2015: se acabó la cuenta atrás. La ONU y el resto de la comunidad internacional pactaron hace 15 años una agenda con ocho objetivos para reducir la pobreza en el mundo y aumentar las oportunidades en los países empobrecidos. Cada año, Naciones Unidas publica un informe para examinar la estrategia y el de este año, presentado este lunes, es el definitivo antes de diseñar una nueva hoja de ruta para 2030. La ONU destaca los avances obtenidos, especialmente en la reducción de la pobreza extrema, pero admite que los logros han quedado ensombrecidos por la desigualdad, un punto contra el que no luchaban los Objetivos del Desarrollo del Milenio (ODM).
Si se revisan las metas fijadas en el año 2000, en ocho objetivos con varios indicadores, el cumplimiento de los puntos da lugar a pocas alegrías rotundas. Pero detrás de las cifras que no alcanzan un determinado porcentaje, las Naciones Unidas recuerdan que no se pueden olvidar los millones de personas que han tenido acceso a una fuente de agua potable, a una escuela o a la atención sanitaria porque hace 15 años la comunidad internacional acordó que era necesaria una apuesta global por el desarrollo.
En opinión de Xavier Longan, responsable de Programas de la Campaña del Milenio de Naciones Unidas, uno de los avances olvidados de la agenda del Milenio fue medir el desarrollo y el crecimiento de un país por cómo viven sus habitantes: poner el foco en las personas. “En su momento fue bastante revolucionario, veníamos de un desarrollo que se medía por la economía, según el PIB de los países era desarrollado o no”.
Un crecimiento desigual
Sin embargo, las metas se diseñaron para cumplirse y en la ONU reconocen que no todas las personas que lo requerían se han beneficiado de los avances. “A pesar de los notables logros, soy profundamente consciente de que las desigualdades persisten y que el progreso ha sido desigual”, reconoce Ban Ki-Moon, secretario general de Naciones Unidas, en el prólogo que da paso al informe de la ONU.
“Tal vez uno de los errores de diseño de los objetivos es la desigualdad, que no estaba contemplada y es donde hemos conseguido peores resultados. Desigualdad de género y de hogares pobres y ricos, entre otras”, reconoce Longan. Por ello, es reacio a valorar de qué objetivos se han logrado y cuáles no. “No creo ni que sea bueno, que celebremos los éxitos, como si ya estuviera todo hecho”, dice.
La desigualdad empaña el balance de unos objetivos que, en opinión de algunas organizaciones sociales, pusieron más énfasis en las consecuencias de la falta de desarrollo, como la pobreza y el hambre, que en sus causas. “Hay un consenso en que África se ha quedado atrás en general frente a Asia y América latina”, afirma José Medina, investigador de la Plataforma 2015 y más. Adjudica algunos de los grandes éxitos, como la reducción de la pobreza extrema, a países como China que han crecido mucho, “aunque no aplicando la agenda, sino sus propias políticas. En África, que es donde se ha aplicado la agenda al desarrollo, es donde menos logros se han conseguido”.
Enumeramos algunas de las cifras más destacadas de cada ODM, según el informe de las Naciones Unidas:
Objetivo 1: Erradicar la pobreza extrema y el hambre
La meta de reducir a la mitad, entre 1990 y 2015, la tasa de personas con ingresos inferiores a 1,25 dólares (indicador de la pobreza extrema para las Naciones Unidas) se cumplió en el año 2010. Cerca de 1.000 millones de personas salieron de esta situación crítica. Algunas ONG criticaron entonces que la meta debería haber sido su erradicación total, como se propone para 2030.
El indicador que exigía reducir un 50%, entre 1990 y 2015, la proporción de personas que padecen hambre, no se ha cumplido por poco, pasando de un 23,3% al 12,9%. En 2015, 795 millones de personas siguen sumergidas en el hambre. Ban Ki-Moon aporta una cifra que ejemplifica la desigualdad que ha marcado incluso los mayores éxitos de estos 15 años: “Casi el 60% de los mil millones de personas extremadamente pobres en el mundo vivía solo en cinco países”: India, Nigeria, China, Bangladesh y República Democrática del Congo.
Objetivo 2: Lograr la enseñanza primaria universal
La comunidad internacional se propuso para 2015 que los niños y niñas de todo el mundo pudieran terminar un ciclo completo de enseñanza primaria. Según el informe, lo logran el 91% de menores, frente al 83% en el año 2000: 57 millones de niños no pueden sentarse en los pupitres cada día.
Objetivo 3: Promover la igualdad de género
En este punto, aparecía la palabra desigualdad para combatir las desventajas que viven las mujeres por el hecho de serlo. El informe destaca que “las regiones en desarrollo en conjunto han alcanzado la meta de eliminar la disparidad de géneros en la enseñanza primaria, secundaria y terciaria”.
Entre 1991 y 2015 se ha reducido en 13 puntos el porcentaje de mujeres en empleos vulnerables, pero los retos aún son muchos. En América latina y el Caribe aumentó la brecha de mujeres pobres respecto a los hombres, de 108 mujeres por cada 100 hombres (1997) a 117 por cada 100 (2012). “Globalmente, las mujeres ganan un 24% menos que los hombres” y ellas ostentan tasas de desempleo mayores que los hombres con niveles de educación superior.
Objetivo 4: Reducir la mortalidad de los menores de 5 años
En 1990 morían 90 de cada 1.000 niños menores de cinco años en el mundo. Las Naciones Unidas y el resto del mundo se propuso reducir esta cifra en dos tercios, pero en 2015 el resultado es un descenso de algo más de la mitad, hasta las 43 muertes de cada 1.000, seis millones de niños. En 1990, eran 12,7 millones.
Sobre desigualdad: las tasas de mortalidad de menores de 5 años son casi dos veces más altas para los niños en los hogares más pobres, que para los de familias más ricas.
Objetivo 5: Mejorar la salud materna
Dar a luz una vida se llevaba la de las madres en 380 nacimientos por cada 100.000 en 1990, por lo que la ONU estableció que esa cifra debía reducirse un 75% en el presente año. De nuevo, no se ha alcanzado el compromiso, con una reducción del 45%.
En el camino, no obstante, muchas personas se han beneficiado de la estrategia: en África septentrional, cerca del 71% de los nacimientos son atendidos ahora por personal sanitario capacitado, frente al 59% de 1990.
Objetivo 6: Combatir el VIH, el paludismo y otras enfermedades
En el año 2000 se propuso haber detenido y comenzado a reducir la propagación el VIH/SIDA en 2015. Según el informe las nuevas infecciones se han reducido un 40% entre 2000 y 2013. El mayor avance se registró en el acceso a la medicación de esta enfermedad: de las 800.000 personas en 2003 a 13,6 millones en 2014, que han evitado “7,6 millones de muertes entre 1995 y 2013”, indica el estudio.
En otras enfermedades, como el paludismo, a nivel global se ha reducido la mortalidad mundial en un 58%.
Objetivo 7: Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente
En el año 2000 ya se preveía la importancia del desarrollo sostenible, aunque no ocupó la importancia que ahora figura en los objetivos para 2030. Uno de los indicadores apostaba por reducir a la mitad el porcentaje de personas sin acceso sostenible al agua potable y el acceso a servicios básicos de saneamiento.
El informe indica que el porcentaje de personas que defecan al aire libre se ha reducido casi a la mitad, pero este dato esconde otra cifra importante: tener acceso a un retrete depende mucho de dónde vivas. El 50% de las personas que viven en zonas rurales no cuenta con instalaciones de saneamiento, en comparación con el 18% de las zonas urbanas.
Objetivo 8: Fomentar una alianza mundial para el desarrollo
El último objetivo era el único de todos que afectaba a los denominados países ricos, en los que se pedía atender a los países empobrecidos con ayuda al desarrollo. También se hablaba de coherencia de políticas (aunque no de manera expresa), es decir, de la transversalidad de medidas económicas y de política exterior, también la gestión interna de los países, que contribuyeran al desarrollo.
José Medina indica que uno de los problemas de los ODM fue que estuvieron centrados casi únicamente en los países empobrecidos. Fuera quedan las regiones ricas y los organismos internacionales cuyas políticas exteriores, fiscales y comerciales afectan a los pobres. Como ejemplo, el investigador habla de las exigencias sobre la deuda de los países empobrecidos: la recaudación de los impuestos en estos estados acaba yendo a parar al pago de intereses de la deuda, a los países ricos, pero no a su propio desarrollo, como la educación o la sanidad.
La ONU propuso una cifra mínima para la ayuda oficial al desarrollo, un 0,7% de la renta de los países ricos, que solo han alcanzado cinco estados: Dinamarca, Luxemburgo, Noruega, Suecia y el Reino Unido. La cantidad total de inversión por parte de los países con más recursoso aumentó, no obstante, “un 66% en términos reales entre los años 2000 y 2014”, reza el informe.