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España acepta finalmente una patera que había rechazado

Melilla volvió a vivir el viernes una jornada aciaga por culpa de la mala gestión de la inmigración irregular. Las expulsiones sumarias e ilegales, sumadas a la desinformación y la impostura, marcan un episodio negro más en la historia reciente del muro de la vergüenza español.

Marruecos se niega a quedarse con la patera llegada a Melilla

Los medios de comunicación publicaban a primera hora de la tarde del viernes que Marruecos había abortado la entrada a Melilla de una patera con 17 subsaharianos a las 11:00 horas, al parecer, según informaban fuentes policiales.

Horas más tarde, los mismos medios se hacían eco de que la Guardia Civil rescataba, a eso de las 16:00 horas, una patera con 17 inmigrantes en aguas próximas a Melilla tras ofrecerles “auxilio humanitario” en alta mar, según un comunicado de la Delegación del Gobierno en Melilla.

Lo cierto es que sólo existió una patera, según denuncian testigos y organizaciones defensoras de derechos humanos. Esta patera salió de la costa cercana al puerto de Beni Enzar pasadas las 07:00 horas y fue interceptada por la Guardia Civil en aguas de la bahía de Melilla.

Entonces, la embarcación fue entregada a las Fuerzas Auxiliares marroquíes, concretamente en la base costera que este cuerpo paramilitar tiene instalada en el barranco del Quemadero, colindante con el límite norte de la ciudad autónoma.

Durante horas, miembros del Instituto Armado permanecieron apostados en las inmediaciones de esta base militar intentando que las fuerzas marroquíes se quedasen con la embarcación que había salido de sus costas.

Finalmente, los ocupantes de la barca –quince varones, una mujer y una menor– fueron acogidos por España ante la negativa de la Administración magrebí de hacerse cargo de estas personas, todas ellas de origen subsahariano.

Por la valla entraron seis, pero tres fueron expulsados

Por otro lado, un grupo en torno a la decena de subsaharianos, según sus compañeros de origen guineano, intentaba pasado el mediodía acceder a Melilla superando el triple vallado perimetral a la altura del paso fronterizo de Farhana.

Según datos oficiales, consiguieron acceder a Melilla un total de tres inmigrantes: dos que se quedaron encaramados a una farola pegada al vallado y otro que fue encontrado más tarde escondido por los alrededores.

Pero el salto se produjo por una loma conocida como Cerro de Palma Santa, que dista poco más de 300 metros del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI), desde donde cientos de inmigrantes internos permanecieron todo el día a las puertas y fueron testigos del salto y de sus consecuencias.

Según un centenar de testigos, nada más producirse la entrada, tres inmigrantes, además de los ya nombrados por las cifras oficiales, llegaban corriendo hasta las puertas del mismo CETI y allí, poco después, eran engrilletados por guardias civiles y devueltos a Marruecos: “Siempre es así. Tú entras a España, y ellos te echan por la valla de nuevo”, comenta un joven de Guinea Conakry acogido en el centro.

De hecho, los dos subsaharianos –uno de ellos herido visiblemente en un pie– que permanecieron casi tres horas encaramados a lo alto de una farola sin querer bajar, lo hicieron por miedo a ser expulsados de manera arbitraria. No descendieron ni por intermediación de la Guardia Civil, ni tras la intervención de los bomberos, ni siquiera con la llegada de la Policía Local. No fue hasta la llegada del servicio de urgencias sanitarias y ante la mirada atenta de varios medios de comunicación en la zona cuando, con muchas dudas, los dos inmigrantes descendieron a tierra con garantías suficientes de que no iban a ser devueltos a Marruecos.

“No quieren bajar, no van a hacerlo”, comentaba un compañero de Mali acogido en el centro de inmigrantes; y añadía: “Es normal, yo he entrado en Melilla tres veces. Las dos primeras me expulsaron estando ya aquí en España. Si bajan, saben que los echarán; y es muy duro llegar hasta aquí para nada después de tanto sufrimiento”.