Cinco cajas de madera vuelan a Siria. A un cementerio en la localidad de Deir ez-Zor, al noreste del país, territorio ocupado por ISIS. Son los hijos e hijas de Ali Gass Sahw, un padre de familia que lo perdió casi todo un mes de noviembre. Todavía le quedan tres esperanzas: encontrar a su mujer y a sus dos hijas. Tras recorrer Turquía y Atenas, el padre busca en Lesbos un registro, un nombre y una explicación.
El 29 de noviembre de 2015, Ali embarcó con su mujer y sus siete hijos en un bote de plástico y madera en Cesme, un pueblo de la costa turca, en dirección a Quíos. Los traficantes situaron a los hombres en la borda y “protegieron” a quienes consideraban más vulnerables. A mitad de camino, la fuerte marea los expulsó de la embarcación. El agua entraba y hundía la barca con mujeres, niños y ancianos. En esta ocasión no había chalecos pues el viaje era “seguro”.
Aún en el mar, Ali intentaba encontrar a su mujer y a sus siete hijos. La marea era intensa. Nadó durante tres horas hasta que unos pescadores lo recogieron y lo llevaron hasta la costa turca. El padre de familia pidió ayuda a la Policía y en el cuartel encontró a cinco de las personas que viajaban con él en la barca. Eran los supervivientes. Había 23. Entonces, inició la búsqueda: a los 17 días apareció Mohammed. A los 20, Zayida. A los 40, Kamir, Anub y Saharasha. Todos ellos sin vida. “Escapamos de la muerte, pero nos alcanzó”, dice el padre.
En Turquía envió los cuerpos de sus cinco hijos a Siria y continuó con la búsqueda. El 16 de febrero cruzó de nuevo el Mar Egeo rumbo a Atenas. Allí se encontró con Lina Al Mashaan, que forma parte de Rafee, una entidad formada por migrantes sirios que llegaron a Suiza hace varios años, y cuya labor es hacer seguimiento y acompañar a personas como él, con casos extremos.
“La historia de Ali es la de todos los sirios, si no los mata el Ejército nacional, los encuentra Daesh (ISIS). Es una constante”, comenta la integrante de Rafee.
Muchos mueren o desaparecen en el mar Mediterráneo, única vía que encuentran para pedir asilo en Europa. Tras el récord de 2015 como el año más mortífero en el Mediterráneo, las pérdidas continúan: en lo que va de año, hasta este 1 de enero, han muerto 620 personas en sus aguas, según la Organización Internacional para las Migraciones.
“Tengo fe en encontrarlas”
Ali y Lina continúan su camino. Su siguiente parada es Lesbos. Necesita buscar en el registro del campo de Moria a su mujer y a sus dos hijas, de un mes y siete años. Es lo único que le mantiene vivo. “Tengo fe en que las voy a encontrar”. Ya en Lesbos, cuenta su historia. Una y otra vez. Repite el nombre de su mujer: Aicha Marwa Gass Sahw. “También somos primos”. Repite el nombre de sus hijas: Salam y Yanna. Vuelven a Mitilene, la capital de Lesbos, y esperan sentados en el puerto, sin respuesta y sin saber qué hacer.
Un grupo de voluntarias se acerca. Jennifer, Montse, Pablo y David les invitan a unirse a ellos, para hablar y compartir su angustia. Por la mañana, van todos juntos al puerto, donde Ali se pone el chaleco y reparte naranjas a quienes, como él, huyen de los conflictos. Abraza a sus compatriotas y besa a los bebés. Hacía mucho tiempo que no sonreía.
Su último paso es Atenas. Debe esperar la resolución de su petición de asilo. En una semana le asignarán un país o rechazarán la propuesta. Como ayuda inmediata, cuenta con una tarjeta de débito con 250 euros, pero lo único que desea es encontrar a Salam, Yanna y Aicha. La fe y la esperanza es lo que mantienen vivo a este padre de familia.