizadas. Las familias enviaban un mensaje de WhatsApp indicando la edad y género de sus miembros, y desde el almacén hacían paquetes individualizados.
Un año después, en 2017, la mortífera ola de frío hizo tener que alquilar una parte del almacén para llenarla de mantas. Ahora, ante la llegada del invierno y el gran aumento de las vistas, Attika ha intensificado sus repartos masivos para que “todo el mundo tenga un abrigo” antes de diciembre, explica la cooperante.
Así pasa el tiempo y el almacén de Attika y el resto de las organizaciones humanitarias se esfuerzan en aliviar una situación crítica que ya se ha normalizado. “Si las 50 ONG se fueran de la isla Moria se derrumbaría y entonces las autoridades europeas tendrían que pensar qué hacer”, apunta Vlachopoulos, crítico con la gestión migratoria de la Unión Europea. En rechazo a estas políticas, Attika no acepta donativos de instituciones ni organismos públicos, solo de manos privadas. Además, como parte de su filosofía, también atiende a gente local y no solo a solicitantes de asilo.
“Las ONG hacemos todo lo que podemos, pero con una ayuda mínima. Y los Gobiernos y Europa no están enfocándose a la emergencia que existe ahora en las islas”, coincide Laura. “Que una persona tenga que vivir en una tienda de campaña durante un año es una emergencia, cuando hay 5.000 personas en un sitio para 2.500 y cada semana le sumas más hasta que llegas a 14.000 como es ahora en Moria, ¿cómo eso no va a ser una emergencia?”, sentencia.