Unas 80 familias de origen gitano-rumano viven en el poblado de “El Gallinero”, en el límite municipal de Madrid. A pesar de la precariedad y la pobreza, los habitantes se esfuerzan por crear una atmósfera lo más hogareña posible, especialmente de cara a los más pequeños.
Los voluntarios implicados en el poblado denuncian el cortoplacismo de las políticas del Ejecutivo de Ana Botella, que pasan por el derribo sin realojo previo.
A pesar del abismo social existente entre los habitantes de El Gallinero y el “madrileño medio”, la distancia física es mínima. Tan sólo 12 kilómetros separan el asentamiento chabolista de la Plaza de Sol.