Plano de una calle de la ciudad de Goma, República Democrática del Congo. Joris Postema y su equipo siguen al fotógrafo Mugabo Baritegera con la cámara. “¿Por qué hay blancos grabándonos?”, pregunta un hombre. “Ellos hacen dinero con nosotros”, dice. “¡Vete!”, grita otra vendedora ambulante. La cámara sigue grabando. Aquellos gritos que recibió este cineasta holandés ayudan a entender el título del documental Dejad de filmarnos (Stop Filming Us).
Postema estuvo por primera vez en Goma hace más de diez años con el objetivo de grabar para una de las más de 200 ONG occidentales en la ciudad. Según cuenta, solo podía filmar desde la parte trasera de una camioneta y dormía en un recinto fuertemente vigilado. Asegura que sentía que el noreste de Congo era el lugar más peligroso del mundo, una imagen también alimentada por películas y medios de comunicación.
El documentalista regresó una segunda vez con la organización local Yole!Africa y Ganza Buroko, productor de la cinta. Durmió en un hotel y pudo salir a la calle con libertad. Su percepción cambió. “Mi imagen occidental del infierno en la tierra chocó con la realidad congoleña. ¿Puedo, como cineasta occidental, plasmar este mundo?”. Esta y otras preguntas están en el centro del documental, que se proyecta este domingo en L'Alternativa, el Festival de Cine Independiente de Barcelona y se puede ver en Filmin hasta el 29 de noviembre.
“La representación de los congoleños que vemos en Europa proviene casi siempre de los europeos, y tiene mucho que ver con la historia colonial y con las consiguientes relaciones de poder desiguales y de privilegio”, dice el director a elDiario.es. “Esta constatación me llevó a hacer la película con el objetivo de crear cierta conciencia en el público occidental sobre la imagen y las consecuencias de la historia colonial”.
La cinta plantea preguntas sobre la ética, los límites, la representación de la población africana y hasta qué punto la mirada occidental perpetúa estereotipos muy arraigados, ofensivos y alejados de la realidad que viven a diario los protagonistas. Muchos de ellos se muestran escépticos, cansados de buenas intenciones y, en varias ocasiones, molestos. “Hay mucha gente blanca que viene de Europa y América sin tener en cuenta sus privilegios. Todos tienen su conciencia limpia, como Joris, que está haciendo una película que se llama Dejad de filmarnos, ¿pero por qué no lo filmamos a él? ¿Quién decide lo que se debe grabar?”, pregunta uno de ellos en un debate.
“Estas representaciones están en la raíz del racismo que sigue estando muy presente, es esencial hablar de ello”, dice a elDiario.es la cineasta congoleña Bernadette Vivuya, una de las protagonistas. “Un estereotipo que aparece constantemente es que los africanos viven en la pobreza total, esperando la ayuda de Europa. Esto es totalmente erróneo y no tiene en cuenta la realidad de que muchas personas trabajan para mejorar sus vidas y las de sus comunidades, sin esperar nada del extranjero. Esta visión estereotipada es un obstáculo para ver otras facetas”.
El documental combina dos partes. Por un lado, capta el trabajo que hacen Vivuya, la fotoperiodista Ley Uwera y el fotógrafo Mugabo Baritegera para mostrar sus propias experiencias en la ciudad congoleña, cuya población suele ser retratada como desamparada, en línea con la narrativa impulsada, muchas veces, por las ONG occidentales.
A través de su cámara, Baritegera quiere rehuir de las “imágenes negativas” del noreste del país y mostrar la vida cotidiana de la ciudad, más allá de la visión asociada a los conflictos que ha sufrido la región. “Estas imágenes son manipulaciones porque los autores venían con la idea fija de mostrar el lado negativo”. El documental también acompaña a Uwera, quien admite que con sus fotografías de desplazados y refugiados, más cercanas a los clichés, “ofrece lo que se espera” cuando trabaja con las ONG, pero a la vez deja claro que hay límites que nunca sobrepasaría “como africana”.
Vivuya, mientras, busca financiar la segunda parte de su documental sobre el neocolonialismo, para lo que acude a una institución cultural francesa, donde le llegan a preguntar si tiene ordenador. La escena es un pequeño reflejo de las dificultades a las que se enfrentan los cineastas africanos para tratar de obtener financiación externa, lo que contrasta con la propia grabación de Dejad de filmarnos.
“¿He hecho algo neocolonial?”
Por otro lado, la cinta vuelve la mirada hacia sí misma en forma de metapelícula, y capta los debates entre el director y sus colaboradores e interlocutores congoleños, que contestan de manera aguda, honesta y crítica a las preguntas, en ocasiones provocadoras, de Postema, cuestionando su perspectiva y señalándole sus contradicciones.
“¿Debería irme?”, plantea el documentalista en una toma. “¿Hemos hecho algo neocolonial estas dos semanas de rodaje?”, cuestiona en otra. Ganza Buroko pone como ejemplo que una vez cerró la puerta del coche y dio una galleta a un niño que pedía en la calle. El holandés pregunta por qué no es apropiado. “¿Te dijo que necesitaba comida?”, contesta otro participante. “No das algo a alguien sin saber lo que necesita. Quizás solo quería hablar”, responde Buroko.
“Darme cuenta de que mi forma de pensar o de ver las cosas proviene de mi entorno –el país en el que nací, la educación, los medios de comunicación– fue lo más desafiante de entender”, dice Postema. “Todas las contradicciones y las conversaciones resultantes con el equipo local y los protagonistas me ayudaron realmente a entender (al menos algunas de) estas contradicciones. Y creo que ese ha sido también mi mayor aprendizaje”.
El papel de las ONG
Los participantes también se hacen preguntas sobre el complejo del “salvador blanco” y el trabajo de las organizaciones internacionales y los proyectos humanitarios financiados por el mundo occidental. Este domingo, tras la proyección en Barcelona, habrá un debate sobre todas estas cuestiones con Postema y Vivuya, un evento impulsado por Médicos Sin Fronteras, CCCB, ACCIÓ>CINEMA y la Fundación Photographic Social Vision.
¿Qué hay que cambiar para dejar de perpetuar en Occidente los estereotipos negativos y cuál es la responsabilidad de las ONG? “Nuestra sociedad se basa en parte en nuestro pasado colonial. Comprender mejor la historia probablemente influya, lo mismo para la gente de las ONG”, responde el director. “El problema de las ONG es que necesitan mostrar los problemas y la desgracia para conseguir fondos. Pero muchas imágenes que muestran perpetúan los estereotipos y eso es problemático porque a estas alturas en Europa la gente considera en su mayoría que son la verdad. Desde luego que hay víctimas y problemas, pero no es la única historia”.
“Hay que cambiar el lado paternalista del sistema de cooperación”, dice Vivuya, quien insiste en que “persiste el mismo sistema –ONG occidental que recibe fondos y viene a África a hacer sus proyectos–”. “Los fondos no se destinan a las iniciativas locales que responden a las necesidades locales y no interpelan a los donantes del Norte”.
A debate
El documental abre grandes preguntas y, más que respuestas, aporta material para un debate que está lejos de ser nuevo. Incluye la reacción de varios asistentes a la proyección en Goma, que dicen lo que piensan de la película, cuestionan su objetivo final y ponen sobre la mesa la elección del lugar para proyectarlo y los problemas relacionados con la historia colonial y la desigualdad de poder. “¿Se puede esperar que él destruya el sistema occidental?”, se pregunta un asistente, que cita a Malcolm X.
¿Ha conseguido el director su objetivo? “No me corresponde decirlo a mí. El documental se ha proyectado mucho y los debates han sido generalmente largos y bastante intensos”, dice Postema. “Al menos, ha dado lugar a muchas reflexiones, que es todo lo que puedo hacer como documentalista”.
Entre estas reflexiones, hay quienes han celebrado la cinta y consideran que es oportuna. Otras voces no han sido tan favorables. En el New York Times, la periodista Devika Girish considera que su visión crítica es limitada. “La autoflagelación del director se siente cada vez más vacía, menos un ajuste de cuentas con el neocolonialismo que una muestra desdentada de culpa blanca”.
Yasmina Price, estudiante de doctorado en los Departamentos de Estudios Afroamericanos y Estudios de Cine y Medios de la Universidad de Yale, sostiene en un artículo titulado Las películas occidentales sobre África son neocoloniales incluso cuando intentan no serlo que el documental mezcla reflexiones profundas con “deficiencias decepcionantes”. Cree que se queda corto y cuestiona, por ejemplo, que se siga rodando en la escena en la que hay gente que no quiere ser grabada. “Había mejores opciones para un proyecto así. (...) Lo mejor que se puede decir es que expone los peligrosos tics coloniales arraigados de tal manera que algunos miembros del público blanco occidental podrían verlos y tomar un mínimo de autoconciencia”.
Emiel Martens, profesor de Estudios Mediáticos Postcoloniales en la Universidad de Ámsterdam, analiza en un artículo que preguntarse si, como occidental, no se puede ser un “cineasta postcolonial” mientras que un director congoleño sí sería capaz puede caer en el llamado “esencialismo”. “La pregunta de Postema sobre si él, como cineasta occidental, es capaz de hacer una película no colonial en Congo ya está respondida de antemano: puede, siempre y cuando enfoque con una lente poscolonial crítica sobre el tema”.
En declaraciones a elDiario.es, el director responde a esa pregunta que se plantea al inicio. “Un cineasta occidental puede hacer una película sobre situaciones humanitarias y de conflicto en el Sur global, pero el público debe ser crítico al ver la película y reflexionar sobre la película y el cineasta”.
Su opinión es muy similar a la de Vivuya, quien cree que el problema “es más bien que un director no domine el tema”. “Si no se conoce la historia de un pueblo, de un país, si no se entienden sus estructuras sociales, si no se ven las iniciativas que se desarrollan por ser diferentes al modelo dominante, entonces no se puede hablar de ello de manera justa. Mientras, hay cineastas o periodistas locales que, en cambio, pueden hablar con delicadeza de una situación”. Y es importante, puntualiza Postema, que haya más posibilidades para que cineastas africanos como Vivuya encuentren formas de financiación para poder hacer películas que muestren su perspectiva.