Ayer conocí a una mujer muy valiente, de esas que tanto me gustan. Se llama Bishnu Kumari Chaudhary y tiene 19 años. Ayer estuvo en Madrid compartiendo su historia, una historia que contaba por primera vez en público, con voz entrecortada. Una historia que merece ser contada.
Esa historia empieza lejos, en Nepal. Allí cuando una familia pobre no tiene dinero o no puede pagar los intereses de un préstamo, la tradición es ofrecer a sus hijas (no a sus hijos) como kamalharis (esclavas domésticas) a cambio del pago de la deuda. Cuando Bishnu tenía 9 años su padre tuvo que mandarla a trabajar como kamalhari para pagar una deuda de 30 euros (sí, 30 euros) que había pedido prestados para construir una pequeña casa para su familia. Dos años estuvo casi sin comunicarse con su familia, levantándose a las 4 de la mañana y acostándose a las 11 de la noche, haciendo todo tipo de tareas domésticas y agrícolas y siendo tratada, como ella misma nos contó, casi como un animal.
Bishnu tuvo suerte. La ONG Plan la rescató y convenció a sus padres de que la dejasen seguir estudiando, dándole una beca. Ahora Bishnu estudia segundo de Bachillerato y quiere ser abogada. Y además participa del movimiento para abolir el sistema kamalhari en su país, un sistema que aunque es ilegal e incluso negado por el gobierno, sigue existiendo debido a la falta de educación, la rigidez de las tradiciones y sobre todo, la pobreza.
Una de las soluciones: la educación. Para Bishnu, “el poder de estar alfabetizada me hace sentir segura y empoderada”. Según el informe de Plan “Las niñas en la Economía global” un solo año adicional de educación secundaria representa un incremento en el ingreso de las niñas cuando sean mujeres de entre un 10 y un 20%. Teniendo en cuenta que las mujeres reinvierten el 90% de lo que ganan en la estabilidad del hogar, la salud, la educación y la comida de sus hijos (frente al 30-40% del salario de los varones), la educación es clave para acabar con el ciclo de pobreza. Pero aún hay mucho que hacer: 75 millones de niñas en el mundo no van al colegio y una de cada tres no continúa sus estudios de secundaria.
Malala Yousafzai lo sabe bien. Tiene 14 años y la hemos conocido estos días porque ha sido tiroteada esta semana en Pakistán cuando volvía de la escuela. Tiroteada por ser niña y por defender el derecho a la educación de las niñas, entre otras cosas a través del impresionante blog en la BBC. Malala ha sobrevivido, pero los que intentaron asesinarla han dicho que lo volverán a hacer.
Hoy, 11 de Octubre, es el Día Internacional de la Niñas. Un día para que no olvidemos a niñas como Bishnu o como Malala. Un día para recordar los problemas a los que se enfrentan las niñas por el hecho de ser niñas, muchos más de los que ya he mencionado: matrimonios forzosos, embarazos juveniles, acoso y abusos sexuales... Un día para que decidamos hacer algo, lo que sea, para cambiar la situación de las niñas en el mundo. Por ejemplo, participando en la campaña “Por Ser Niña” que promueve Plan Internacional. O contándoles a nuestros niños y niñas estas realidades, y enseñándoles a respetarse mutuamente. O haciendo un donativo a cualquiera de las organizaciones que trabajan para ayudar a las Bishnu y las Malalas del mundo. O pidiéndole al gobierno español, como ya ha hecho el Comité por los Derechos del Niño de Naciones Unidas, que aumente la edad legal para casarse. Porque también en España, si un juez lo autoriza, una niña o un niño pueden casarse con solo 14 años. Como lo oyen. Y sucede.
Os dejo el poema de Bishnu que nos leyó ayer:
Fui discriminada en todas partes.
Fui privada siempre.
Fui explotada en todo momento.
Fui excluida de toda oportunidad.
Pero creo en la verdad,
creo en la Justicia y
creo en mi fuerza,
mis pasiones,
mi lealtad,
mi generosidad,
las cuales tengo
porque soy una creadora,
porque soy niña.