Cuando era un niño, Bachir esperaba con impaciencia las llamadas de Adelina. Era lo que le conectaba con Canarias, la playa de Agaete, sus amigos de Las Canteras y la comida que en ocasiones echaba de menos. Adelina le preguntaba cómo era su nueva vida a 1.500 kilómetros, en una aldea a las afueras de Dakar. Quería saber si Senegal era como ellos habían visto en las noticias, si la pobreza y la violencia se asemejaban al relato que solía mostrar la televisión. Bachir intentaba explicarle que todo era muy distinto, pero los matices se perdían por teléfono.
Ahora, Bachir Samb (Las Palmas de Gran Canaria, 1997) ha recogido aquello que no pudo contarle a su madre de acogida en un libro, Una carta a Adelina (Editorial Autografía). En su primera obra da cuenta de lo sucedido durante los catorce años que pasó en Senegal, entre 2005 y 2019, que inicialmente iban a ser solo tres meses al cuidado de su abuela. “Cuando tenía 14 años comencé a analizar las llamadas de Adelina, cómo ella me preguntaba si había hambre o guerras, y yo también me preguntaba por el hecho de ser la única persona que conocía que había emigrado de Canarias a Senegal”, explica a elDiario.es. “Pensé que contar mi historia ayudaría a que la gente tuviera otra manera de pensar”.
Entonces ya se planteó dejar sus vivencias por escrito, pero no se veía “con la suficiente madurez”. Fue durante el confinamiento cuando Bachir, que en la actualidad vive en Madrid y busca oportunidades como actor mientras trabaja en un restaurante, comenzó a materializar su idea. “Empecé a hacer pequeños bocetos y finalmente fueron cuatro meses de escritura”. Además de ser actor, Bachir también se está formando como cantante y guitarrista, y su relato autobiográfico acaba de tomar forma musical con Adelina, una canción que lanzó hace apenas una semana en Youtube y que ya cuenta con más de 10.300 visitas. “La música llegó en un momento especial para mí, cuando estaba solo y tenía ocho años, sentía que me sanaba interiormente”, asevera.
Una vida entre dos continentes
Bachir tenía los mismos prejuicios que Adelina sobre África, una visión totalizadora que apenas distinguía entre diferentes países y culturas, hasta que aterrizó en el aeropuerto de Dakar. Allí comienza la narración, en el instante en el que un niño de ocho años baja del avión y se reencuentra con su abuela. La madre biológica de Bachir le había pedido que la cuidara durante un verano; él no sabía que en realidad sus padres se mudaban a Estados Unidos y Suiza, y la ley no permitía que permaneciera en España con Adelina. “Con toda la información que yo tenía en ese momento de África, hubiera dicho que no a irme a vivir allí”, sostiene.
No siempre fue fácil. “Los demás me veían como un bicho raro. Un niño mimado blanco por dentro y negro por fuera”, escribe el autor en un pasaje del libro. Tuvo que aprender con soltura dos nuevos idiomas, francés y wolof, y adaptarse a costumbres de la religión musulmana que hasta entonces desconocía. También se enfrentó al maltrato de algunos familiares y a la angustia del primer amor, que no terminó como esperaba. Pero no cambiaría la oportunidad de descubrir un país y una cultura que no tenían nada que ver con la imagen que él se había formado previamente, “una experiencia que marcó un antes y un después en mi vida”.
En Senegal, Bachir siempre estaba entre los primeros de la clase e incluso ayudaba a sus compañeros en algunas materias, pero sabía que su vocación tenía que ver con la actuación. Durante años ensayó a escondidas en el club de teatro de su localidad, y tras graduarse solicitó una preinscripción para seguir formándose en una universidad de Quebec. El centro lo aceptó, pero la embajada le denegó dos veces el visado: “Me decían que no veían claro el hecho de que alguien estuviera graduado en Ciencias físicas y naturales y quisiera estudiar teatro”. Fue entonces cuando decidió intentar el regreso a España, aunque su NIE había caducado años atrás porque la embajada española tampoco le había permitido renovarlo. “Adelina quería ayudarme, pero no podía hacer nada”.
Bachir quiere contar su vuelta a España en la segunda parte de Una historia para Adelina. “Tras tantos años en Senegal, me preguntaba: ¿de dónde soy?”. Aquí, al igual que en sus primeros años en Dakar, también se enfrenta diariamente a prejuicios: “A veces no se creen que haya nacido en Canarias o se extrañan de que hable perfectamente español, lo veo en los ojos de mucha gente”. Por eso, celebra que su libro contribuya a derribar estereotipos y coincida con la publicación de otras historias de autores afrodescendientes, como el ensayo Qué hace un negro como tú en un sitio como este, del periodista Moha Gerehou, o el documental A todos nos gusta el plátano, dirigido por el fotógrafo Rubén H. Bermúdez y ganador de la XVIII edición del festival Documenta Madrid.
“El medio audiovisual muestra cómo es la sociedad, pero también cómo la sociedad podría llegar a ser”, opina Bachir sobre la representación de personas migrantes y racializadas en los productos de ficción, donde le gustaría participar con un papel que no fuera estereotípico. “Mucha gente me ha contactado en redes sociales para decir que se sentía identificada con la historia”, agradece. “Ojalá pudieran sentir esa empatía con quienes llegan en patera, ojalá también se les diera una oportunidad y pudieran aprovechar sus capacidades”.
Adelina nunca podrá leer su carta, falleció en 2012 y nunca pudieron reencontrarse. “Por el tema de los papeles no pude ir a su entierro”, lamenta Bachir, pero se imagina lo que Adelina diría si pudiera sostener entre sus manos el libro: “Ya no se creería que lo primero que le mostraran los medios, creo que si pudiera leerlo estaría contenta y orgullosa, querría venir a Senegal y verlo todo”. Una carta a Adelina no podrá llegar a la mujer que lo crió, pero sí a muchas otras personas: “También a los de Vox, porque nadie nace racista, a veces me gustaría enviarles un ejemplar”.