Cientos de ucranianos piden los papeles en Madrid: “Nos atienden bien, pero quiero irme a mi casa”
Pasaban las 11 horas de la mañana cuando un centenar de refugiados de Ucrania ya había pasado por el centro de referencia creado en Madrid para gestionar su llegada. Este viernes, los desplazados por la ofensiva rusa podían empezar a tramitar su documentación en la capital, en un proceso inédito por su prometida rapidez, que choca con los habituales retrasos ligados a cualquier gestión de extranjería. En menos de 24 horas, el Ministerio del Interior ya había resuelto varias resoluciones. Natalia ya tiene un permiso temporal de residencia y trabajo. Es la primera.
La gran afluencia de personas que acudían al centro en busca de papeles y la confusión de una parte de la información trasladada a algunos de los refugiados han marcado la primera jornada de un centro levantado en tres días para recibir a quienes huyan de la guerra en Ucrania. Una de las familias que ya ha logrado obtener sus permisos acudió a las 9:30 horas de la mañana. La mujer y los dos hijos no salieron del centro hasta las 17:30 horas, relatan. Lo hicieron, ocho horas después, con un papel que les da derecho a vivir y trabajar en España.
La voz no ha tardado en correrse entre la comunidad ucraniana. El día empezó con llegadas paulatinas de familias que pasaban al interior del centro, ubicado en Pozuelo de Alarcón, con relativa fluidez, pero en torno a las 13:00 horas comenzaron a formarse las primeras filas para acceder al edificio, al que iban entrando por grupos. Transcurrida la mañana, las colas eran cada vez más numerosas y el personal del centro reconocía que “no esperaba tanta gente”. Un problema en el sistema informático ralentizó los trámites durante las primeras horas, apunta Interior, que defiende que posteriormente se ha solucionado y celebra la “rápida resolución” de los expedientes.
“Llora todos los días”
Vasyl no estaba en la fila, pero miraba inquieto hacia las puertas metalizadas del edifico. Tras ellas se encontraban su hija y su nieta, a las que fue a buscar a Polonia para traerlas a España, donde vive desde hace 20 años. Cuenta aún descompuesto los tres días en los que las esperó al otro lado de la frontera, mientras ellas trataban de salir del país recorriendo 400 kilómetros en coche y 50 kilómetros a pie. Vivía en Ivano-Frankivsk, donde este viernes se registraron varias explosiones próximas al aeropuerto. “Mi hija es psicóloga. Llora todos los días, porque echa de menos a los niños con los que trabajaba, echa de menos su vida”, explica el hombre, de unos 50 años, que mantiene la mirada en el edificio.
Han llegado aquí para gestionar sus papeles: “Llevamos todo el día y estamos buscando dónde tenemos que ir para que pueda registrarse. Varios paisanos nos han contado que es aquí donde tenemos que venir”. Como la gran mayoría de quienes se acercan a este centro, todas las personas con las que ha hablado elDiario.es no vienen en busca de acogida, sino para solicitar la protección temporal, que les habilita para trabajar y vivir en España durante un año, prorrogable hasta tres en periodos de seis meses.
“Mis padres está conmigo en casa, pero venimos a pedir la protección temporal”, cuenta Yulia. Su madre y su padre, de 62 años, permanecieron escondidos en sótanos de Kiev, protegiéndose de los bombardeos durante más de una semana. “Estuvieron muchos días en los sótanos, sin dormir... querían quedarse pero, al ver que la situación no se soluciona, han tomado la decisión”, relata mientras espera la salida de sus familiares. Aquí estaba su hija para recibirlos.
No era la primera vez que huían: “Ya tuvieron que hacerlo de Donesk, tras el inicio de las protestas y el conflicto en la región. ”Allí dejaron su negocio, una copistería, y tuvieron que empezar de cero en Kiev. Pensábamos que allí estarían seguros. Este año habían abierto de nuevo un 'copy-center'... Y ahora tienen que empezar de cero, otra vez. Han salido con una bolsa“.
Mucha expectación
En la cola, varias trabajadoras del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones se acercan a quienes esperan para preguntar si necesitan información. En el interior, según explicó la Secretaría de Estado de Migraciones, existen dos filas. Por un lado, aquellas personas que requieren alojamiento además de documentación. Por otro, la mayoría, quienes ya cuentan con un techo y necesitan solicitar su permiso de residencia.
“Nos interesan los documentos, los papeles”, dice una joven que ya cuenta con un lugar donde dormir. “Esta mañana hemos ido a Aluche [donde se encuentra la Oficina de Extranjería de la Policía Nacional], pero nos han dicho que tenemos que venir aquí”, responde la chica a una de las trabajadoras del dispositivo. “Este sería vuestro sitio, pero estad preparados para esperar unas horas, no es inmediato. Aquí ya os explican cómo funciona y cómo os lo hacen”, le responde, mientras la cola cada vez es más larga. Media hora después, sin embargo, algunos de los refugiados comenzaron a recibir otra indicación.
Oleg sale con su hijo sobre su regazo, mientras su mujer camina con su hija de la mano: “Hemos esperado una media hora y nos han dicho que, para las personas que no necesitemos acogida, es mejor que vayamos el lunes a cualquier comisaría de Madrid”, explica. “A las 11 de la mañana me vine yo solo para enterarme y me dijeron que sí. Para esto me he traído a toda mi familia, y ahora me dicen que no...”.
Confusión
La “saturación” que en esos momentos se estaba produciendo en el centro, según las palabras del personal de Inclusión escuchadas por este medio, empujó a recomendar a los solicitantes que acudiesen el lunes a una comisaría. “Me dicen que no pensaron que iba a venir tanta gente, así que ahora nos dicen que solo pueden pedirlo aquí las personas sin alojamiento”, se queja Oleg. Sin embargo, el consejo transmitido por el personal de Inclusión a estas personas no se ajusta a los puntos establecidos para la tramitación de los papeles de los desplazados ucranianos, según confirma el Ministerio del Interior a elDiario.es, dado que el único centro habilitado por el momento en la Comunidad de Madrid para tramitar la protección temporal de los refugiados de Ucrania es el centro de recepción de Pozuelo de Alarcón.
Según la instrucción sobre el dispositivo, publicada el jueves en el Boletín Oficial del Estado, “la solicitud de protección temporal se formulará mediante comparecencia personal de la persona interesada ante funcionarios de la Dirección General de la Policía, en los centros de acogida, recepción y derivación del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones o, en su caso, ante las comisarías de policía que se determinen”.
Una directriz interna aprobada por la Policía Nacional para determinar las comisarías habilitadas para este fin establece que, en aquellas provincias que cuenten con un centro de recepción específico, solo se podrá tramitar la protección temporal en estos espacios de referencia, coordinados por el Ministerio de Inclusión. De momento, solo está abierto el de Madrid, ubicado en Pozuelo de Alarcón, aunque el equipo de José Luis Escrivá Fuentes busca dos nuevos espacios en Alicante y Barcelona. Fuentes de la Secretaría de Estado de Migraciones justifican la confusión generada de “anecdótica” y recalcan que se trata del primer día de tramitación de la protección temporal en este centro y el operativo se puede ir adaptando en función de la estimación de solicitantes.
La hija de Vasyl es otra de las personas que salieron del centro con la directriz de acudir a “cualquier comisaría de Madrid”. La mujer sale entre lágrimas y abraza a su padre. Su niña se une a ellos y lloran todos juntos durante unos minutos. Su llanto no se debe al cambio de planes, eso es lo que menos les importa en este momento. En la recepción del centro, mientras esperaba a obtener información, la chica de 32 años ha hablado con otras personas que sufrían la misma situación que ella. A su alrededor observaba a decenas de mujeres ucranianas empujadas a huir.
“Nos han atendido bien, solo que no quiero estar aquí. Estoy preocupada por mi casa. Quiero irme a mi país”, responde la joven, con el rostro semicubierto con una mascarilla rosa, mojada por las lágrimas.
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