Cinco días después de que Haiyan arrasara las provincias centrales de Filipinas, las autoridades locales y organismos religiosos han comenzado a cavar fosas comunes donde enterrar a las víctimas mortales. Tratan de prevenir los brotes de enfermedades y epidemias motivadas por los cientos de cuerpos que continúan esparcidos por las zonas devastadas por el tifón. La llegada de una nueva tormenta a la isla de Leyte se suma a los muchos obstáculos que retrasan el acceso de la ayuda humanitaria a los lugares más afectados.
Mientras la ayuda llega a cuentagotas, la desesperación no cesa: aunque el pillaje en busca de alimentos y agua ha disminuido, un episodio ocurrido en Leyte refleja otras de las consecuencias del hambre: miles de personas asaltaron un almacén de arroz estatal provocando el hundimiento de una de sus paredes. Ocho personas murieron. Buscaban algo que comer.
El almacén estaba situado en Alangalang, provincia de Leyte, un área donde el hambre y la desesperación alcanzan límites insospechados tras la destrucción provocada por el tifón. Las fuerzas de seguridad no pudieron actuar mientras veían como miles de personas se llevaban cerca de 100.000 sacos de arroz. Ocho personas murieron aplastadas tras el derrumbe de una de las paredes del almacen, informa Associated Press.
El Gobierno de Filipinas está siendo muy criticado debido al retraso de las ayudas, con una creciente frustración en las zonas afectadas más difíciles, como Tacloban, la capital de la provincia de Leyte, donde, además, el hedor se expande debido a la acumulación de cuerpos amontonados en la ciudad. La población transita por las calles con la nariz cubierta, tratando de evitar el olor a muerte en su busqueda de la supervivencia. Las autoridades se han visto desbordadas por la cantidad de muertos que los familiares y vecinos llevan continuamente a recintos religiosos y el edificio habilitado como morgue.
En Barangay Paon, en el noreste de la isla Panay, también se ha informado de un sepelio masivo de 55 personas no identificadas, que se cree que pertenecen a un grupo de marineros residentes en Masbate. “Los cadáveres pueden contaminar otras fuentes como el agua, pero no son los causantes de la difusión de enfermedades”, declaró el director de Centro Nacional de Epidemología, Eric Tayag, al canal filipino.
El paso de la tormenta tropical Zoraida por la región occidental del archipiélago filipino ha llevado más lluvia a Tacloban y las poblaciones cercanas que agrava las inundaciones parciales de varias zonas de la ciudad. La propagación de enfermedades como la gripe y la aparición del cólera u otras epidemias es una de las máximas preocupaciones de las autoridades locales, cuando las provisiones de alimentos y agua potable y el suministro de material médico continúa llegando con cuentagotas a las provincias centrales de Samar, Leyte y el norte de Cebú, las más afectadas por el desastre natural, aunque las agencias nacionales e internacionales han empezado a desplegarse en la región.
Inmersos en esta situación de caos, contabilizar el número de víctimas mortales de forma fiable continúa siendo imposible. El Consejo para la Gestión y Reducción de Desastres de Filipinas elevó a 1.833 el número oficial de fallecidos en su último informe, en el que también confirmó que al menos hay 2.623 heridos y 84 desaparecidos. El presidente de Filipinas, Benigno Aquino, descartó anoche que el número de muertos alcance los 10.000, como estimó Naciones Unidas, e indicó que la cifra rondará entre los 2.000 y los 2.500, durante una entrevista con el canal estadounidense CNN.