Cuando el cuerpo del pequeño Ahmed (nombre ficticio) llegó al hospital el pasado sábado, solo pudieron certificar su muerte. El niño de 10 años había huido de Afganistán y trataba de alcanzar la costa de Lesbos en un bote hinchable junto a otros 66 refugiados. Sus padres explican que Ahmed murió aplastado cuando los ocupantes comenzaron a subir al barco de rescate de Frontex, la Agencia europea de fronteras.
Aquel día, 160 personas fueron auxiliadas en el mar Egeo. Desde agosto, se ha registrado un repunte de las llegadas diarias a las islas griegas. El Mediterráneo oriental fue aquel mes la principal puerta de entrada a Europa. También ocurrió en septiembre. Mientras, el número de personas que arribaron a Italia desde Libia disminuyó, según se desprende del último informe de la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur).
Desde el verano, el organismo ha detectado cambios del “patrón de movimiento” de refugiados y migrantes, que emprenden viajes “cada vez más diversos” para alcanzar el continente europeo, según concluye la Agencia de la ONU. Durante este mismo periodo se reactivó la ruta por el Mar Negro, a través de la cual más de 400 personas llegaron a Rumanía. También aumentaron las llegadas a Chipre y las embarcaciones procedentes de Túnez y Argelia.
La mayoría de las personas que llegaron durante estos tres meses a los países europeos procedían de Siria, Marruecos y Nigeria, mientras la nacionalidad guineana también se mantiene como una de las más habituales desde comienzo de 2017. En lo que va de año al menos 15.200 menores arribaron a las fronteras europeas sin la compañía de un adulto.
“A pesar de la reducción de las llegadas por la ruta del Mediterráneo Central, miles de personas continúan embarcándose en peligrosos viajes hacia Europa”, alerta Acnur, que estima que al menos 2.992 migrantes y refugiados han muerto en su intento de llegar a Europa en 2017. El número real, sin embargo, “podría ser aún mayor”, recuerdan.
La ruta hacia Grecia cobra impulso
Solo en septiembre, unas 4.900 personas –sobre todo familias sirias, iraquíes y afganas– desembarcaron en las costas griegas, de acuerdo con el informe. Se trata de la cifra más alta registrada en un solo mes desde marzo de 2016, cuando se cerró la ruta de los Balcanes y la Unión Europea firmó el acuerdo con Turquía que redujo de forma drástica las llegadas al país heleno.
Desde entonces, más de 15.000 refugiados se hacinan en “precarias condiciones” en campamentos con capacidad para apenas 5.300, según denuncian una veintena de ONG que han pedido al Gobierno griego que acelere los traslados a la península ante la llegada del invierno. A pesar de todo, las llegadas por mar a Grecia el pasado septiembre son inferiores a las registradas en septiembre de 2014 y 2015, cuando se dispararon en la llamada “crisis de refugiados”. A principios de noviembre, según datos del Gobierno griego, las llegadas diarias habían aumentado un 200%.
En verano, Grecia también registró aumento de las entradas por su frontera terrestre con Turquía, donde –recuerdan los autores–, “no se aplica” el acuerdo con la UE. Entre enero y septiembre, 3.500 refugiados y migrantes entraron al país por esta vía, 1.100 más que en el mismo periodo de 2016, según Acnur. Las autoridades turcas interceptaron a otras 20.700 que lo intentaron, 13.200 más.
En este sentido, la Agencia denuncia que se continuaron produciendo devoluciones sumarias por parte de las autoridades griegas al país vecino. “Deben ser investigadas y eliminadas”, apuntan. También se registraron expulsiones en la frontera de Bulgaria, donde han caído las llegadas en un 84% respecto al año pasado mientras destinan centenares de miles de euros a construir la nueva sección de la valla con Turquía. Asimismo, continuaron activas las rutas en los Balcanes, con un repunte de las llegadas a Serbia en julio.
Más cruces hacia Chipre y se reanuda el Mar Negro
Por otro lado, cada vez más personas llegan a Chipre, una ruta que el año pasado solo emprendieron 113 personas entre enero y septiembre. En el mismo periodo de este año, unos 860 refugiados y migrantes desembarcaron en la isla, “casi todos sirios con muchos familiares” en el país, según Acnur.
Este verano también se ha reactivado la arriesgada ruta por el mar Negro, que no registraba llegadas desde febrero de 2015, apunta la Agencia. En agosto y septiembre, cinco botes con 476 iraquíes e iraníes partieron desde Turquía rumbo a Rumanía. Otros 900 lo intentaron antes de ser interceptados por los guardacostas turcos. El 22 de septiembre, 38 personas murieron tras un naufragio, la “mayor pérdida de vidas” en esta ruta desde noviembre de 2014, según Acnur.
Asimismo, más personas han cruzado por mar a Italia desde Turquía. Hasta septiembre, 3.250 migrantes y refugiados emprendieron esta ruta, un 44% más que en el mismo periodo de 2017.
Se reduce el número de llegadas a Italia
Entre julio y septiembre, la que ha sido durante meses la principal puerta de entrada a Europa, el Mediterráneo central, registró la menor cifra de llegadas desde Libia a Italia en cuatro años, 21.700 personas. Mientras en agosto de 2016 cruzaron esta peligrosa vía unos 21.300 migrantes y refugiados, en este agosto tan solo lo han hecho cerca de 4.000.
Sin embargo, partieron más embarcaciones de Túnez, Turquía y Argelia rumbo a la península italiana. En septiembre, las salidas desde Túnez representaron el 32% de las llegadas a Italia, con más de 1.000 personas. “Eran casi exclusivamente ciudadanos tunecinos, lo que indica que este aumento no fue resultado de cambiar los puntos de partida desde Libia debido a las mayores dificultades para cruzar desde allí”, señala el organismo.
Estas “mayores dificultades” se refieren al aumento de la vigilancia fronteriza pactado entre las autoridades italianas y libias, a los grupos armados que durante el verano trataron de impedir que salieran pateras del país vecino y al despliegue de buques militares por parte de Italia. Por otro lado, hay voces que apuntan a presuntos acuerdos del Gobierno italiano con milicias del país norteafricano para explicar por qué los flujos han caído en picado.
“Es cierto que la política de la UE de control de fronteras y el incremento de los acciones de interceptación y rescate por parte de los guardacostas libios han reducido el número de salidas”, explica en una conversación con eldiario.es la portavoz de Acnur en España, quien recuerda los abusos a los que son sometidos los migrantes y refugiados atrapados en el país vecino.
No obstante, la portavoz de Acnur considera que por el momento “no se puede establecer una relación entre el descenso de salidas desde Libia y el aumento de otras rutas, no hay una desviación”. Lo que sí es seguro, apunta, es que “cuando se cierra una vía, si no hay otras opciones, la gente busca otras alternativas y los traficantes van a estar ahí para facilitarlo”. “Lo vemos y así va a ser”, sentencia.
A pesar del descenso, la ruta del Mediterráneo central sigue siendo la más utilizada e igual de mortífera: una de cada 42 personas que tratan de cruzarla fallece, una cifra similar a la del año 2016, según Acnur. “Hablamos de miles de muertos todos los años, no hay soluciones rápidas para problemas tan complejos. Estamos cansados de repetir el mantra: los Gobiernos deben poner en marcha vías legales y seguras de acceso”, sostiene Vega
Crecen las llegadas a España
De julio a septiembre, España registró un incremento de las llegadas terrestres y marítimas. Alrededor de 7.700 migrantes y refugiados cruzaron la frontera este verano, frente a los 4.000 que lo hicieron el año pasado. Provenían, sobre todo, de Costa de Marfil, Guinea y Marruecos. La mayoría de los que accedieron a España por tierra, a través de Melilla, eran sirias, unas 1.500 personas.
Así, crecen las llegadas y también las muertes: 122 personas habían fallecido a finales de septiembre intentando cruzar el Estrecho, 74 más que el año anterior en la misma fecha. Entre ellas, las siete mujeres que murieron el 31 de agosto en su intento de llegar a Melilla, según recuerda el informe.
Tras las últimas llegadas de pateras a Murcia, el Gobierno ha hablado de “avalancha alarmante” o “ataque coordinado”. Según la representante en España de Acnur, Francesca Friz-Prguda, este aumento de las entradas irregulares “no debe constituir una emergencia” porque, añade, “un gran país como España puede manejar perfectamente 25.000 solicitudes de asilo o 20.000 o más llegadas de flujos mixtos a sus costas”.