La black panther sigue siendo revolucionaria. Cinco décadas después de haber sido encarcelada y perseguida por el FBI como una de las terroristas más peligrosas del momento, Angela Davis (Birmingham, Alabama, 1944) sigue mirando como quien ya ve el mundo que imagina.
Luchadora incansable por los derechos civiles, contra la discriminación racial, feminista, miembro del Partido Comunista e icono del Black Panther Party (Partido Panteras Negras), Davis está en Madrid para impartir una conferencia este jueves enmarcada en el ciclo “Mujeres contra la impunidad”, que se celebrará en La Casa Encendida de la mano de la Asociación de Mujeres de Guatemala.
A punto de cumplir los 75 años, la filósofa y activista afroamericana habla con calma y firmeza y ensancha su sonrisa cada vez que puede. Sus tesis, expuestas en sus libros y las conferencias que imparte alrededor del mundo, siguen vigentes como ya lo estuvieran en 1981, cuando vio la luz su célebre Mujeres, raza y clase. Davis es uno de los máximos exponentes de la interseccionalidad y el feminismo antirracista. Un feminismo que, en tiempos de debate, ella defiende inclusivo, amplio y lo más espacioso posible. Un feminismo total que ensanche los márgenes para que quepan todas.
Así, se refiere a este movimiento en auge como “una estrategia no solo para superar la opresión de género, sino también el racismo, el fascismo y la explotación económica”, ha dicho este miércoles en un encuentro con periodistas. Por ello, no entiende un feminismo que no sea antirracista y anticapitalista y que no ponga en el centro todas las opresiones. Habla de mujeres, de personas racializadas, de hombres, de personas trans, de medio ambiente y de animales, de prisiones, de pobreza, de esclavitud... Lo que ella llama un feminismo “holístico” e “integrado”.
Siempre activista y certera, Angela Davis cuestiona el racismo escondido en la categoría “mujer” que suele equipararse a “mujer blanca” y celebra los discursos e ideas que lo disputan: “Es importante que dejemos muy claro que la categoría 'mujer' no es unitaria”.
También en su feminismo hay sitio para las personas trans, refiriéndose a un debate, el del sujeto político del feminismo, que ha estallado especialmente en las últimas semanas en España. “Han elevado nuestra comprensión sobre lo que podría hacer falta para que haya justicia porque el activismo trans no solo aborda cuestiones de identidad de género, sino también relacionadas con lo que se considera la normalidad, por ejemplo, la estructura binaria del género. La comunidad de mujeres trans es un gran objetivo de la violencia de género”.
Un futuro sin prisiones
Su propia experiencia y su conciencia política han perfilado un discurso que es en sí mismo un trozo de Historia. Nacida en una época en la que las leyes imponían la segregación racial en el sur de Estados Unidos, Davis vivió con su familia en Colina Dinamita, un lugar llamado así por el alto número de casas de personas afroamericanas dinamitadas por el Ku Klux Klan. Fue entonces cuando aprendió, de la mano de sus padres, que el odio contra las personas negras no era el estado natural de las cosas, como contó en la autobiografía que publicó con solo 28 años y que en 2016 reeditó Capitan Swing.
Con una vida atravesada por el antirracismo y el feminismo, la activista extiende su mirada al sistema carcelario después de haber puesto también su cuerpo en este frente. A principios de los años 70 pasó más de quince meses en prisión acusada de cooperación al asesinato tras ser detenida en un hotel de Nueva York. “Apareció en la pantalla una fotografía mía: 'Angela Davis –dijo una voz grave– es uno de los diez criminales más buscados por el FBI. Probablemente va armada; si la ven, no intenten hacer nada; póngase en contacto inmediatamente con el FBI'”, cuenta la propia Davis sobre su periodo como fugitiva. “En otras palabras, dejen al FBI, 'que probablemente va armado', el honor de pegarle un tiro”.
La abolición de las cárceles como eje de su activismo –en 2016 intentó visitar en prisión sin éxito a Arnaldo Otegi en el marco de la campaña Free Otegui, una reedición de Free Angela Davis– también emana del sentido integral de su discurso político: “La forma más pandémica de violencia en el mundo es la violencia de género. Debemos comprender la relación que hay entre las distintas formas de violencia de género y la violencia estatal; entre la violencia que se expresa a escala individual y la violencia en las cárceles, las guerras y la que proviene de la Policía. Esto es algo que las mujeres de color han vivido”.
En esta búsqueda incesante de la justicia, Angela Davis mira a los lados y también a las y los de abajo para reivindicar un feminismo “que nos represente a todas” y no solo entronque con las cuestiones de género, sino también con otros factores relacionados con los derechos humanos. Ilustra su discurso con la metáfora del techo de cristal, utilizada habitualmente para hacer referencia a la escasa presencia de mujeres en los puestos de responsabilidad. “No apela a los movimientos masivos de gente, es un feminismo que solo sirve a las mujeres que ya están arriba, que pueden tocar ese techo”.
Poder negro
El paso del tiempo ha plateado su pelo afro, el mismo que popularizó en los setenta y convirtió en un símbolo de resistencia y de reivindicación de la belleza negra. Era la efervescencia del movimiento Black Power, del orgullo negro y la defensa de los derechos de la comunidad afrodescendiente. Y del 'Poder Negro' de aquellos años, al Black Lives Matter actual, al resurgir de las calles contra la violencia racista. Para Davis, “el viraje a la derecha” que ha aupado a Donald Trump a la presidencia de su país ha tenido respuesta en el impulso de los movimientos antirracistas.
“El racismo se ha vuelto más violento, más explícito, con expresiones de supremacismo blanco como el ataque de Charlottesville. Pero estamos constatando una mayor conciencia del racismo en EEUU que nunca, probablemente, en la Historia. No solo entre los negros, latinos, indios, asiáticos, también entre blancos, que están siendo más conscientes del racismo”, recalca la activista.
De nuevo, en esta respuesta contra el racismo, el feminismo debe ocupar, dice, la primera línea. Y recuerda quiénes fueron las primeras en salir a la calle tras la elección de Trump: el movimiento de mujeres. Allí estaba ella, en la marcha que llenó las calles de Washington en 2017. “Será mejor que tengan cuidado los que aún defienden la supremacía del heteropatriarcado blanco”, dijo Davis aquel día ante una multitud. “La respuesta feminista al racismo, al colonialismo, a los esfuerzos por mantener un status quo obsoleto, es la más importante que podemos dar”, ha enfatizado la activista en su visita a Madrid.
Davis se muestra preocupada por “el regreso del fascismo” en Estados Unidos y Europa. Apuntala que, a su juicio, los principales problemas de derechos civiles de nuestro tiempo tienen que ver con la situación que atraviesan las personas migrantes y refugiadas, y el racismo que pesa sobre ellas, también en España.
“Las decisiones que llevan a las personas del sur global a venir a Europa o EEUU no son individuales, están marcadas por la presencia histórica del capitalismo, el colonialismo y el esclavismo. Es muy importante apoyar a aquellos empujados a huir de sus lugares natales por culpa del capitalismo racista”, insiste.
Después de décadas de lucha, Davis lanza una pregunta al movimiento feminista, la misma que ha enarbolado toda su vida: ¿Cómo es posible levantarse y defender la justicia solo para un tipo de personas y permitir que la injusticia afecte a otras? En su teorización y práctica de ese feminismo integral, encuentra la respuesta. “El feminismo que no es antirracista, anticapitalista y solidario con aquellos que están atrapados en la pobreza por culpa del capitalismo global, es una contradicción de términos”, concluye.