Qué puede cambiar en la política migratoria italiana en un Gobierno sin Salvini
Una de las primeras condiciones del Partido Democrático (PD) para sentarse a negociar con el Movimiento 5 Estrellas (M5E) la formación de un nuevo Gobierno en Italia fue la abolición de los dos decretos en materia migratoria impulsados por el ministro del Interior en funciones, Matteo Salvini. El líder de la Liga consiguió sacar adelante ambas normas, que restringían la concesión de permisos por motivos humanitarios y castigaban a las ONG, con el apoyo del M5E, sus socios de Gobierno durante 15 meses. El acuerdo entre socialdemócratas y 'grillinos' aún no se ha materializado y no está nada claro de que las exigencias del PD se vayan a cumplir.
Como telón de fondo de las conversaciones para la formación de un nuevo gobierno que excluya a Salvini, el todavía ministro del Interior acaba de firmar una orden de prohibición de entrada en aguas italianas contra el barco italiano de Mediterranea Saving Humans, en el que todavía quedan 34 personas, y el buque de Mission Lifeline, con 101 migrantes a bordo.
Desde el centro izquierda piden un cambio en la política migratoria como señal de ruptura del M5E con la ultraderechista Liga. Sin embargo, en la formación liderada por Luigi Di Maio hay muchas reticencias a un cambio brusco de tendencia. Para empezar, intentando salvar su imagen, el propio Di Maio ha manifestado que se muestra “orgulloso de su anterior experiencia de Gobierno”, en la que fue vicepresidente. Con el reparto de carteras entre ambas fuerzas aún en el aire, es pronto para definir cómo serán determinadas políticas.
En primer lugar, será importante conocer quién ocupa el puesto de ministro del Interior que deja vacante Matteo Salvini. Desde el cargo, el ultraderechista no solo ha ejercido una política de mano dura contra la inmigración, sino que le ha servido para otorgarle a su hiperactividad mediática el tono de autoridad que le confiere el Ministerio.
Lo más previsible en estos momentos es que el próximo inquilino del departamento sea un tecnócrata. Ni PD ni M5E quieren que Salvini dirija sus ataques contra un político, por lo que se barajan nombres como Raffaele Cantone, expresidente de la Autoridad Nacional Anticorrupción, o los jefes policiales Franco Gabrielli y Mario Morcone.
Tampoco ha salido nunca de las quinielas Marco Minniti, quien ya fue ministro del Interior en el anterior Gobierno de Paolo Gentiloni. Juega en su contra que es un hombre de partido —lo que se intenta evitar—, pero conoce todos los mecanismos de ese despacho. Precisamente Minniti fue quien se encargó de endurecer la política migratoria del último Gobierno socialdemócrata.
Durante su mandato obligó a las ONG a firmar un código de conducta que limitaba sus acciones de rescate en el Mediterráneo, Italia dotó de más medios a los guardacostas libios y el mismo ministro selló un acuerdo con quienes controlan el territorio en aquel país para que impidieran salir a los migrantes del país, en el que han documentado numerosos abusos. La intención era desplazar la gestión migratoria al norte de África y que fuera Libia la que asumiera el control de sus fronteras y las operaciones de salvamento en el Mediterráneo. No obstante, Minniti nunca llegó a cerrar los puertos italianos como lo hizo Salvini y siempre se ha mostrado crítico con la actuación de su sucesor.
En aquel momento, desde la caída del Gobierno de Matteo Renzi en diciembre de 2016 hasta las elecciones de marzo de 2018, la oposición del Movimiento 5 Estrellas y la Liga fue muy dura con la política migratoria del Ejecutivo. El M5E comenzó a sembrar dudas sobre una hipotética relación —nunca probada— entre las ONG y los traficantes, mientras que la Liga reclamaba directamente impedir los desembarcos, como después hizo su líder, Matteo Salvini.
Esta estrategia de desgaste fue minando al PD, que nunca supo cómo gestionar el asunto. Por un lado se mostraba partidario de la acogida, pero por otro fue endureciendo sus medidas. Las constantes peticiones de colaboración a la Unión Europea nunca llegaron, por lo que finalmente quienes se habían mostrado más férreos contra la inmigración terminaron formando Gobierno.
El exprimer ministro Matteo Renzi le recordó a su tocayo Salvini un pasaje del Evangelio de Mateo durante el pasado discurso de Giuseppe Conte en el Senado, en el que este anunció su dimisión y dejó encaminado el pacto M5E-PD. “Le recuerdo eso de que tenía hambre y me habéis dado de comer, tenía sed y me habéis dado de beber. Si cree en estos valores, permita desembarcar a personas todavía secuestradas por una política vergonzosa”, le espetó Renzi a Salvini. Sin embargo, nadie en el PD ha dicho claramente que si finalmente llegan al Gobierno lo primero que vayan a hacer sea abrir los puertos.
Menos concreta aún es la posición del M5E en este sentido. Solo en los últimos meses algunos ministros de este partido han atacado la política migratoria de Salvini y cuando lo han hecho ha sonado a táctica electoral. Los díscolos han sido el titular de Transportes, Danilo Toninelli, uno de los hombres del aparato 'grillino'; Elisabetta Trenta, la ministra de Transportes, asesorada por Augusto Rubei, uno de los estrategas externos con más prestigio en la formación; y el primer ministro, Giuseppe Conte. Para cuando llegaron estas discrepancias estaba claro que la ruptura con la Liga era cuestión de tiempo y había que marcar diferencias ideológicas.
Antes de todo esto, durante más de un año, el M5E ha aprobado los decretos migratorios de Salvini, ha aceptado el cierre de puertos. También le ha dado su apoyo para que mantuviera la inmunidad parlamentaria y no tuviera que ser juzgado por secuestro de personas tras haber impedido el desembarco de migrantes de un barco militar italiano. Este mismo delito está siendo investigado por la Fiscalía de Agrigento tras el bloqueo, durante días, de la embarcación Open Arms con un centenar de náufragos a bordo frente a Lampedusa. Aún se desconocen las personas o instituciones contra las que está dirigida la causa.
El primer decreto impulsado por el líder de la Liga restringió la concesión de permisos de asilo por motivos humanitarios y vació de fondos la política de acogida. Mientras que el último, que otorga a Interior la potestad de impedir la entrada de barcos de las ONG en aguas italianas e impone multas a estas organizaciones de hasta un millón de euros si incumplen la orden, fue aprobado el pasado 6 de agosto, hace menos de un mes.
Gracias a él, Salvini abandonará previsiblemente el Ministerio satisfecho. En los últimos días ha firmado una circular que impide entrar en aguas territoriales de su país a dos ONG que están actualmente en el Mediterráneo con migrantes salvados a bordo. Se trata de la italiana Mediterranea Saving Humans, de la que han desembarcado 64 personas por motivos de salud, pero en la que todavía permanecen otras 34; y Mission Lifeline, que rescató a 101 migrantes el pasado lunes.
La orden de Interior fue además ratificada por Transportes y Defensa, los dos ministerios teóricamente enfrentados con Salvini, cuando la operación para que el líder ultraderechista quedara fuera del Gobierno ya estaba en marcha. Lo que se sospecha es que una buena cantidad de dirigentes del M5E —entre ellos Di Maio— nunca han terminado de cerrar la puerta a la Liga por si el pacto con el PD se iba al traste.
La sentencia del Tribunal de Justicia Administrativa de la región del Lazio, emitido tras el recurso presentado por Open Arms durante la última crisis, invalidó en la práctica el decreto de Salvini de impedir la entrada a los barcos de las ONG en aguas italianas. Aquella medida solo sirvió para ese caso concreto: el ministro no la ha tenido en cuenta para seguir aplicando la misma política con las dos organizaciones que esperan para llevar a los migrantes a tierra.
El líder de la Liga ya ha anunciado un otoño caliente con una serie de manifestaciones contra un Ejecutivo que aún no ha visto la luz. Según encuestas, como la elaborada hace unos pocos meses por YouTrend, el 60% de los italianos respaldan su política de cerrar los puertos, por lo que un cambio drástico en este aspecto podría servirle para radicalizar aún más su discurso. Ahora no ya en el Gobierno, sino desde la oposición.