Marcaban las 5:45 de la mañana de hace 10 años cuando uno de los equipos de vigilancia de la valla de Ceuta detectó a cerca de 200 personas a la carrera en los montes marroquíes cercanos a la frontera del Tarajal. Podría haber sido un intento de salto más, podríamos no recordarlo una década después, pero el operativo policial activado aquel día, el baile de versiones oficiales y, sobre todo, las 14 vidas que se quedaron en el mar hicieron del 6 de febrero de 2014 una de las fechas más trágicas en nuestras fronteras.
Han pasado diez años desde que Yves, Samba, Daouda, Armand, Luc, Roger Chimie, Larios, Youssouf, Ousmane, Keita, Jeannot, Oumarou, Blaise y una persona cuyo nombre aún se desconoce falleciesen en su intento de rodear a nado el espigón fronterizo del Tarajal. Aquella mañana, la Guardia Civil respondió a este intento de entrada de una forma hasta entonces inusual, muy diferente a otra tentativa que había ocurrido semanas antes. Los agentes del Instituto Armado, sin que haya quedado claro el origen de la orden inicial, lanzaron pelotas de goma y botes de humo hacia el agua, al menos muy cerca de donde un grupo numeroso de migrantes nadaban a duras penas.
En Camerún, 14 familias continúan esperando justicia. Este fin de semana organizaron como cada año un homenaje para recordar a sus hijos, hermanos o maridos fallecidos. El hermano de Larios Fotio, una de las víctimas, intenta describir el dolor de una década sin respuestas. “Llevamos diez años sufriendo en el alma sin haber encontrado un ápice de justicia, ni siquiera la verdad sobre lo que pasó ese día del 6 de febrero de 2014 en la playa de Tarajal. A pesar del dolor profundo de su pérdida y de la injusticia, intentamos día a día de hoy superar esta pérdida y continuamos luchando”, dice el familiar. “Seguimos teniendo esperanza y llevando a cabo nuestra lucha, que no es otra que obtener reparación y justicia”, añade en un testimonio recogido por el colectivo Caminando Fronteras, que lleva años acompañando a los allegados de las víctimas del Tarajal, organizados en una asociación desde hace años.
“Desde la desaparición de mi hijo Bilong Martine toda mi familia y yo estamos destrozados, porque mi hijo debería ser el jefe de la familia y mira lo que ha pasado. Su desaparición ha hecho mucho daño a su madre, que cayó tan enferma y acabó muriendo. Su abuela también murió y yo, su padre, estoy enfermo desde aquel día. Por eso, pido al tribunal español que haga justicia y repare el daño causado a nuestra familia”, lamenta el padre de Yves Martine Bilong.
Tras diez años de largo procedimiento marcado por varios archivos y reaperturas, el Tribunal Constitucional está estudiando el recurso de amparo interpuesto por las acusaciones populares y aún está pendiente la admisión a trámite del recurso de amparo interpuesto por las familias. “Hasta el día de hoy no hemos obtenido ni verdad, nuestras demandas no han sido escuchadas”, sostiene el hermano de Daouda.
Los hechos
Dani tenía pánico al agua, pero estaba decidido a lanzarse al mar. Era una de las personas que corrían despavoridas hacia la frontera con Ceuta. Su plan era rodear el espigón. Iba cargado con una suerte de flotador fabricado por él mismo con botellas de agua vacías. Cuando entró en el agua junto a decenas de compañeros, se encontró una escena muy diferente a la que imaginaba. Comenzaron los estruendos, las pelotas de goma, el humo, los gritos.
Las imágenes de las cámaras fronterizas muestran un minuto clave para entender lo sucedido: las 7:38 de la mañana. La mayoría de los migrantes que no habían sido frenados por las fuerzas marroquíes se concentraban en un mismo lugar: el extremo derecho del espigón fronterizo, en el lado marroquí. Es aquí, según los testimonios de los supervivientes y las declaraciones de los agentes en servicio, cuando se producen los momentos más dramáticos. Una de las líneas de defensa del entonces titular de Interior, Jorge Fernandez Díaz, consistía en defender que los hechos habían ocurrido en aguas marroquíes (similar justificación que años después utilizaría el actual ministro Fernando Grande-Marlaska sobre la tragedia de Melilla).
Aunque los vídeos oficiales evidencian que los momentos más trágicos y violentos ocurrieron en el lado marroquí también muestran que los agentes españoles dispararon en repetidas ocasiones pelotas de goma y botes de humo hacia esa misma zona, a aguas marroquíes.
En esos momentos, Dani se quedó paralizado en la parte marroquí del espigón fronterizo. Durante las distintas entrevistas que este medio ha tenido con él a lo largo de esta década, el camerunés levantaba un dedo para contar cómo trató de aferrarse a las rocas del saliente. Meses después aún conservaba una pequeña marca en su índice. Fue con ese dedo con el que se agarró a un pequeño hueco surgido entre las piedras. Entró en pánico, cuenta, tras escuchar el sonido de los disparos de pelotas de goma y la desesperación que, según describe, surgió a su alrededor. Tragó agua, inhaló gas, se quedó, contó, “casi inconsciente”.
Debido a la mala calidad de los vídeos, no se pudo determinar si hubo impactos directos de pelotas de goma contra los inmigrantes, como denuncian los supervivientes. La ONG Caminando Fronteras presentó en el juzgado imágenes de las lesiones de algunas de las personas que aseguran haber resultado heridas aquel día con material antidisturbios, acompañadas de partes médicos.
El entonces ministro del Interior y los agentes en servicio reconocían que, durante esos minutos, se produjo un “apelotonamiento” de los migrantes que se encontraban “unos sobre otros formando un embudo”. Sin embargo, en ese momento en el que las autoridades reconocieron una situación de riesgo, los agentes continuaron lanzando material antidisturbios hacia el agua muy cerca de ellos, lo que apuntó desde el inicio a una aparente falta de auxilio. La Guardia Civil nunca avisó a Cruz Roja ni a Salvamento Marítimo.
Un agente solicitó nervioso a sus mandos, en varias ocasiones y durante los primeros momentos del intento de entrada, que requiriesen la llegada de los buceadores, como revelaron las grabaciones a las que tuvo acceso la Cadena SER. Pero la embarcación de los GEAS –buzos–, con dimensiones adaptadas para acercarse a tierra, no llegó hasta más tarde, cuando “ya casi no había inmigrantes en el agua”.
A día de hoy se desconoce quién ordenó lanzar material antidisturbios hacia el agua, a pesar de que nunca antes lo habían hecho, según indican los agentes imputados.
Varios agentes admitieron que, aunque no recibieron una directriz expresa de utilizar pelotas de goma, comenzaron a lanzarlas porque vieron antes cómo el capitán jefe de la Compañía Rural de Seguridad de Ceuta disparaba hacia el agua y, por tanto, les parecía “lógico”.
El capitán –quien estaba al mando del dispositivo– reconoció que lanzó varias pelotas de goma hacia el agua “con la intención de que los que allí estaban le imitaran”.
Identificación
Diez años después de las muertes del Tarajal, aún cuatro cuerpos de los cinco hallados en España siguen sin identificar. El proceso sí se ha completado con los cadáveres localizados en Marruecos, según la abogada de las familias de las víctimas, Patricia Fernández Vicens, de Coordinadora de Barrios. “A lo largo de estos diez años el Estado español se ha negado a identificar los cuerpos de cuatro de las cinco víctimas enterradas en España. Los familiares no han tenido posibilidad real y efectiva de ser parte en el procedimiento. Los consulados han denegado la toma de muestras de ADN y rechazó en varias ocasiones la petición de visados para que las familias pudiesen visitar el lugar de la muerte de sus hijos y sus sepulturas”, han denunciado varias ONG, entre ellas Caminando Fronteras, en un comunicado conjunto.
Aquella mañana la Guardia Civil halló al menos tres cuerpos en aguas fronterizas entre España y Marruecos. “En la esquina del espigón hay tres cadáveres. Vamos a proceder a sacarlos”, anunció un miembro del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS) de la Guardia Civil a través de las comunicaciones radiofónicas. Pocos segundos después, la voz de un superior, el mando del operativo, lanzó la orden contraria: “Eso está en Marruecos. Lo hacen ellos”, se escucha en los audios difundidos entonces por Interior. Los agentes españoles se encontraban a tan solo unos metros de ellos, pero la Guardia Civil abandonó los dos cuerpos en el mar.
Durante los días posteriores a la tragedia, fueron apareciendo hasta cinco cadáveres en las orillas ceutíes. A pesar de las incógnitas existentes alrededor de las circunstancias de los fallecimientos, el juzgado de instrucción número 6 de Ceuta ordenó enterrarlos a todos en las 24 horas posteriores. Ninguno de ellos fue identificado antes de recibir sepultura. Meses después, la Guardia Civil puso nombre a uno de los cuerpos, el de Nana Chimie Roger, gracias a un teléfono móvil que guardaba en sus pantalones.
Las familias de las víctimas, que se han organizado creando en Camerún la asociación Familias Víctimas del Tarajal, han tratado de viajar a España en varias ocasiones para tratar de acelerar el proceso de identificación e intentar realizarse de nuevo las pruebas de ADN. También pretendían ver la tumba de sus hijos y hermanos, así como el lugar donde habían fallecido, para intentar asumir lo ocurrido y continuar su proceso de duelo, pero el Gobierno les ha denegado los visados en repetidos intentos.
Aunque pocos les escuchen, los familiares no dejan de pedir justicia. “Hablo con mucho dolor y pena. Han sido diez años difíciles. La forma en la que murieron, cómo el gobierno disparó contra ellos, hace que el dolor sea aún más fuerte. En nombre de nuestra familia de Daouda, quiero que sepáis lo doloroso que es vivir sin él, cada año conmemoramos esta fecha todas las familias de las víctimas unidas”, sostiene el hermano de Daouda, otra de las víctimas del Tarajal, desde Camerún.