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Dos años después de acaparar titulares, los fármacos contra la tuberculosis resistente no llegan

El hallazgo farmacéutico ocupó los titulares de los periódicos de medio mundo y recibió numerosos premios, señal, aseguraban los expertos, de su prometedora eficiencia. Los laboratorios habían anunciado la puesta en circulación de dos nuevos medicamentos para tratar a los enfermos de tuberculosis multirresistente, los primeros en medio siglo. En cambio, dos años después de aquella promesa, la dejadez de los gobiernos afectados y de la comunidad internacional, así como los elevados precios impuestos por las farmaceúticas han provocado que la mayoría de afectados siga recibiendo los mismos fármacos de siempre.

“La realidad no se ha correspondido con la esperanza”, lamenta Helle Aagaard, portavoz de Médicos Sin Fronteras, una de las organizaciones médicas que ha puesto voz a esta denuncia. El retraso, asegura, ha costado “muchas vidas”. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que 480.000 personas son resistentes a diversos medicamentos contrae la tuberculosis, sin embargo, solo el 30% son diagnosticados y tratados. El resto terminan sus vidas esperando aferrarse a una tabla de salvación tangible pero que no les termina de llegar, según denuncia el informe de MSF “Preparados, listos, y a la espera”.

Cada año, cerca de nueve millones de personas contra tuberculosis en todo el mundo y 1,5 millones mueren por culpa de una infección bacteriana que se transmite de persona a persona a través del aire y ataca especialmente a los pulmones. “En menos de 60 horas mueren más personas de tuberculosis en el mundo que todas las que lo han hecho por ébola desde que empezó el brote en África Occidental”, asegura Alberto García-Basteiro, investigador del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal).

Para los expertos estamos ante una emergencia global, toda vez que en los últimos años se han notado significativos progresos que han permitido frenar y revertir el número de casos. Pero hay una excepción: los aquejados por la tuberculosis multirresistente, aquellos que por culpa de un inadecuado uso de los medicamentos han adquirido una resistencia a, al menos, dos de los antibióticos más potentes: el rifampicin y el isoniazid.

A ellos están dirigidos los dos nuevos fármacos anunciados a bombo y platillo hace ya dos años: el bedaquiline y el delamanid, que hasta el momento solo se ha prescrito a mil personas. Para el resto, los que no han podido obtener esos prometedores medicamentos, la alternativa que lesespera no es muy reconfortante: los 'más afortunados' tendrán que conformarse durante seis meses con un costoso cocktail de varios antibióticos, con numerosos efectos secundarios, muy tóxico, que en el mejor de los casos solo curará a la mitad, narran los expertos en el informe. Eso sí, es indispensable haber nacido en un país con un sistema sanitario solvente.

“Aunque es una enfermedad de todo el mundo, su incidencia es mayor en el África subsahariana y en el sudeste asiático”, comenta García-Basteiro. El 80% de los casos de tuberculosis se concentran en 22 países según la OMS, como China, India, Kenia, Mozambique o Colombia. “Hasta ahora se ha dado un avance lento, y si no continúa la inversión y la ayuda entre países no se conseguirá el objetivo fijado por la alianza Stop TB: reducir un 95% la mortalidad antes de 2035”.

¿Por qué los flamantes medicamentos no llegan?

“Somos testigos cada día de cuán largos, dolorosos y poco efectivos son los tratamientos para los pacientes con tuberculosis resistente”, dice el médico Michael Rich. Un sufrimiento al que podría combatirse si los dos nuevos fármacos se generalizaran, algo que no está sucediendo. La responsabilidad está en los elevados precios que han impuesto los laboratorios y la desidia de algunos gobiernos maniatados por su propia burocracia, tal y como traslada el informe de MSF. Por ejemplo, en el caso del bedaquiline, además de EEUU y Europa, solo 22 países han facilitado el suministro, aunque a pequeña escala.

Según el doctor Aamir Khan, el principal obstáculo a día de hoy es el “conocimiento muy limitado de estos medicamentos. Muchos de los países en los que viven los pacientes más necesitados no están en posición para proporcionar el control de seguridad que requiere su uso”. El médico asegura que “el bedaquiline y el delamanid no han sido aún autorizados en la mayoría de países, e incluso en los que sí lo han registrado, los mecanismos para hacerlos llegar a los pacientes son demasiado complejos y burocráticos”.

Un ejemplo de ese desinterés queda retratado en una denuncia de Médicos Sin Fronteras. La próxima semana se celebra en Riga (Letonia) la primera conferencia europea ministerial sobre tuberculosis, una cita a la que no asistirá el comisario europeo de Salud, Vytenis Andriukaitis. Tampoco lo harán una cuarta parte de los ministros de Sanidad invitados, como es el caso del español Alfonso Alonso, que ya ha anunciado su ausencia. “Es motivo de preocupación”, ha expresado la organización médica.

Por otro lado, el coste en el medicamentos de los mercados también es una barrera demasiado alta para muchos países, especialmente los menos desarrollados, que a la vez es donde se concentran las cepas más agresivas. En el caso, bedaquiline —el delamanid apenas se comercializa— está establecido que los países de rentas altas paguen por cada 100 mg 160 dólares (147 euros), los de media 16 dólares (14,7 euros), y los últimos en el escalafón casi 5 dólares (4,59 euros). Un importe que a primera vista puede parecer asequible, sin embargo, los expertos recuerdan que en muchos países empobrecidos no pueden costeárselos.

“Para salvar un número significativo de vidas y reducir exponencialmente el sufrimiento, deben intensificarse los esfuerzos en las áreas regulatorias, científicas, médicas, comerciales, financieras y políticas”, aseguran Helle Aagaard.

A principios de este meses, 88 organizaciones han puesto las bases a fin de formar endTB, un consorcio con el fin de tener músculo para simplificar la entrada a estos nuevos fármacos. Contará con un presupuesto de 60 millones de dólares, con el que prevé llegar a un mínimo de 2.600 enfermos de tuberculosis multirresistente. “Este proyecto ayudará a hacer el tratamiento de TB-MDR más efectivo y fácil de administrar, por lo que ayudará a detener la extensión de la enfermedad”, dice Lelio Marmora, portavoz del consorcio.