El herido en Lavapiés por un porrazo de la Policía en la cabeza irá a los tribunales: “Esto no va a quedar así”
Arona Diakhate duerme de lado bajo una manta azul en la camilla de su habitación de la quinta planta de un hospital de Madrid. En esa posición le molesta menos la herida que tiene en la parte posterior de la cabeza. Lo acaban de traer de vuelta de otro escáner para descartar complicaciones: llevaba demasiado tiempo dormido y antes de caer rendido de madrugada le dolía la cabeza mucho. Está todo bien, dice el TAC; en cuestión de horas saldrá del hospital.
Ya despierto, mientras sorbe un poco de leche caliente (“no tomo café”), Arona Diakhate vuelve a recordar lo que le ocurrió el jueves por la noche. En realidad, casi todo lo que sabe le llega por la reconstrucción de los hechos publicada el viernes en eldiario.es a partir de vídeos, fotos, versiones oficiales y testimonios; él, después de que un policía le asestara un porrazo en la cabeza y cayera desplomado, no recuerda mucho. Sí tiene claro algo: “Esto no va a quedar así. Voy a denunciar lo que han hecho conmigo”. Abogados de varios colectivos sociales, entre ellos la Asociación de Inmigrantes de Senegal en Madrid o Red Jurídica, ya están tramitando una denuncia por la mala praxis policial en su caso.
A pesar de no constar en los registros policiales de lo ocurrido en el operativo desplegado en Lavapiés, el relato de lo que pasó con Arona Diakhate durante la noche del jueves está ahora bastante definido.
“Yo estaba liándome un cigarro en la plaza Nelson Mandela, muy tranquilo. Había protestas por la muerte del mantero, pero yo decidí alejarme”, cuenta Arona Diakhate. En las imágenes grabadas por varios testigos se aprecia una situación muy tensa. Un grupo de policías está en una esquina mientras le llueven objetos desde una parte de la plaza. Comienza la carga policial y el grupo que arrojaba piedras se dispersa. En la imagen se ve entonces a lo lejos a Arona Diakhate apoyado sobre una papelera enganchada a una farola, como desconectado de lo que ocurre a su alrededor. Entonces la unidad de antidisturbios que cargaba contra otros manifestantes se acerca a él.
Uno de los agentes le golpea con la porra dos veces. Una, por debajo de la cintura como marca la recomendación de la Policía Nacional para el uso de porras; y otra, tan por encima de la cintura que le alcanza de lleno en la cabeza. Diakhate cae desplomado al suelo con una fuerte contusión en la cabeza y una herida que luego necesitaría 15 puntos de sutura y que sangraba abundantemente. Él conserva la ropa sin lavar en una bolsa de plástico dentro del armario del hospital; la sangre que la empapa todavía está fresca.
Después del golpe, los agentes antidisturbios estiran el cuerpo sobre el suelo y salen corriendo para continuar con las cargas sin asistirle. Se queda solo, sin moverse, durante unos momentos. Ahí Arona ya no recuerda nada.
Desde la retaguardia del operativo acuden entonces otras unidades de seguridad ciudadana, que no son antidisturbios, ni siquiera llevan casco. Dudan qué hacer. Los antidisturbios ya no protegen esta posición porque han dejado atrás el cuerpo de Arona para seguir con la carga. Un grupo más pequeño de manifestantes empieza a tirar piedras desde otro punto para que los agentes sin casco se alejen del cuerpo tendido. Los policías cogen en volandas al herido, que sigue desfallecido tras el golpe en la cabeza, y se lo llevan corriendo de la plaza.
Los agentes meten al herido en un portal de la calle Oso para ganar tiempo sin estar expuestos en la calle. Un vecino se asoma por el hueco de la escalera y les graba sin que ellos se den cuenta. Diakhate sigue visiblemente afectado por el golpe, apenas se mueve y la sangre deja pequeños charcos en el suelo. A ese momento pertenece este vídeo:
Lo que sabemos que ocurre luego es que los agentes hacen llegar un coche patrulla y meten en el asiento de atrás al herido con dos hemorragias (una por el porrazo y otra por el golpe en el suelo). Una vez hecho público el caso, la Policía Nacional explica que no podía avisar al Samur porque era imposible que accediera a la zona ninguna ambulancia, debido a los disturbios. Fuentes del servicio de Emergencias de Madrid explican a eldiario.es que el punto de encuentro sanitario estaba en la glorieta de Embajadores, mucho más cercana; allí se atendieron durante el operativo a 20 personas, todas registradas como heridas leves; 16 de esas personas atendidas eran policías.
Los agentes no se llevan a Diakhate al hospital sino a la comisaría de Leganitos, a unos 15 minutos en coche desde Lavapiés, según confirmó la Policía a eldiario.es tras la publicación de lo sucedido. Ahora sí, recurren al Samur para que lo traslade al Hospital de la Fundación Jiménez Díaz. “No recuerdo cuánto tiempo estuve en la comisaría. Estaba completamente ido”, dice Arona. La llegada al hospital está registrada a las 23.32h, más de dos horas después de sufrir la contusión en Lavapiés.
Este caso no constaría nunca en el registro de heridos del operativo policial, aunque aparecería luego en el registro general del Samur, sin relación alguna con los disturbios. “Si la policía nos llama para atender a alguien en una comisaría, los médicos hacen su trabajo, no preguntan si el herido sale de Lavapiés”, explican fuentes sanitarias.
En el hospital, el primer informe médico demuestra que Arona sufre traumatismo craneoencefálico con hematomas internos, pero sin riesgo de lesión neuronal. Le ponen 15 puntos en la cabeza. Le hacen el primer escáner y le dejan en reposo.
En el informe se habla de que la herida en la cabeza se debe a un golpe con “un objeto duro y desconocido”. Tanto Arona como luego los amigos que llegan al hospital explican que ese objeto es la porra de un policía como se ve en los vídeos, pero los sanitarios prefieren no especificarlo. Sobre el papel, para el sistema sanitario el caso tampoco queda vinculado a los disturbios.
Nadie en el Samur, en la Policía o el Ayuntamiento saben nada del chico que aparece en los vídeos y cae desplomado tras el porrazo. Después de que su historia se publique en eldiario.es, aparece la explicación de que la ambulancia fue a Leganitos porque no podía entrar en Lavapiés y aparecen agentes de Policía en la puerta de la habitación del herido. “Decían que venían a preocuparse por él, a ver cómo estaba”, nos cuenta Angie, una de las varias personas que han acompañado a Diakhate durante las últimas horas en el hospital. “Les dijimos que si no tenían una orden de detención, que se fueran”.
“No están preocupados por mí”, dice Arona. “Lo que no quieren es que ahora se les pueda acusar de nada, después de lo que me han hecho”, añade. “Me podría haber muerto y quieren ocultar mi caso”.
Arona Diakhate llegó por primera vez a España hace 16 años y lo hizo con una situación ya regularizada porque se casó en Senegal con una española. Vivió en Bilbao durante unos años. En 2009 volvió a su país porque su padre había fallecido y se quedó hasta 2013. Regresó a España y desde hace cuatro años tiene la nacionalidad española. A pesar de ello, no ha conseguido salir de una situación siempre al borde de la exclusión social, con problemas relacionados con el alcohol, que mitiga con la red de compañerismo que tejen los vecinos y las asociaciones de inmigrantes de Lavapiés. Sus amigos dicen que a Arona se le suele ver bailando, sumido en su mundo, junto a alguna de las farolas de la plaza Nelson Mandela. El mismo lugar donde el jueves recibió un golpe en la cabeza.