El nombre de Daiara Tukano (São Paulo, 1982) era Daiara Hori Figueroa antes de que ella decidiera adoptar como apellido el nombre de su pueblo. No se concibe a sí misma fuera del activismo por la supervivencia indígena. Ha nacido en el seno de una familia de líderes e intelectuales que contribuyeron a la redemocratización brasileña. Su madre, socióloga colombiana, ha estado implicada en diferentes proyectos en el Amazonas, y su padre, Álvaro Tukano, jugó un papel primordial en el desarrollo de la Constitución de Brasil, además de impulsar las primeras organizaciones de indígenas en el país.
Ella eligió expresar su activismo a través del arte y ha expuesto sus obras en varios países de América y Europa. Es experta en Derechos Humanos e integrante del Consejo Nacional de Culturas de Brasil. “Todo nuestro arte se ha infravalorado en un acto racista, violento y prejuicioso”, cuenta en una entrevista con elDiario.es, poco antes de participar hace unos días en el ciclo “Mujeres contra la impunidad”, organizado por Fundación Montemadrid y la Asociación de Mujeres de Guatemala.
La mujer indígena, quien más sufre el racismo
En su faceta artística, Tukano ha trabajado con pinturas corporales, cerámica, tejidos… Pero son especialmente conocidos sus cuadros, de colores vibrantes y grandes dimensiones. En ellos la mujer indígena juega un papel protagonista, como cuidadora de la tierra y origen de la vida. El mural Selva Mae Do Rio Menino, ubicado en Belo Horizonte, representa el poder de la crianza y es la pintura más grande que ha pintado hasta ahora una mujer nativa.
Su trabajo es el reflejo de las nuevas generaciones del movimiento indígena que cuenta con una presencia femenina muy fuerte, con enorme peso político, cultural y social. “El feminismo tiene muchas raíces e intersecciones. Hay que escuchar lo que decimos las nativas. Es algo que hay que abrazar y comprender, porque es la única forma de conseguir que todas tengamos acceso a la dignidad humana”, comenta.
Entre esas mujeres que se han abierto camino en la política brasileña están Joenia Wapichana, primera abogada y diputada indígena del país en 2019; o Sonia Guajajara, ministra de la recién creada cartera para los Pueblos Indígenas y uno de los rostros más internacionales de estos pueblos. Tukano la describe como una “mujer increíble”: “Creo que realmente hay un compromiso de este gobierno por abrir el poder ejecutivo a los indígenas, no sólo con el nuevo ministerio, también tenemos la Fundación Nacional de los Pueblos Indígenas y nuestras cuatro diputadas federales, que es algo insólito”.
En el otro lado de la balanza, recuerda, las indígenas son las que más sufren la desigualdad y el racismo. “Tenemos un índice de violaciones de derechos humanos extremadamente alto y el origen de ello está en la cultura de la violación, porque para colonizar uno viola y domina a la mujer. Esa es la lógica del patriarcado: se mata al hombre, se domina a la mujer y los hijos serán los siervos”, dice.
Según un informe reciente del Fondo de Población de las Naciones Unidas, la violencia de género y la tasa de mortalidad materna son más altas en los países donde hay mayor población indígena, como Bolivia. Son ellas las que peor acceso tienen a servicios sanitarios y métodos anticonceptivos. “Que estas problemáticas, como la violencia doméstica o el tráfico de personas, se den más en nosotras es un síntoma del racismo estructural y de una violencia que debemos vencer”, apunta. “Los indígenas no somos una raza, porque somos más de trescientos pueblos diferentes y las razas no existen, pero sí sufrimos racismo”.
Ella asegura que, como pintora, se ha tenido que enfrentar al racismo estructural y a los prejuicios: “Todavía en Brasil o España se piensan que vamos en taparrabos y me han llegado a preguntar que porqué tengo un móvil”. Y sobre cómo actuar en estos casos de discriminación, dice: “Hay que tener franqueza para decirle a un profesor o al director de un museo: ”mire usted, está representando a una institución racista y excluyente, y no queremos estar aquí como piezas exóticas, y queremos que se nos paguen las piezas igual que a una persona occidental porque tienen el mismo valor“.
Derecho a la memoria
Además de la creación del ministerio de los Pueblos Indígenas, este año se ha producido un hito en la historia de la lucha amazónica. Coincidiendo con el 60º aniversario del inicio de la dictadura militar, el 2 de abril Brasil pidió perdón a los pueblos originarios por las torturas y asesinatos que se produjeron entonces. “Quiero arrodillarme ante usted. Estoy emocionada. Quiero pedir disculpas en nombre de Brasil”, le dijo la abogada Enéa de Stuz e Almeida a la matriarca Djanira Krenak y al cacique Tito Vilhalva durante una ceremonia oficial.
Tenemos un índice de violaciones de derechos humanos extremadamente alto y el origen de ello está en la cultura de la violación, porque para colonizar uno viola y domina a la mujer
“¿Por qué son importantes estos gestos? Porque sirven para recordar que hasta los ochenta los indígenas no empezamos a ser reconocidos y, por tanto, no teníamos acceso a educación, salud, transporte, libertad de expresión…. Reconocer todo lo que un día nos fue negado es el inicio para cambiar las desigualdades que se perpetúan”, explica la defensora. “Es un gesto que tiene que ver con el derecho a la memoria, la verdad y la justicia de nuestros pueblos”.
Para Tukano los gestos de perdón son “el primer paso para asumir lo que pasó y que no se repitan las violencias del pasado”, pero recuerda que no ha sido fácil llegar hasta este momento. Es la culminación de un proceso que empezó con la Comisión de La Verdad, creada para investigar y juzgar las muertes demostradas de más de 8.000 indígenas, muchos por el trato recibido de los Servicios de Protección del Indio. “Se ha demostrado que hubo diferentes violencias y que las políticas de integración de la dictadura, que intentaron borrar nuestras lenguas y costumbres, fueron acompañadas de secuestros, asesinatos, torturas y una educación racista, que ahora estamos cambiando”.
La líder indígena aplaude que su país haya impulsado la obligatoriedad de estudiar la historia de los pueblos originarios y afrobrasileños, una medida que, cree, también debe implantarse en Europa. “Estos países, para ser verdaderamente democráticos, tienen que pedir perdón y, antes de ese perdón, hace falta educación y contar las historias que no han sido contadas, que es la clave para romper con el sistema racista”, dice. Tukano, que vivió durante unos años en Francia, recuerda cómo se estudiaba allí, al igual que en España, la llegada a América.
“Nuestra historia, como nuestro arte, es parte de la identidad nacional brasileña y nos atraviesa a todos, incluso a los blancos, que comen nuestra comida y pisan calles con nuestra nomenclatura. Y lo mismo pasa con Europa. Ustedes comen patata, tienen parte de nuestra riqueza y patrimonio. Y deben conocerlo y valorarlo. Me sigue sorprendiendo cómo se habla de Colón y se sigue hablando de ‘descubrimiento' de América. Es negar nuestra existencia. No hay mal en decir que ya vivían millones de personas en ese continente y que la colonización también fue una invasión con consecuencias que continúan”.
La violencia continúa pese a los avances
A pesar de todo, Tukano cree que se ha avanzado mucho en la lucha por los derechos de los indígenas, especialmente en el último año “como respuesta al discurso de odio promovido en el gobierno anterior”: “Bolsonaro era claramente antiindígena y racista, y su discurso provocó y sigue provocando muertes”, asegura. Además, cree que la inclusión de la agenda nativa en las instituciones está haciendo que se recrudezca la violencia contra los defensores de la naturaleza.
El expresidente, que llegó a elogiar en 1998 a la caballería estadounidense por haber exterminado a los indios, trató durante su mandato de desmantelar las políticas ambientales y de protección a estas comunidades. Human Rights Watch denunció que, entre 2021 y 2022 al menos se talaron 11.000 kilómetros cuadrados de selva, poniendo en peligro la supervivencia de etnias como la yanomami, que en enero fue declarada en riesgo, después de documentarse malnutrición y enfermedades asociadas a la incursión de casi 20.000 buscadores de oro en sus tierras.
No hay mal en decir que ya vivían millones de personas en América y que la colonización también fue una invasión con consecuencias que continúan
“Nosotros, los indígenas, vivimos en una crisis epistémica de muchos valores. Entendemos la propiedad de una manera muy distinta, de una forma que tiene que ver con la permanencia en el territorio. La tierra es algo sagrado. Somos hijos de la naturaleza, el agua, el bosque”, dice.
Brasil es el segundo país del mundo donde más defensores del clima murieron en 2022, último año del que hay datos, aunque se han contabilizado 11 fallecidos en conflictos por los recursos del Amazonas en el primer semestre de 2023. La supervivencia de estos pueblos no sólo se ve amenazada por la violencia, que proviene mayoritariamente de empresarios y agricultores, sino que son los más afectados por el cambio climático.
Hay un dato que Tukano repite sin parar en todas sus conferencias: los pueblos indígenas protegen más del 80% de la biodiversidad del planeta. Sin embargo esa cifra podría decrecer. En el último año, Brasil se ha visto envuelto en episodios de calor abrasador, megaincendios e inundaciones, como las que viven en Grande do Sul en estos momentos, y que ya se han cobrado la vida de más de un centenar de personas. “Vamos a defender nuestra selva y nuestra identidad con nuestra sangre y nuestra vida, como hemos hecho hasta ahora. Hasta el último indio y el último asesinato”, concluye Tukano.