Dos tercios de los 781 millones de analfabetos en el mundo son mujeres

“Para las mujeres, aprender a leer y escribir es como salir de las tinieblas”, asegura rotunda Aicha Barki, fundadora de la asociación argelina IQRAA, que este lunes recibe en Dacca (Bangladesh) uno de los Premios Internacionales de Alfabetización UNESCO 2014. A sus 63 años, Barki habla desde la experiencia. Más de dos décadas luchando contra el analfabetismo, “el oscurantismo y la pobreza”, dice al otro lado del teléfono, horas antes de viajar hasta el país asiático.

En el mundo hay 781 millones de personas analfabetas en edad adulta, un 16 por ciento de la población global, según el Atlas de la Alfabetización del Instituto de Estadística de la UNESCO (UIS). De ellas, el 64 por ciento son mujeres, unos 500 millones, un porcentaje que, para la UNESCO, no ha mejorado significativamente desde 1990. Por otro lado, del total de adultos analfabetos, 126 millones son jóvenes de entre 15 y 24 años y de ellos cerca de 77 millones (el 61%) son chicas.

La mayor parte de la población analfabeta se concentra en el África Subsahariana y en el Sur y Oeste de Asia. En países como Afganistán, Benín, Burkina Faso, República Centroafricana, Chad, Costa de Marfil, Etiopía, Guinea, Haití, Liberia, Malí, Mauritania, Sierra Leona y Níger, menos de la mitad de la población es capaz de leer y escribir. En Níger, por ejemplo, la tasa de analfabetismo es del 85 por ciento mientras que en el continente europeo se sitúa por debajo del 10 por ciento de la población.

En España, según datos de la Encuesta de Población Activa para el último trimestre de 2013, 724.000 personas no saben leer ni escribir. De ellas 499.400 son mujeres, lo que representa el 69 por ciento del total, por encima de la media mundial, y que asciende al 77 por ciento a partir de los 70 años de edad.

Con motivo de la celebración del Día Internacional de la Alfabetización, la directora general de la UNESCO, Irina Bokova, resalta la importancia de la educación de las mujeres y las niñas para avanzar hacia un desarrollo sostenible. “La alfabetización permite reducir la pobreza, encontrar empleo, tener un mejor sueldo. Es uno de los medios más eficaces de mejorar la salud de las madres y los niños, entender las recetas de los médicos y acceder a la atención sanitaria”, lanza en su mensaje institucional. En él, Bokova recuerda “una simple verdad: la alfabetización cambia la vida”.

El analfabetismo de las mujeres en Argelia

En Argelia, Aicha Barki ha podido comprobar a lo largo de los últimos veinte años la realidad de esas palabras sobre el terreno. A principios de la década de los noventa, esta licenciada en Literatura francesa decidió crear una asociación para combatir el analfabetismo que, por aquel entonces, marcaba la vida de más de siete millones de personas, particularmente, de las argelinas.

“En 1990, concretamente el 12 de junio, yo estaba encargada de organizar las elecciones en el centro del que era directora y me sorprendió ver que muchas mujeres venían a pedirme tímidamente que les explicara qué decía este partido o este otro. ¿Cómo? ¡No sabían leer!”, cuenta a eldiario.es. Un tiempo después nacería IQRAA (“lee”), cuyo nombre ya era toda una declaración de intenciones.

En 1993, 1.088 personas (793 mujeres y 295 hombres) se beneficiaron de sus primeros programas educativos. Diez años más tarde, en 2013, el número de alfabetizados ascendió a 129.556 (109.659 mujeres y 19.897 hombres). En total, según datos de la asociación, IQRAA ha enseñado a leer y a escribir a casi 1.700.000 personas, y el 91% son mujeres. Esta asociación trabaja en la actualidad en más de 1.300 comunidades y cuenta con 4.400 educadores gracias al apoyo que recibe de organismos internacionales y agencias de cooperación de otros países, así como del propio gobierno argelino que, desde 2007 asume los sueldos de los trabajadores como parte de la Estrategia Nacional de Alfabetización, explica Barki.

“Nuestro centro de referencia está localizado en Attatba, en la wilaya de Tipaza, una zona que ha conocido muchos problemas debido al terrorismo islamista. Las mujeres han sido muy golpeadas por eso, sobre todo durante el decenio negro [1990-2000], por no poder salir, no poder ir a la escuela”, afirma. Allí se puso en marcha en 2008 el proyecto AFIF (Alfabetización, Formación e Integración de las mujeres), dirigido a mujeres de entre 18 y 35 años, una de las cinco iniciativas reconocidas con el Premio Internacional de Alfabetización 2014 de la UNESCO.

“Se trata de un programa de proximidad para las mujeres de las zonas rurales que consiste en la alfabetización seguida de una cualificación profesional, con el objetivo de que consigan una mayor autonomía económica”, detalla. Las mujeres llegan atraídas por lo segundo, la formación en costura, peluquería, informática o artesanía, pero la finalidad es que, ante todo, aprendan a leer y escribir. “Muy bien, les digo, queréis aprender un oficio, pero nosotros queremos que primero sepáis leer y escribir, y funciona”, recalca Barki con orgullo. “Ellas dicen que esto ha cambiado su vida, sus niños van mejor en la escuela, ganan un dinero, pueden leer el nombre de la calle donde viven, llamar por teléfono, ir al correo, escribirle a alguien. Pequeñas cosas del día a día de las que no nos damos cuenta y que para ellas son todo un mundo”.

“La alfabetización facilita el acceso al conocimiento y pone en marcha un proceso de empoderamiento y de confianza en sí mismo que beneficia a todos”, señala Irina Bukova. Según el último informe de Seguimiento de la Educación para Todos en el Mundo (EFA 2014), el acceso a la educación primaria de todas las mujeres conseguiría reducir la mortalidad infantil en una sexta parte y la materna en dos tercios, asimismo, descendería la tasa de matrimonio infantil y aumentaría la participación política.

Aicha Barki ha sido testigo de estos cambios. “Aprender a leer y escribir es también la posibilidad de tomar conciencia, de poder elegir, de preguntar a los partidos, saber qué proyectos y programas tienen. Poder participar está convirtiendo a las mujeres en ciudadanas de verdad, si no participas políticamente no eres realmente un ciudadano”, constata la argelina, que guarda muchos momentos de estos últimos veinte años en su memoria. El que mejor resume su trabajo, las palabras de una mujer de cuarenta años: “Es como si hubiera vuelto a nacer”.