Las duras condiciones que se ven empujados a pasar los menores extranjeros no acompañados a su paso por Melilla
Mohamed, Salima y Salah son algunos de los niños escondidos entre las siglas MENA
Este miércoles, Vox ha incluido en su documento de exigencias para pactar con PP y Ciudadanos en la Comunidad de Madrid poder colaborar en la deportación de estos menores
"La risa ella sola ha cavado más túneles útiles que todas las lágrimas de la tierra". El colectivo Acción Poética escribió el verso de Cortázar en una de las piedras del puerto de Melilla, sobre la que juegan varios niños marroquíes cuando cae la noche. Al final, cuenta José, no son más que niños con ganas de reírse y jugar. "No entienden por qué les pega la Policía, por qué tienen que esconderse y estar en la calle", denuncia el fotoperiodista.
"La risa ella sola ha cavado más túneles útiles que todas las lágrimas de la tierra". El colectivo Acción Poética escribió el verso de Cortázar en una de las piedras del puerto de Melilla, sobre la que juegan varios niños marroquíes cuando cae la noche. Al final, cuenta José, no son más que niños con ganas de reírse y jugar. "No entienden por qué les pega la Policía, por qué tienen que esconderse y estar en la calle", denuncia el fotoperiodista.
Salah ad Din tiene el mismo nombre que el gran guerrero otomano que logró unificar Mesopotamia. Con 16 años, los chavales de puerto le llaman El rubio, es "espabilado" como nadie, y sabe "buscarse la vida bastante bien", se ríe José al recordarle. Como todos los niños, quiere cruzar a la Península, quizá llegar a Barcelona, donde tiene bastantes amigos, y ponerse a trabajar para enviar dinero a su familia.
Salah ad Din tiene el mismo nombre que el gran guerrero otomano que logró unificar Mesopotamia. Con 16 años, los chavales de puerto le llaman El rubio, es "espabilado" como nadie, y sabe "buscarse la vida bastante bien", se ríe José al recordarle. Como todos los niños, quiere cruzar a la Península, quizá llegar a Barcelona, donde tiene bastantes amigos, y ponerse a trabajar para enviar dinero a su familia.
José le encontró debajo de un puente en Melilla. Tenía fiebre y pasó el día acurrucado bajo un montón de mantas. Junto a un trabajador de una organización social, trataron que el menor fuera atendido por un médico, pero el hospital les cerró las puertas. "Esto supone, para mí, violencia sanitaria", denuncia el fotoperiodista. Por desgracia, continúa, esto pasa muchas veces: los niños no tienen acceso al sistema de salud, mucho menos si van solos. Al final, no pudieron darle más que un gelocatil.
José le encontró debajo de un puente en Melilla. Tenía fiebre y pasó el día acurrucado bajo un montón de mantas. Junto a un trabajador de una organización social, trataron que el menor fuera atendido por un médico, pero el hospital les cerró las puertas. "Esto supone, para mí, violencia sanitaria", denuncia el fotoperiodista. Por desgracia, continúa, esto pasa muchas veces: los niños no tienen acceso al sistema de salud, mucho menos si van solos. Al final, no pudieron darle más que un gelocatil.
Es raro encontrar a niñas viajando solas. Salima llegó a Marruecos con su familia, su papá estaba enfermo del corazón y su mamá "no se separaba de él", cuenta José. Así que ella cruzó sola la frontera con España a los 15 años. En seguida entró en el sistema de protección, las niñas se consideran de mayor vulnerabilidad y las autoridades suelen hacerse cargo. Ahora está en Barcelona, donde también le fue concedido el asilo a su hermano mayor de edad, y se ha casado hace poco. Caminando por las Ramblas, días atrás José reconoció a un familiar de Salima, así que espera poder volver a verla pronto. Esta foto la tomó en 2014, en una casa diminuta de apenas 20 metros cuadrados en Melilla que compartía con otras familias sirias. Salima sigue viajando a menudo a Marruecos para visitar a sus padres en Nador.
Es raro encontrar a niñas viajando solas. Salima llegó a Marruecos con su familia, su papá estaba enfermo del corazón y su mamá "no se separaba de él", cuenta José. Así que ella cruzó sola la frontera con España a los 15 años. En seguida entró en el sistema de protección, las niñas se consideran de mayor vulnerabilidad y las autoridades suelen hacerse cargo. Ahora está en Barcelona, donde también le fue concedido el asilo a su hermano mayor de edad, y se ha casado hace poco. Caminando por las Ramblas, días atrás José reconoció a un familiar de Salima, así que espera poder volver a verla pronto. Esta foto la tomó en 2014, en una casa diminuta de apenas 20 metros cuadrados en Melilla que compartía con otras familias sirias. Salima sigue viajando a menudo a Marruecos para visitar a sus padres en Nador.
Hacer el 'risky' (peligroso en inglés) es intentar cruzar a la península subiéndose a camiones o contenedores de carga de los barcos. Mustafá tenía 11 años cuando saltó a uno de esos contenedores en el puerto de Tánger. A veces saben a dónde va el barco, otras veces, no. Era el año 2003 y, desde entonces, José no ha vuelto a tener noticias de él.
Hacer el 'risky' (peligroso en inglés) es intentar cruzar a la península subiéndose a camiones o contenedores de carga de los barcos. Mustafá tenía 11 años cuando saltó a uno de esos contenedores en el puerto de Tánger. A veces saben a dónde va el barco, otras veces, no. Era el año 2003 y, desde entonces, José no ha vuelto a tener noticias de él.
Otra forma de escapar de Melilla y llegar al continente es escondiéndose en los ejes de los camiones que suben a los ferries. Mohammed tenía 16 cuando esta foto fue tomada, en el año 2004. José también le perdió la pista después de despedirse de él: "se metió debajo de un camión y desapareció".
Otra forma de escapar de Melilla y llegar al continente es escondiéndose en los ejes de los camiones que suben a los ferries. Mohammed tenía 16 cuando esta foto fue tomada, en el año 2004. José también le perdió la pista después de despedirse de él: "se metió debajo de un camión y desapareció".
Otro tipo de violencia, la más obvia, es la violencia física. Esta foto, en Melilla en enero de 2014, está tomada en plena redada policial. Decenas de agentes y hasta helicópteros fueron desplegados para retener a un grupo de apenas siete niños. Algunos fueron llevados a comisaría y otros fueron devueltos a Marruecos, cuenta José, que explica que las devoluciones son comunes. Los chavales temen a la Policía porque también está casi normalizado, según los testimonios de los niños, que les peguen.