El Gobierno chino ha prohibido a los funcionarios, estudiantes y profesores musulmanes de la región noroccidental de Xinjiang que ayunen durante el Ramadán, que comenzó el jueves, mientras disuade de lo mismo a todo tipo de ciudadanos en los lugares de la región con mayor concentración de fieles.
“Los establecimientos de alimentos operarán las horas habituales durante el Ramadán”, apunta la Administración de Alimentos y Medicamentos de un condado de Xinjiang en su página web.
Ese mensaje se suma a otros emitidos a través de internet por las autoridades de varios lugares de Xinjiang, en los que o bien se prohíbe a algunos sectores de la población que ayunen o se recomienda a toda la población que no siga esa práctica.
Xinjiang es hogar de la minoría uigur, una comunidad emparentada con pueblos de Asia Central que profesa la religión musulmana, y la región se ha convertido en los últimos años en foco de tensiones entre éstos y las autoridades chinas y la mayoría han.
Mientras Pekín acusa a grupos islamistas e independentistas uigures de ser responsables de la violencia, algunos portavoces de esta minoría en el exilio la atribuyen a la discriminación y represión que la comunidad sufre por parte del régimen, con el ataque a su religión como parte de ello.
El Partido comunista prohíbe la religión
Así, mientras algunos medios oficiales, entre ellos la televisión estatal CCTV, divulgan estos días imágenes mostrando a musulmanes en Shaanxi (centro) leyendo el Corán y preparando alimentos antes de la llegada de su mes sagrado, organizaciones como Amnistía Internacional (AI) alertan sobre el deterioro de la situación.
Nicholas Bequelin, director de Asia Oriental para AI, dijo a Efe que, si bien no hay nada nuevo en la prohibición del ayuno a funcionarios, profesores o estudiantes, ya que la ley no permite a los miembros del Partido Comunista practicar ninguna religión ni que ésta “altere actividades rutinarias”, hay más imposiciones nuevas.
Cita como ejemplo que no se permite a menores de 18 años participar en actividades religiosas en Xinjiang, “lo que se utiliza de pretexto para impedir el ayuno”, y que “las autoridades están especialmente nerviosas sobre que los jóvenes universitarios hagan muestra pública de sus creencias”.
Lo que ha cambiado, apunta, es que “el Partido y el Gobierno ahora ven estas prácticas como un test de lealtad: el ayuno en Ramadán ha pasado de ser tolerado a ser desalentado y a ser efectivamente prohibido en instituciones controladas por el Estado”.
En lugares como Kashgar, al sur de Xinjiang y donde hay uno de los índices más altos de población musulmana de la región, “las autoridades van tan lejos que incluso disuaden del ayuno a la gente ordinaria, insistiendo a los restaurantes que permanezcan abiertos y organizando eventos públicos donde se ofrece comida”.
“Es una política muy incorrecta que no sólo viola la libertad religiosa, incluso bajo la ley china, sino que además es profundamente discriminatoria”, de forma que “agrava las tensiones interétnicas”, opina Bequelin.