Tras casi un año viviendo en un gimnasio de Dunkerque y los terrenos circundantes, más de 700 personas fueron desalojadas esta mañana del refugio temporal que en diciembre de 2018 se levantó allí para ellos. Entre los migrantes había familias y niños pequeños, desplazados ahora por una resolución judicial que considera su asentamiento en el lugar un riesgo para la salud y para la seguridad.
El campamento había crecido mucho en los últimos meses, con personas montando tiendas de campaña en el terreno adyacente cuando ya no cabían en el gimnasio. Dunkerque, al norte de Francia, es uno de los puertos más cercanos a la costa inglesa.
La Policía antidisturbios ha llegado este martes a las siete de la mañana y ha acordonado el campamento para evitar que la gente se fuera. A medida que llegaban los furgones de Policía, la gente ha comenzado a salir de las tiendas y a empaquetar sus pertenencias. La mayoría estaba al tanto de los desalojos, pero a algunos les sorprendió verse rodeados de repente por Policía local, gendarmería y fuerzas de seguridad interior.
Es la mayor operación de desalojo en lo que va de año. Se dice que la noticia del cierre inminente está detrás del aumento que ha habido en el número de migrantes cruzando el Canal de la Mancha en barco. Pero, según las organizaciones humanitarias, fueron las redadas anteriores en Dunkerque y Calais, de menor escala, las que hicieron la vida insoportable a los migrantes.
Los hombres solteros han sido trasladados en unos autobuses y las familias en otros. La Policía registró a algunos de los hombres, obligándoles a levantarse sus camisas y confiscándoles mecheros y cuchillas de afeitar de sus bolsos. La operación fue supervisada por empleados del Ministerio del Interior del Reino Unido.
Araf Mohamed, de 23 años, llevaba cinco días en el campamento y había salido de Siria buscando “paz y seguridad”. “Tengo problemas de salud, me alcanzó la explosión de una bomba en Siria y perdí la mano”, dijo a The Guardian antes de levantarse la camisa para dejar al descubierto las cicatrices de su estómago. “Quedan pedazos de la bomba que quiero que me quiten en Reino Unido”. Según él, las condiciones en el campo eran terribles. “Anoche no teníamos tienda de campaña para dormir y andábamos por ahí pidiéndole una a la gente”.
Aunque nunca ha estado en Reino Unido, Mohamed tiene muchas ganas de vivir allí. “Sé que Reino Unido es un país hermoso y que es seguro, le dan a la gente sus derechos”. Mientras subía al autobús dijo no saber a dónde lo llevaban. “Esperamos que no nos lleven a la cárcel”. Más tarde envió un mensaje de texto diciendo que se dirigían a Brest.
Abdullah Saman tiene 44 años y llegó desde Kirkuk, en Irak. Hasta el desalojo de esta mañana, compartía la tienda de campaña con su esposa y sus tres hijos, de entre 4 y 13 años. Dijo que se negaba a pedir asilo en Francia. Preguntado por el motivo, señaló a una rata escabulléndose de la tienda. “Ya sabe por qué, usted sabe mejor que yo, usted ve cómo es esto”, asegura. “Es difícil vivir aquí, aquí no hay trabajo, el idioma es difícil y no se dan las condiciones para vivir”.
Críticas de las ONG: “No sabemos dónde los llevan”
Según Martina Villa, encargada de comunicaciones de Médicos del Mundo, “es pronto para decirlo, pero el comienzo del desalojo parecía muy organizado y estructurado”. Su ONG es una de las pocas que estuvieron presentes durante el traslado forzado. “Estos desalojos son una muestra de violencia institucional que desplaza a las personas y las obliga a abandonar las únicas zonas en las que podían haber sentido algo de seguridad, aunque fuera en tiendas de campaña; nos preocupa que las personas no sepan dónde las están llevando y que no se haya podido atender a personas que sabemos que tienen problemas médicos”.
Según la voluntaria de Care4Calais Sarah Berry, “muchos refugiados están muy preocupados por la posibilidad de que no los estén llevando a un centro de acogida sino de deportación”. “No sabemos dónde los están llevando, no nos han dicho nada”, afirma.
En su opinión, los desalojos no servirán para disuadir a los que tratan de cruzar el Canal de la Mancha para entrar de forma irregular en Reino Unido. “La situación de los refugiados en sus países de origen no ha cambiado y Reino Unido sigue siendo el último objetivo”.
Para Clare Maillot, una voluntaria con experiencia en la organización humanitaria local Salam, “los refugiados están felices y tranquilos porque esto ocurre una y otra vez”. “Los llevan a los centros pero siempre regresan”, concluye.