El teléfono de Omar echa humo desde el sábado. Las familias de varios de sus amigos, todos de Guinea Conakry, como él, no dejan de llamar para averiguar si tiene noticias suyas. “Pero no puedo decirles nada”, explica apesadumbrado: “No sé nada. He intentado llamar a algunos de los amigos varias veces pero los teléfonos no funcionan”. Y eso es mala señal, le parece a Omar. Este joven guineano de 27 años salió en la medianoche del jueves al viernes desde uno de los campamentos de Nador hacia la costa marroquí para intentar subir a la patera que naufragó pocas horas después junto a Melilla. La embarcación se había llenado de pasajeros, así que tuvo que quedarse en tierra. Salvó la vida pero perdió la pista a los nueve amigos que sí embarcaron.
Recita los nombres de los nueve sin titubeos: Abderraman Baa, Issa So, Moussa Diop, Ibrahim Kalil Dori, Ibrahim So, Ibrahim Diallo, Mamadou Diabi, Abdula Bari y Mustapha Bari. De los ocho meses que han pasado desde que Omar llegó a Marruecos, ha estado cuatro junto a ellos; han compartido confidencias y el sueño de todos de ir a Europa “y triunfar”.
Entre los amigos de Omar hay un pequeño comerciante, Ibrahim Diallo, un mecánico, Mamadou Diabi, y varios estudiantes universitarios. Algunos se conocieron en Argelia, donde pasaron un tiempo, otros en Rabat, otros en Nador. Todos rondan los 20 años. Nadie sabe si están vivos o muertos. Como siempre, después de un naufragio, las cifras las carga el diablo.
Según fuentes de Salvamento Marítimo de Marruecos, el viernes sacaron del agua a nueve personas sin vida y a diez supervivientes: nueve inmigrantes subsaharianos y el patrón de la embarcación, marroquí, que fue detenido por la policía. No saben decir en Salvamento si a bordo de la patera iban 21 personas, según las cifras oficiales, congeladas desde el viernes, o 31, como asegura Omar y como informaba el viernes el colectivo Caminando Fronteras. A la Delegación de Migraciones de Nador, dependiente del arzobispado de Tánger, le consta que seis de los supervivientes pasaron por comisaría: “Llevaban la ropa mojada y estaban en dependencias policiales”, cuenta un trabajador de la Delegación.
Otro de los chicos tuvo que ser reanimado en el hospital Hassani de Nador, y en cuanto subió a planta se las ingenió para escaparse. Pero no se sabe dónde están ahora los supervivientes; entre la comunidad de inmigrantes subsaharianos se dice que podrían haber sido expulsados en los autobuses de la Gendarmería a Fez, un procedimiento que es habitual, por ejemplo, después de una redada en el Monte Gurugú, pero que choca más cuando de lo que se habla es de las víctimas de un naufragio.
Omar no ha podido identificar a sus compañeros
Tampoco hay noticias de más cuerpos rescatados. El sábado se suspendió la búsqueda de cadáveres en el mar debido a las malas condiciones meteorológicas. En Salvamento tan sólo esperan que durante las patrullas de vigilancia de la Marina Real Marroquí encuentren algún cuerpo y se lo comuniquen. Así que no hay certezas ni del número de vivos ni de muertos, salvo los nueve cuerpos que fueron trasladados a la morgue del hospital Hassani de Nador.
Omar ha intentado acercarse hasta allí para identificar los cadáveres, pero no le han permitido la entrada al hospital. El procedimiento, según ha dicho la Gendarmería, es que vaya a la comisaría para revisar las fotos que los gendarmes han tomado de los cuerpos. “No puedo ir a comisaría. Me arriesgo a que me detengan”, explica al otro lado del teléfono. Los procedimientos en Marruecos son aguas pantanosas. A veces se permite a los inmigrantes entrar a reconocer los cadáveres, a veces no. A veces en el mismo hospital les enseñan las fotografías, a veces no. Esta vez, todo es un “no”.
Varias familias guineanas se han puesto en contacto con la embajada de Guinea Conakry en Rabat para interesarse por los familiares que tienen en Marruecos. Vieron en las noticias que podría haber guineanos entre los pasajeros de la patera e inmediatamente llamaron a la legación diplomática para averiguar si entre esos pasajeros estaban sus hijos, sus hermanos, sus primos. Tampoco tienen la certeza de que estuvieran en el barco aquella madrugada. En los próximos días un delegado de la embajada se desplazará a Nador para intentar descifrar las identidades, con fotos que van a enviar los familiares.
Mientras se establecen protocolos, se fijan procedimientos, se toman fotografías y se envían delegados diplomáticos, Omar se ha vuelto al bosque, después de cargar su teléfono, a recibir más llamadas de familiares a los que no puede ayudar y a esperar noticias de sus nueve amigos. Lo único que tiene ahora de ellos es la lista, en su móvil, de los últimos números marcados.