Befriending, el proyecto que conecta a personas refugiadas con población local en España: “¡Amigos, necesito amigos!”

Hace cuatro que años que Rouba y su familia llegaron a España tras huir de las bombas en Siria. A este lado del Mediterráneo recibieron protección internacional e ingresaron en los recursos del sistema oficial de acogida. A pesar de la dureza del exilio, reconoce que pronto sintieron que “estaban bien, acostumbrándose a la vida aquí”. Un día le confesó a su trabajadora social que había algo que echaba en falta. “¡Amigos, necesito amigos!”, reclamaba esta madre refugiada siria.

Ha pasado el tiempo de aquella conversación, pero Rouba la recuerda como una anécdota tomando un café con Laila y Anamaría, a quienes ahora define como “dos grandes amigas”, con las que comparte importantes momentos de su nueva vida.

Se conocieron gracias a Befriending, un programa impulsado en 2015 por la ONG Rescate Internacional y después apoyado por la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) y su comité en España. Su nombre lo indica todo: la entidad pone en contacto a personas solicitantes o beneficiarias de protección internacional con vecinos y vecinas que puedan facilitar su participación social a través de una relación de amistad.

“El objetivo es reducir el sentimiento de soledad y aislamiento”, argumenta Cristina Bermejo, directora de la ONG. Un reto aún pendiente para la administración pero que la ciudadanía está dispuesta a afrontar. Por este proyecto han pasado más de 320 personas voluntarias y más de 200 personas refugiadas, de las cuales el 84% reconoce que “han visto mejorada su percepción de apoyo e integración social tras su participación” en Befriending.

El informe '¿Acoger sin integrar?' denuncia que el sistema de acogida español “se muestra incapaz de superar las dificultades de integración que los refugiados afrontan” en la sociedad, lo que les empuja a la precariedad laboral, inseguridad económica e inestabilidad residencial. Sin embargo, el documento destaca las ventajas ligadas a la creación de vínculos entre entre la población local del país de acogida y las personas refugiadas: “Proporcionan un capital social básico que abre campos de oportunidades personales, laborales y residenciales más amplios” y favorecen la integración e inclusión, concluye el estudio, elaborado por  la Cátedra de Refugiados y Migrantes Forzosos (IUEM) de la Universidad Pontificia Comillas ICAI-Icade, el Instituto de Derechos Humanos Pedro Arrupe de la Universidad de Deusto y el Servicio Jesuita a Migrantes.

Elena y Marta no se conocían cuando cada una por su cuenta buscó en internet alguna iniciativa en la que pudieran contribuir en el acompañamiento y bienestar de las personas refugiadas llegadas a Madrid. Así fue cómo se toparon con Befriending. Destacan de la iniciativa la posibilidad de realizar una especia de voluntariado de “una forma natural”, sin horarios u otro tipo de requisitos más habituales en estos casos. Pero, sobre todo, se convirtió en la puerta de acceso a una firme amistad que, desde mayo de 2019, comparten con Diana, una joven que salió de Venezuela debido a la delicada situación del país, pero también con el deseo de desprenderse de la violencia machista que marcaba su existencia.

“Cuando las conocí yo estaba en un momento muy vulnerable porque me encontraba en estado de depresión, pero ellas me ayudaron a salir”, dice emocionada Diana en presencia de sus compañeras. “Las dos son diferentes, pero suman mucho para mí. Me han cambiado muchísimo”, valora. Un reconocimiento que es mutuo. “Lo mejor de Diana es que, a pesar de todo lo que ha pasado, siempre está sonriente”, añade Marta.

Quedan para ir a museos, hacer alguna escapada, patear la ciudad o irse de cañas. Los planes de cualquier grupo de amigas que, como apunta Marta, cuenta con “la complicidad como mujeres, desde el primer momento”. Para ellas, éste es uno de los ingredientes del éxito de esta relación que nació como una forma de hacer voluntariado y recibir apoyo, pero que se ha transformado en amistad.