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Basima, jornalera marroquí: “Sangré durante días con dolor, pedí a mi jefe ir al médico y me despidió”

Lepe, Huelva —
9 de junio de 2021 21:58 h

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Basima —nombre ficticio para proteger su identidad real— se cita con elDiario.es en un lugar de la provincia de Huelva cercano a Lepe, donde nadie pueda verla hablar con periodistas. Necesita trabajar en el campo y teme represalias si alguien descubre que está denunciando lo que le ocurrió a finales del mes de abril. Este es el primer año que viene a España con contrato en origen en su país, Marruecos, para trabajar recogiendo frutos rojos en el campo onubense. A los pocos días de llegar, dentro de la primera quincena de contrato —estipulada como periodo de prueba— empezó a sufrir fuertes dolores abdominales y hemorragias vaginales.

“Al principio pensé que era la regla, así que fui a trabajar igualmente. Pero hubo un momento en el que ya no aguantaba más. Entonces le dije a la traductora de la empresa que me encontraba muy mal, para que se lo dijera a los jefes, para que me llevaran al médico”, explica. Llevaba ocho días seguidos trabajando y todavía aguantó otros tres, sangrando y con fuertes dolores, mientras recogía fruta en el campo.

Las fincas donde trabajan y viven las jornaleras contratadas en origen suelen estar alejadas de tiendas y pueblos. Si quieren comprar algo o acudir al médico tienen que caminar varios kilómetros a través de carreteras secundarias e incluso atravesando bosques. “A pesar de mi petición, pasaron de mí. Yo no sabía a quién acudir, ni siquiera sabía dónde hay un hospital”, recuerda. Finalmente el día 20 de abril le dijeron que se quedara en su vivienda —compartida con varias trabajadoras más— ubicada en la propia finca. “Pensé que habrían llamado a un médico para que fuera a la finca a atenderme, pero no apareció nadie”.

Interceptada cuando intentaba ir al médico

Al día siguiente decidió ser ella misma la que buscara atención sanitaria. Salió de la finca y empezó a caminar por una carretera secundaria en dirección al pueblo más cercano, hasta que fue interceptada por un coche: “Dentro de él estaba la encargada de la finca, me metí dentro pensando que me acercaría al fin a un centro médico, pero cuando lo hice el coche dio medio vuelta en dirección a la finca nuevamente”.

“Ya en las oficinas, la encargada y el encargado empezaron a gritarme, a mover los brazos. Hubo un instante en que él hizo ademán de pegarme, pero la mujer le detuvo”, denuncia. “Yo lo único que quería era que me escucharan, que me llevaran a un médico. Pero ellos gritaban, agitaban las manos”.

Según relata, sus jefes le dieron dos minutos para recoger sus cosas y le pidieron firmar unos papeles en español que ella no pudo descifrar. Cuenta que la traductora de la empresa, presente en la sala, le dijo: 'Da gracias que solo te echan, porque podían encerrarte sin que nadie supiera nada de ti'. Le entregaron una copia de su nómina y un certificado en el que se acredita que Basima trabajó durante once días para la empresa y en el que se establece la suspensión del contrato laboral a causa de un “cese en periodo de prueba a instancia del trabajador”.

Abandonada en una carretera

Tras ello, la metieron en un coche y la dejaron sola en un lugar desconocido para ella, en una carretera, sin hablar español y sin saber hacia dónde ir. Hasta que apareció una pareja que accedió a acercarla a un locutorio.

“Allí telefoneé a una amiga, le conté lo ocurrido, le dije que estaba tirada, que no conocía a nadie, que no tenía dinero para un hostal, que no hablo el idioma ni conozco el lugar. Mi amiga contactó con gente de Marruecos, alguien avisó a un hombre que vive en un asentamiento de Lucena del Puerto y él accedió a recogerme en el locutorio y a llevarme a su chabola”, prosigue.

Estuvo varios días convaleciente, con dolores y debilidad, hasta que ese hombre la llevó al hospital Juan Ramón Jiménez de Huelva, donde fue atendida por urgencias y el departamento de ginecología.

Cólico nefrítico

Allí le diagnosticaron un cólico nefrítico, causante de los dolores y la hemorragia, y le recetaron medicación. Tras ello, empezó a plantearse dónde vivir y cómo subsistir mientras su visado de trabajo siguiera en vigor.

“Vino la novia del hombre que me acogía en su chabola y me dijo que yo no podía quedarme más allí. Busqué otras chabolas donde quedarme, me sentí una vagabunda”, recuerda. No quiso preocupar a sus tres hijos, residentes en Marruecos, pero finalmente no le quedó más remedio que pedirles ayuda.

El mayor de ellos, de 23 años, explicó la situación de su madre en su muro de Facebook, y un hombre de Barcelona le contestó facilitándole el contacto de la organización Jornaleras de Huelva en Lucha, constituida hace tres años por trabajadoras españolas y marroquíes.

“Gasté más de 300 euros, necesito trabajar”

Así fue cómo Najat Bassit, una de sus integrantes, recibió hace unos días la llamada de Basima y fue a buscarla al propio asentamiento de Lucena. “Allí me contó toda su historia, empezamos a ver de qué forma podíamos ayudarla y lo primero que hicimos fue buscarle un alojamiento”, explica. Contactaron con el Instituto Andaluz de la Mujer, cuya presidenta es de Huelva, y este gestionó una vivienda de acogida a través de la ONG Fecons, donde Basima se recupera ahora de su dolencia y donde podrá quedarse hasta finales de junio. Mientras, sigue buscando trabajo.

“He venido a España para ayudar a mis hijos y me encuentro así. Me gasté más de 300 euros para venir, ellos esperaban que yo les ayudara pero soy yo quien les está pidiendo ayuda. Necesito trabajar y ganar algo de dinero”, dice. Las pérdidas económicas que ha sufrido Basima son importantes para su contexto. Habitualmente antes de salir de su país las jornaleras marroquíes tienen que pagar el pasaporte si no cuentan ya con uno, el visado y provisiones de comida, ropa y medicinas para su estancia, más baratas en Marruecos que aquí.

Un caso no excepcional

Desde Jornaleras de Huelva en Lucha explican que el caso de Basima no es excepcional. A lo largo de los años han presenciado situaciones similares. Najat Bassit, que trabajó catorce años en el campo, dice haber sido testigo de varias situaciones en las que alguna jornalera marroquí enfermaba y la empresa se negaba a facilitarle atención médica. Hoy siguen llamándola cuando alguna necesita acudir al centro de salud, para que ella les eche una mano con la traducción.

“Hay casos de compañeras que enferman por accidentes laborales y los jefes las mandan a casa”, lamenta Najat. Su compañera de Jornaleras en Lucha, Ana Pinto, denuncia que “cuando contraen una enfermedad la empresa las abandona, las echa de la finca, como mucho les ofrecen un billete para volver a Marruecos, aún sabiendo que si vuelven a su país, en casos de enfermedad grave como puede ser un cáncer, las envían la muerte, porque allí no cuentan con los mismos recursos sanitarios para ser tratadas”.

Hay un gran problema relacionado con la atención médica que las jornaleras reclaman cuando la necesitan y que a menudo se les niega.

“Tenemos informes médicos donde los mismos doctores recomiendan a esas mujeres que se queden aquí y no regresen. Muchas de esas mujeres enfermas han terminado en chabolas, es una barbaridad. Cuando empezamos nuestra lucha creíamos que íbamos a defender derechos laborales, pero vemos que también tenemos que hacer trabajo social. No imaginábamos que tendríamos que acabar acompañando a una compañera a una sala de oncología de un hospital porque quien se supone que tiene que velar por sus derechos la deja totalmente abandonada”, añade.

Ninguna de las denuncias en juzgado que presentan las trabajadoras marroquíes en Huelva está hecha a título personal, porque no pueden permitirse asumir represalias, necesitan seguir trabajando. Algunas abogadas que siguen de cerca los abusos que sufren las jornaleras señalan posible omisión de socorro en el caso de Basima y subrayan que aunque su despido se produjo en periodo de prueba, el hecho de que estuviera enferma podría requerir una investigación.

“Lo que está claro es que hay un problema muy gordo relacionado con la atención médica que las jornaleras reclaman cuando la necesitan y que a menudo se les niega o no se les facilita el acceso. Esto es muy grave y no debería funcionar así, estamos hablando de derechos esenciales y de la salud de seres humanos”, lamenta Pinto.