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Así frena la UE la inmigración: guardacostas turcos golpean en altamar una barca de refugiados

Las luces de la patrullera turca parecían aproximarse. Los refugiados sirios Alaa Aldin y Bushra Aldin las observaban una vez más desde la inestable barca en la que intentaban llegar a la isla griega de Lesbos junto a decenas de refugiados. Conocían el significado de aquellos destellos, sabían lo que vendría después. Alaa tomó su móvil y comenzó a grabar: los guardacostas turcos se acercan entre gritos, golpean la embarcación y acaban arrastrándola para devolverla a Turquía, multiplicando el nerviosismo de sus ocupantes en una maniobra visiblemente peligrosa.

Es la otra cara del acuerdo de la UE-Turquía. La que no se ve. Las imágenes, grabadas por el sirio Alaa Aldin en enero de 2018, conforman la primera prueba gráfica publicada de forma íntegra en un medio español que demuestra las peligrosas prácticas de los guardacostas turcos, financiadas desde 2016 por la Unión Europea para frenar el flujo de migrantes hacia las islas griegas.

Habían partido de una playa cercana de Ayvalik (Turquía) con el objetivo de alcanzar el sur de la isla de Lesbos. En altamar, los agentes turcos detectaron su embarcación y se dirigieron hacia ellos. “En cuanto nos abordaron, nos empezaron a pegar con las porras. Querían amarrar nuestra barca a la suya mientras uno de ellos intentaba romper el motor con un palo”, relata Alaa. El vídeo documenta la persecución de la embarcación, en la que también viajaban niños y al menos una mujer embarazada, durante más de cinco minutos hasta que, finalmente, fueron capturados y transferidos al buque turco del Sahil Güvenlik Komutanlığı para llevarles de vuelta a las costas turcas.

“Empezaron a pegar a los hombres y a nosotras nos impedían acercarnos a ellos. Pusimos a los niños a un lado porque gritaban y lloraban por sus padres. Yo estaba aterrorizada por mi marido. Lo cogieron, lo rodearon entre varios hombres y le empezaron a pegar en el estómago”, describe Bushra Aldin, quien se encontraba embarazada en el intento de entrada.

Los guardacostas turcos frenaron su avance y la embarcación fue devuelta a Turquía. Los golpes, denuncia el matrimonio, continuaron de camino al país euroasiático. Según el joven que capturó las imágenes, tras llegar a puerto, todos los ocupantes de la embarcación interceptada fueron trasladados a la comisaría de Ayvalik, donde permanecieron encerrados durante un día.

Una vez liberados, Bushra y Alaa ya se preguntaban cuándo sería la siguiente oportunidad para alcanzar Europa. La pareja logró llegar a Lesbos tras once intentos. Alaa llevaba su móvil consigo y quería mostrar al mundo el coste del plan con el que la Unión Europea ha conseguido bajar el número de llegadas irregulares a Grecia.

En marzo de 2016, los Estados miembros pactaron la aportación de 6.000 millones de euros al Gobierno euroasiático con el objetivo de frenar las llegadas de refugiados a las costas griegas, tras haber alcanzado el millón de personas el año anterior. El encargo consistía en reforzar el control fronterizo ejercido por las autoridades turcas y permitir la devolución de los solicitantes de asilo arribados a las islas, bajo la consideración de Turquía como “país seguro”.

El Estado euroasiático cumplió con la reducción de entradas irregulares comprometida, pero el vídeo de Alaa documenta las arriesgadas prácticas empleadas por los guardacostas turcos para formalizar la meta europea. El precio del acuerdo UE-Turquía.

Desde Ankara, tanto el Ministerio de Interior como la comandancia de los guardacostas han evitado hacer ningún tipo de declaración respecto a las imágenes. La Comisión Europea tampoco ha respondido por el momento a las preguntas de eldiario.es.

Refugiados y ONG llevan años denunciando los abusos

Las imágenes se suman a los testimonios de decenas de migrantes que, desde la aplicación del acuerdo UE-Turquía, aseguran haber sido detectados por parte de los guardacostas turcos. Muchos demandantes de asilo que deambulan por el centro de detención de Moria relatan historias similares a la experimentada por Alaa y Bushra.

Uno de ellos es Kassim Hussein Al-Ali, un padre iraquí de familia numerosa. El hombre sostiene haber sido detenido en nueve de sus diez intentos de alcanzar Lesbos. “En todos ellos nos amenazaron con malas palabras, nos pegaron o nos pincharon la barca. A los hombres nos tratan como animales una vez nos encierran, solo dan de comer a las mujeres y a los niños”, asegura.

Los intentos no cesan, a pesar de la reducción de las entradas tras el acuerdo de la UE. Más de 440 embarcaciones de refugiados han tratado de alcanzar las costas griegas en 2018. Un total de 206 lo ha conseguido. Según los últimos datos del Ministerio del Interior heleno, 9.375 personas han desembarcado en las islas, mientras que 10.029 han sido interceptadas por la gendarmería o los guardacostas turcos en su intento de alcanzar las islas.

Las últimas estadísticas sobre migración irregular publicadas por la Turkish Coast Guard Command revelan que, en lo que va de año, un total de 241 botes han sido retenidos en su travesía a Europa. De estos, 163 fueron transferidos en altamar a los buques de salvamento para ser devueltos a Turquía –los denominados pushbacks– y otras 78 barcas fueron detenidas en tierra por la policía cuando se disponían a partir.

Las ONG que trabajan en las islas también llevan años alertando de los abusos provenientes de las embarcaciones de Turquía a través del testimonio de los refugiados rescatados. Algunas de ellas, como Refugee Rescue y Lighthouse Relief, aseguran haber sido testigos de estos.

Alrededor de las tres de la madrugada del pasado 10 de noviembre, recuerdan, los guardacostas turcos “entraron de manera ilegal” en aguas griegas para “cortar el paso a un dingui [bote pequeño] con 37 personas a bordo”.

En una carta remitida al Alto Comisionado de las Naciones Unidas, las ONG a cargo del rescate y la vigilancia de la costa norte de Lesbos, señalaron que uno de los oficiales empezó a “disparar” cerca del bote ante la incapacidad de detenerlo. “Dejen de disparar”, alertaron por megafonía los guardacostas griegos. Acababan de llegar a la escena. Nada más verlos, 17 migrantes saltaron al agua y nadaron desesperados hacia la embarcación helena, indican.

Mientras la lancha de rescate de Refugee Rescue recibía órdenes de transportarlos al puerto de Skala Sikamineas, al norte de la isla, los turcos procedían a deportar al resto. Los 17, con claros síntomas de hipotermia, quedaron separados de sus familias tras la intervención.

“Estamos muy preocupados por las constantes denuncias de aquellos que llegan a la costa norte de Lesbos, con respecto a las violentas interceptaciones por parte de los guardacostas turcos”, indica Hannah Wallace, jefa de comunicación de Lighthouse Relief y firmante del documento.

“Muchas de las personas que desembarcan en la isla dicen que han intentado cruzar desde Turquía más de una vez y describen cómo las autoridades turcas les pegan, les disparan y les intentan volcar la barca para evitar que alcancen las aguas griegas”, prosigue Wallace.

Gerard Canals, coordinador de operaciones de Proactiva Open Arms, recuerda sus operaciones en Turquía antes del tratado firmado con la UE. Según apunta, hasta entonces prácticamente no veían intervenir a los guardacostas turcos. Si lo hacían, dice, era para dificultar la huida. “Escuchamos todo tipo de historias durante los rescates en el Egeo. Que les disparaban con mangueras de agua a presión, les intentaban hundir el barco o les pegaban con el cinturón”, añade.

Después del acuerdo del 20 de marzo de 2016, el coordinador de la ONG catalana apreció que las órdenes de los guardacostas turcos habían cambiado: “Incluso tuvimos que cambiar el uso de la radio, porque cada vez que reportábamos un dingui iban a por él para devolverlo a Turquía”.

Un nuevo proyecto valorado en 20 millones de euros

El embajador Christian Berger, presidente de la Delegación de la UE en Turquía, celebraba el pasado junio en el puerto de la ciudad de Antalya, al suroeste del país, la entrega de los dos primeros buques turcos de salvamento marítimo pagados con fondos europeos. Dos unidades personalizadas del modelo SAR 1906, diseñadas por el astillero holandés Damen Shipyard Group, de las seis que figuran en el contrato a plazos finalizado en diciembre del 2017.

El proyecto en soporte a la comandancia turca, financiado por la UE y ejecutado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), está valorado en 20 millones de euros. En él se incluyen formación sobre leyes internacionales, entrevistas psicotécnicas, protección y asistencia de migrantes y trata de personas. Además, contempla partidas para el impacto psicológico que enfrentan los oficiales en sus operaciones diarias de búsqueda y rescate en el mar.

“Los esfuerzos por parte de los guardacostas turcos han sido cruciales para salvar vidas humanas en el Egeo y el Mediterráneo. La Unión Europea está orgullosa de contribuir con estos dos primeros buques de búsqueda y rescate de última generación. Este proyecto es un ejemplo de lo que la UE y Turquía pueden lograr cuando trabajan juntas”, sentenció Berger.