El 16 de septiembre de 2008, Luz Marina Bernal recibioÌ una llamada. Una voz le deciÌa que ya podiÌa ir a identificar unas fotos de un cadaÌver, posiblemente su hijo, en OcanÌa.
—¿En OcanÌa? —Luz Marina necesitaba confirmar la informacioÌn.
OcanÌa estaÌ a casi 700 kiloÌmetros de Soacha, una poblacioÌn de 700.000 habitantes en la periferia de Bogota. Se tarda 12 horas en llegar. ¿CoÌmo podiÌa ser que hubiera acabado tan lejos? Fair Leonardo Porras Bernal teniÌa una discapacidad y, aunque su apariencia era la de un apuesto chico de 27 anÌos, “por dentro era un ninÌo de nueve”, recuerda su madre. No habiÌa aprendido a leer ni a escribir, no conociÌa el valor del dinero.
Meses atrás, cuando su hijo desaparecioÌ, la FiscaliÌa no aceptoÌ la denuncia, asiÌ que Bernal inicioÌ un peregrinaje por caÌrceles, hospitales, albergues y morgues. Su hijo trabajaba en la construccioÌn y haciÌa recados a los vecinos. En el barrio todo el mundo lo echoÌ de menos. Era “amable e ingenuo”, describe su madre. Cuando fue a recoger su cadáver a OcanÌa, la conversacioÌn con el fiscal no podiÌa ser maÌs inverosiÌmil.
—Su hijo era el jefe de una organizacioÌn narcoterrorista. Portaba un arma en la mano derecha.
—¿CoÌmo un muchacho con una discapacidad del 53% va a mandar a un grupo de hombres narcoterroristas? AdemaÌs, ¡mi hijo era zurdo! —le espetoÌ al fiscal.
Un negocio bien lucrativo
Bernal se dio cuenta de que su caso no era el uÌnico. TeniÌa constancia de que al menos otros 16 muchachos habiÌan desaparecido en similares circunstancias entre diciembre de 2007 y agosto de 2008. Cuando a otra vecina de Soacha, MariÌa Ubilerma Sanabria LoÌpez, le dijeron que habiÌan encontrado a su hijo Jaime Estiven Valencia tambieÌn en OcanÌa, Bernal se ofrecioÌ a acompanÌarla.
“Lo sacaron de la fosa. Dios quiera que nunca le suceda en la vida una cosa tan horrible”, explica desgarrada Sanabria. Su hijo teniÌa 16 anÌos, queriÌa ser veterinario y que a su madre no le faltara de nada. TambieÌn queriÌa ser muÌsico. El oiÌdo le veniÌa de familia. Sanabria entona las primeras estrofas de un corrido que ha compuesto y que resume su historia.
SenÌoras y senÌores, vengo a contarles la historia de los muchachos de Soacha
que fueran asesinados en el anÌo 2008
en el mandato de Uribe y su ley de democracia
Los llevaron para OcanÌa con propuestas de trabajo.
Lo que ellos nunca supieron,
que fueron viÌctimas de Estado,
siendo ministro de Defensa el hoy en diÌa presidente Santos.
El Gobierno los llamoÌ los falsos positivos.
Como los muertos ya no hablan,
fue un negocio bien lucrativo.
Las Madres de Soacha habiÌan destapado uno de los maÌs macabros escaÌndalos de la historia reciente de Colombia, los llamados “falsos positivos”. Como advirtioÌ Philip Alston, relator especial sobre Ejecuciones Extrajudiciales de la ONU, los casos de jóvenes secuestrados por el Ejército en Soacha eran “simplemente la punta del iceberg”.
¿CuaÌntas de las 3.084 ejecuciones extrajudiciales cometidas entre 2002 y 2009 fueron “falsos positivos”? La FiscaliÌa estudia maÌs de 1.700 casos, pero el total se desconoce. Gracias a los informes de Alston y de organizaciones de derechos humanos, lo que siÌ se conoce bien es la manera en la que se perpetraban los asesinatos.
Los muchachos eran enganÌados por personas vestidas de civil, a menudo con promesas de trabajo. “Con los 200.000 pesos [86 euros] que me dieron por llevarlo a OcanÌa le pagueÌ una deuda a un prestamista –explicaba el secuestrador de Fair Leonardo–. El uÌnico requisito es que no fueran mujeres ni viejos”. Cuando los joÌvenes desapareciÌan, las familias acudiÌan a presentar la denuncia, pero la AdministracioÌn les negaba asistencia.
En marzo de 2008, Ana Delina PaÌez ensenÌoÌ la foto de su hijo Eduardo GarzoÌn PaÌez, de 32 anÌos, a los funcionarios, que contestaron entre risas: “Con esa pinta, ese man estaÌ con alguna vieja”. Eduardo siempre iba muy “pintoso”, recuerda Ana Delina. Con apoyo de un alto funcionario de Soacha y la ONU, las familias empezaron a indagar por su cuenta.
Las investigaciones acabaron confirmando que muchos de los asesinatos fueron llevados a cabo por la Brigada MoÌvil nº 15 y el BatalloÌn de InfanteriÌa nº 41 del EjeÌrcito.
Para escenificar que se habiÌa producido un combate y que los muertos eran guerrilleros o paramilitares, a los cadaÌveres se les quitaba cualquier identificacioÌn y se les vestiÌa con ropa de camuflaje. A veces la puesta en escena era tan burda que, misteriosamente, las balas no habiÌan agujereado la tela o el uniforme estaba puesto encima de la ropa de calle. Junto a los cuerpos, armas ya inservibles. En las manos de los supuestos combatientes, ni rastro de poÌlvora, porque sencillamente no habiÌan disparado.
SeguÌn denuncia un informe de la organización pro derechos Fedes, “para dar visos de legalidad”, se falsificaron multitud de documentos, informes de inteligencia y actas de operaciones, “todo un aparato en funcioÌn del encubrimiento de estos criÌmenes en contra de la poblacioÌn civil”. Pero ¿para queÌ?
“La guerra se mide en litros de sangre”
Uno de los militares implicados en las desapariciones contaba coÌmo la presioÌn por conseguir “positivos” en combate se elevoÌ a partir de 2002, cuando Uribe llegoÌ a la presidencia: «Nos dijo mi coronel RamiÌrez: '[...] la guerra se mide en litros de sangre, el comandante que no tenga resultados de muertos por mes tendraÌ la sancioÌn correspondiente'“.
Unos anÌos maÌs tarde, dos leyes impulsadas por el que fuera ministro de Defensa Camilo Ospina y puestas en praÌctica por su sucesor, el actual presidente Juan Manuel Santos, recogiÌan ascensos, pagos en metaÌlico y vacaciones como premio por las bajas obtenidas. SeguÌn la FederacioÌn Internacional de Derechos Humanos, el fenoÌmeno de los falsos positivos estuvo tan extendido que se puede concluir que estaba apoyado por los maÌs altos mandos del EjeÌrcito.
Ni Álvaro Uribe ni Juan Manuel Santos recibieron a las Madres de Soacha. Las tacharon de “mamaÌs chillonas” que no admitiÌan que sus hijos pudieran ser delincuentes: “No hay muerto malo ni hijo feo”, les deciÌan. Los juicios que habiÌan interpuesto las familias se postergaban una y otra vez. En enero de 2010, 46 militares quedaban libres por vencimiento de teÌrminos. Para festejarlo, el EjeÌrcito organizoÌ una fiesta para los encausados y sus familias.
“No hay hijo feo, pero tampoco crimen perfecto”
Desde el principio, las familias de los desaparecidos sufrieron amenazas. Y no sólo amenazas. John Nilson GoÌmez fue arrojado por un puente cuando intentaba esclarecer la muerte de su hermano. SobrevivioÌ de milagro, pero fue asesinado poco despueÌs.
Pero no contaban con su “berraquera” –su valentía, su tozudez–, mantiene MariÌa Ubilerma Sanabria. “No hay muerto malo, ni hijo feo; pero tampoco crimen perfecto”, replicaban las Madres en uno de los encuentros que organizaron para recordar a sus hijos. Con apoyo de colectivos colombianos, como la Ruta PaciÌfica de las Mujeres, e internacionales, como Mujeres de Negro o las Madres de Plaza de Mayo, las Madres de Soacha siguieron adelante con los juicios.
La primera condena llegoÌ en julio de 2011. Fue en el caso de Ana Delina PaÌez, por su hijo Eduardo, y de Kelly Joana Ruiz, por su esposo Daniel AndreÌs Pesca. En el proceso, ocho exmilitares fueron condenados a penas de entre 28 y 55 anÌos de prisioÌn. “Dios bendiga a ese fiscal y a esa juez, porque se dio justicia –dice PaÌez mirando por la ventana–. Falta conseguir a los grandes. ¿CoÌmo comenzoÌ esto y por queÌ? Si hubieran sido uno, dos, tres, pero ¡es que son miles!”.
Dos años después, el Tribunal Superior de Cundinamarca condenó a seis militares involucrados en el asesinato de Fair Leonardo a penas de entre 53 y 54 anÌos de prisioÌn. TambieÌn, en un gran avance para la lucha de las Madres de Soacha, lo calificoÌ de crimen de lesa humanidad.
La sentencia reconociÌa la naturaleza sistemaÌtica y generalizada de las ejecuciones, asiÌ como su caraÌcter discriminatorio, ya que todas las viÌctimas eran joÌvenes humildes. Para la abogada Gloria Silva, representante de Bernal, se trata de un fallo “histoÌrico” porque abre la posibilidad de que el resto de los casos sean considerados de igual manera.
Como consecuencia del escaÌndalo de los falsos positivos, 27 altos mandos fueron destituidos. SeguÌn explica la abogada, se trata sólo del principio: este fallo permite “llegar hasta quienes promovieron esa estrategia”. Con una sonrisa llena de berraquera, MariÌa Ubilerma Sanabria llega a las uÌltimas estrofas de la cancioÌn:
Y que quede comprobado que a todos estos desgraciados ¡este corrido se les ha terminado!
Grabación sobre el terreno: María Ubilerma canta el corrido que narra el escándalo de los 'falsos positivos'.