“¿En Europa lo llaman 'crisis de refugiados' ahora? Los saharauis llevamos 40 años en 'crisis”

Gabriela Sánchez

Campamentos de refugiados de Tinduf (Argelia) —

Mientras corta el cabello de un joven saharaui, sentado en el trono que corona una barbería plantada en medio del desierto argelino, Dadah hace balance. Dice que ha sido un año en el que, además de continuar en este trozo de nada, buena parte de todo lo construido durante su vida en el exilio desapareció tras las lluvias torrenciales que arrasaron con más dureza el campamento de refugiados de Dajla en octubre de 2015.

Doce meses después, buena parte de las construcciones de adobe convertidas en arena han vuelto a levantarse, algunas incluso mejoradas, pero muchas familias han tardado meses en lograrlo. Hablamos con algunas de ellas durante la celebración del Festival de Cine del Sáhara Occidental (FiSahára), que ha regresado un año más al campamento de refugiados de Tindouf (Argelia) para visibilizar su situación más de cuarenta años después de la ocupación de su territorio por parte de Marruecos.

Dadah es el barbero de Dajla. Una pared de su negocio se derrumbó durante aquellos días de octubre en los que, recuerda, tuvieron que dormir en la zona más alta del campamento durante cerca de 20 días por miedo a que el agua los arrastrase. “Todo eso no estaba, hasta los azulejos se habían estropeado...”, dice mientras muestra algunos de los pedazos de papel pintado que pudo por fin reemplazar recientemente. La impoluta y brillante peluquería masculina elevada en medio del desierto ya es casi lo que era antes de las tormentas, pero reconstruirla no ha sido sencillo.

Lo hizo, como muchas otras familias saharauis afectadas, gracias a la ayuda internacional. “Mi 'familia española' me envió dinero y he podido hacer los arreglos”, añade. Dadah es uno de tantos jóvenes que disfrutó del programa 'Vacaciones en Paz' durante buena parte de sus veranos y, tras cerca de 20 años, mantiene el contacto con quienes le acogieron en España.

La tormenta provocó la posposición de su boda, relata, que acabó celebrado meses después, así como el retraso en la construcción de su propia casa junto a su esposa. Dadah es cubaraui, como se llaman entre ellos los muchos saharauis que cursaron su educación universitaria en Cuba. Pasó varios de sus 31 años en ese país y una vez diplomado en Electrónica, regresó a su lugar natal, al desierto argelino que aún hoy sueña con abandonar. Volvió para cortar barbas mientras espera.

Poco antes de comenzar a bailar y cantar en una jaima repleta de mujeres saharauis, Bouba Mohamed también suspira. Hace algún que otro aspaviento para expresar los efectos que aquel ciclón tuvo en las ya complicadas condiciones de vida de los refugiados saharauis. “Se quedaron como la tierra”, resume la mujer de 30 años, maestra de niñas y niños de educación primaria en una de las escuelas del campamento, que también resultó afectada por las lluvias.

“Salimos corriendo y pasamos 21 días junto al hospital de Dajla, la zona más alta del campamento de refugiados. Pasamos mucho frío, muchos niños se pusieron enfermos. Durante casi un mes fuimos refugiados por segunda vez. Primero, escapamos de Marruecos. Después, de las lluvias. Por partida doble”, dice mientras suelta una carcajada. Acostumbrada al dolor y a mantener una vida que no es la suya, prefiere la risa al lamento. “Tenemos que reírnos, si no...”.

Ella y su familia no pudieron comenzar la reconstrucción de su hogar hasta tres meses después, cuando recibieron la ayuda por parte del Gobierno argelino y de su familia de acogida española. Su casa no volvió a ser del todo la suya hasta hace unos días. “La cocina la acabamos este mes. Estuvimos viviendo bastante tiempo toda la familia en la jaima –construida con telas–, donde también cocinábamos. Eso era muy peligroso... Se podía quemar y dormíamos al lado del gas, pero no teníamos otra opción”, explica Bouba.

Sentada junto a la pared que hace un año se diluyó entre el agua de la lluvia, suena una historia parecida. Jadiyetu, que también destaca los meses que pasaron cocinando junto a las telas de su jaima, agradece a su 'familia española' la ayuda económica recibida. Hace recuento de los meses en los que lograron finalizar cada una de las obras necesarias para sentirse en su hogar de nuevo. “Este muro pudimos acabarlo en enero –cuatro meses después de las lluvias–. La cocina la arreglamos hace un mes”. Tiene 26 años y también trabajaba como profesora hasta hace cuatro meses, cuando se quedó embarazada poco después de la celebración de su boda.

“La ayuda vino del pueblo, no del Gobierno”

“La reconstrucción ha sido un ejemplo entre los propios saharauis”, dice Hafdala Hamadi, uno de los guías de la prensa durante la celebración del FiSahara. “Ahí demostramos de nuevo que somos un pueblo solidario. Los que más tenían ayudaron a los más pobres”, asegura.

“También tuvimos mucha ayuda del pueblo español y estamos muy agradecidos. Del pueblo”, corre a matizar con marcada insistencia. “No del Gobierno español, que no lo queremos ni ver”, afirma Hafdala. El joven saharaui está pendiente de las noticias publicadas en medios de comunicación españoles, después de haber vivido una temporada en Extremadura.

En el campamento saharaui del 27 de febrero, le llegan noticias acerca de la llegada de refugiados a Europa. “Si el Gobierno de España ha demostrado algo de solidaridad con el pueblo sirio es porque el enemigo de ellos, Bashar Al Ashad o el Estado Islámico, es también enemigo de Europa”.

Cuando Dadah está a punto de terminar el corte de pelo de su cliente en su pequeña barbería reconstruida no puede evitar realizar una reflexión en voz alta. “Refugiados hay muchos, en todo el mundo, y todos tienen una causa respetable y su dolor. Pero Europa también tiene que acordarse de los refugiados que llevamos siéndolo 40 años”. Y acaba con una pregunta: “¿En Europa lo llaman 'la crisis de refugiados' ahora? Los saharauis llevamos 40 años en crisis”.