“Si están muertos, decidnos algo”: la búsqueda desesperada por España de ocho migrantes desaparecidos tras subirse en una patera

Gabriela Sánchez

15 de febrero de 2021 22:20 h

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Ha pasado casi un mes desde la tarde en que Fatimah recibió insistentes llamadas de su familia en Marruecos para pedir información que no lograba encontrar. Su hermano, le decía su madre, no había pasado por casa las dos últimas noches y en el barrio empezaba a correr la voz de que él era uno de los ocho hombres rifeños embarcados de madrugada en una patera para alcanzar las costas andaluzas. La barca, les contaban en un principio, creían que había llegado al puerto de Motril, pero ninguna fuente oficial lo confirma.

Los días pasan y, desde aquel 18 de enero, el teléfono no ha sonado. 

Nadie sabe nada de esos ocho hombres rifeños que zarparon desde la playa de Bouyafar (Marruecos) en una patera con la intención de llegar a Motril. Sus familiares, desde España, Marruecos y Francia, buscan desesperados, sin apenas respuestas, cualquier pista sobre el paradero de sus hijos, hermanos y primos. La última vez que alguien habló con ellos fue durante la mañana del pasado 18 de enero. 

El más jóven, Jawad Boulouad, de 19 años, llamó a su familia de Marruecos desde alta mar. “Primero dijo que no funcionaba uno de los motores. Tiempo después, volvió a llamar. Decía que ya estaba arreglado. Estaban bien, pero ya no hemos sabido más”, describe desde Tarragona su primo. El joven viajaba en una pequeña barca neumática blanca junto a Salim Boulouad (23) Samad Talhat (22), Jamal Talhat (24), Hicham Salioui (19), Rachid Zarray (40), Karim Oalla (26) y Mimoun Salhi (31). 

A las 14 horas de ese mismo día, Samad Talhat, otro de los desaparecidos, mandó un mensaje de Whatsapp a su hermano desde la barca neumática. Le decía lo mismo: “Tenemos un problema. Uno de los motores no va bien”. Todos ellos se dedicaban a la pesca en su país y vivían en la provincia de Nador, detallan varios familiares. El mayor de ellos, Rachid Zarray, dejó atrás a su pareja embarazada. En este tiempo de angustiosa espera, la mujer ha dado a luz. Nadie le confirma de forma oficial si el padre, como los otros siete chicos con los que viajaba, llegaron a España o se quedaron en el mar.

Fatimah y su marido han contratado a un abogado para encontrar respuestas sobre su hermano. Mohamed sigue llamando a cualquier lugar donde piense que podrían haber sido trasladados sus primos y ha contactado con este medio por si tuviésemos alguna información. Dunia se deja los ojos cada mañana en las fotos publicadas en distintas páginas de Facebook, por si detectase la cara de sus cuñados en alguna de ellas. Ha pasado un mes, y no tienen nada; pero ese silencio les empuja a seguir buscando. Les impide descansar: “No sé si estoy haciendo todo lo posible”, dice uno de ellos.

Los familiares que residen en España, como Fatimah, Mohamed y Dunia, llevan 30 días llamando a todo aquel que creen que podría ayudarlos y se aferran con fuerza a la posibilidad de que estén vivos en algún punto del país. “Sé que están bien, tuvieron que llegar porque no había mala mar, pero queremos saber dónde están”, dice Mohamed. Todos enumeran posibles teorías que pudiesen explicar que, transcurrido casi un mes de su salida de las costas marroquíes, ninguno de los ocupantes de la patera haya dado señales, algo que no es habitual.

“Como ya son 25 días, y hay tanta gente que llama y pregunta por ellos y no los encontramos, he pensado que quizá a su llegada se cambiaron de nombre o la edad por miedo”, sostiene Dunia, nacida en Melilla y residente en la provincia de Barcelona. Sus dos cuñados, de 22 y 24 años, viajaban en esa barca. Ellos eran quienes habían adquirido la zodiak hacía ocho meses con el objetivo de llegar a España. Entonces sus planes se truncaron. Este era su segundo intento. 

En una pequeña casa de un barrio de la periferia de Almería, Fatimah y su marido muestran con incomprensión una captura de una publicación de la página de Facebook Arrif Daily, donde periodistas independientes marroquíes informan sobre las llegadas de emigrantes de Marruecos a distintos países. El post, del 19 de enero, menciona el rescate de dos embarcaciones que serían trasladados al puerto de Motril. En una de ellas, según esta organización, viajaban ocho migrantes, el mismo número de ocupantes de la patera de sus familiares desaparecidos. La primera vez que lo vieron, respiraron aliviados; pensaron que Karim estaría a salvo, pero se trataba de una información incorrecta atendiendo a los datos facilitados por Salvamento Marítimo a elDiario.es.

Ninguna patera con ocho personas

Según la institución dependiente del Ministerio de Transportes, entre el 18 y el 19 de enero, fueron rescatadas 12 pateras en las zonas de Estrecho, el Mar de Alborán y las aguas próximas a Ceuta y Melilla. Ninguna de ellas tenía ocho ocupantes. 

“En esos días se recibieron numerosas alertas y se movilizaron en la zona medios tanto marítimos como aéreos, que dieron como resultado los rescates realizados”, explica un portavoz de Salvamento Marítimo. La institución recibió avisos de embarcaciones en riesgo de “diferentes fuentes” y se coordinaron desde los Centros de Coordinación de Salvamento de Tarifa y Almería.

Entre esas alertas estaban las de Alarm Phone y el colectivo Emergencia Frontera Sur, que advirtieron de la existencia de una patera en riesgo con ocho hombres magrebíes a bordo. Durante la noche del 18 al 19, Alarm Phone envió dos emails a Salvamento Marítimo (a las 2:00 horas y a las 6:00 horas). Entre las 12 pateras rescatadas durante esos dos días en la zona, seis de ellas tenían menos de diez ocupantes. 

Salvamento Marítimo dio por rescatadas todas las barcas de las que recibió alertas, sostienen fuentes oficiales. Alarm Phone entonces también concluyó que todas las pateras de las que advirtió habían sido rescatadas, pero las familias de esos ocho hombres que viajaban en una zodiak blanca siguen sin noticias. “La información que normalmente se recibe, lamentablemente, es insuficiente para poder determinar si corresponden a una u otra embarcación”, añaden desde la institución de rescate dependiente de Transportes. A sus cifras habría que añadir los rescates realizados entonces por la Guardia Civil y por las autoridades marroquíes, que este medio no ha podido confirmar.

“Nadie me dice nada claro”

La primera vez que Fatimah fue a una comisaría para intentar encontrar información sobre sus familiares, se chocó con los primeros obstáculos. “La primera semana fui a la comisaría de Almería, para dar los datos, por si pudiesen confirmar o descartar que habían llegado. Allí me dijeron que, si creía que habían llegado a Motril, tenía que ir a Motril”, explica Fatimah a través de una videollamada. La hermana del desaparecido solicitó a los agentes un salvoconducto para poder viajar a Granada ante los cierres perimetrales de las provincias andaluzas. “Me dijeron que no me lo podían hacer. Que la barca había venido de manera irregular y que no podían hacer nada”, asegura. 

La familia decidió buscar un abogado, quien ha trasladado a varias comisarías y a la Cruz Roja las fotografías de los ocho desaparecidos y las imágenes de algunos de sus pasaportes. “El abogado ha llamado a todas partes, no está en ningún lado”, sostiene el marido de Fatimah. 

Dunia, cuñada de dos hermanos desaparecidos, ha perdido la cuenta de todos los lugares a los que ha llamado desde el pasado 18 de enero. Se ha puesto en contacto con comisarías de diferentes ciudades andaluzas costeras, con distintos cuarteles de la Guardia Civil, con las sedes de Cruz Roja de distintos puntos de España: “Me van pasando de un lugar a otro pero, al final, nadie me dice nada claro”, lamenta la mujer. Otras instituciones les obligan a hacer un trámite de forma presencial, que no pueden cumplir debido a las restricciones perimetrales. Otras respuestas son confusas y se basan en suposiciones que acaban alimentando su esperanza.  

“Me pongo enferma cuando llamo”

“Ya no llamo, porque pongo enferma cuando llamo y no me dicen nada”, dice Dunia. “Mi marido está muy mal, no quiere comer. Yo le animo, qué voy a hacer. Le digo: 'come un poco, que tus hermanos están bien y ya verás que pronto estarán libres y nos van a llamar'”, describe la mujer, quien dice que evita pensar en la posibilidad de que hayan fallecido en el mar mientras nadie se lo confirme. “Siempre que llamo para preguntar por ellos, lo digo: 'Si están muertos, decidnos algo”.

Conseguir información oficial sobre el paradero de los migrantes llegados a España de manera irregular suele convertirse en una carrera de obstáculos para los familiares que esperan noticias. En España, a pesar de ser un país que recibe pateras desde hace más de 30 años, no existe ningún protocolo que marque las pautas que deben seguir las autoridades en estos casos, lo que se traduce en el caos descrito por los allegados de los ocho hombres magrebíes desaparecidos desde el pasado 18 de enero. 

Falta de puntos de información oficial

El diputado de Bildu Jon Iñarritu preguntó al Gobierno en diciembre sobre la posibilidad de crear un “punto de información”, en este caso en Canarias, para que los allegados de los migrantes pudieran encontrar respuestas. “No existe normativa nacional, ni internacional que fije la obligación de disponer de (un) punto de información a las familias de los inmigrantes irregulares llegados a España”, concluyó el ejecutivo en una respuesta parlamentaria. 

La incertidumbre, la posibilidad de no estar haciendo todo lo que esté en su mano para encontrarles, impacta en la salud mental de los familiares de los hombres desaparecidos el pasado 18 de enero. “Estamos en blanco ahora mismo. Al menos yo estoy en blanco, no sé qué más hacer…”, dice, extasiado, Mohamed desde Tarragona. Él es primo de tres de los desaparecidos. Su pareja es hermana de dos de ellos. 

Desde el 20 de enero, cuando supo la noticia, el joven carga con la incertidumbre de la búsqueda y la ansiedad de hacerlo a escondidas. “Aún no he podido decirle nada a mi mujer. Está embarazada y temo que todo esto la ponga en peligro”, dice, mientras ella le comenta extrañada que desde hace semanas sus hermanos no contestan a sus habituales mensajes de Whatsapp: “Pregunta a su madre y ella le dice que se les ha roto el móvil y no han podido comprarse otro”. 

Desde que Dunia publicó en varios grupos de Facebook varias fotos de los hombres desaparecidos junto a su número de teléfono, no para de recibir llamadas, cuenta. Algunas le piden respuestas que, como Fatimah y Mohamed, desconoce. Otras envían información confusa, pistas falsas o erróneas sobre el paradero de sus familiares. Este sábado era la madre de uno de ellos. Después de ver una fotografía de varios migrantes desembarcados el pasado 18 de enero en Motril, la mujer aseguraba con desesperación que uno de ellos era su hijo. En la imagen, pixelada, el chico aparecía con mascarilla y con un gorro. Solo se le ven los ojos, pero ella se aferra a que su “niño” tenía un gorro muy parecido. Todo apunta a que no es él.

Este lunes, varios comentarios en Facebook les advertían de que los chicos estaban en “un centro de Murcia”, y Mohamed empezó a llamar de manera aleatoria a ONG que acogiesen migrantes en la región.

La falta le información oficial les impide pasar página.

Según Caminando Fronteras, más de 2.170 personas fallecieron o desaparecieron en su intento de llegar a España en patera en 2020. 30 de las tragedias documentadas por esta organización el año pasado, que cuenta con un sistema de alertas de embarcaciones en peligro en el mar, corresponden a embarcaciones que desaparecieron sin que constara ningún superviviente: “Cuando no tienen una confirmación de la muerte, los familiares buscan a sus desaparecidos por todos los medios. Hemos encontrado gente que les engañan, que les dan esperanza, que les dice que siguen vivos y vivas, que es lo que las familias quieren escuchar. Esto ocurre porque estas familias no pueden ir a una administración española para que busque en los registros su patera y le explique que esa embarcación nunca apareció”, critica Helena Maleno, fundadora del colectivo.