Francia insiste y pide a la ONU intervenir en la República Centroafricana
Durante la 68ª Asamblea General de las Naciones Unidas se habló reiteradamente del nombre de un país africano que, en general, apenas se pronuncia: República Centroafricana (RCA). Quienes más lo evocan son los representantes franceses. Primero fue el ministro de Asuntos Exteriores, Laurent Fabius, quien, explícitamente, declaró en rueda de prensa el lunes 23: “No queremos dejar que una situación ya muy grave degenere dentro de un Estado que de Estado no tiene más que el nombre y que, por contagio, supone una situación extremadamente difícil en el conjunto de la región. (…) La República Centroafricana está en contacto con muchos países que hace falta preservar”. Francia pide amparo a la ONU y que intervenga militarmente en Centroafrica.
Al día siguiente, el presidente François Hollande comparecía para insistir en que lo que está sucediendo en la RCA “debe alarmarnos” y en lo prioritario de reforzar, logística y económicamente la Misca (siglas francesas de la Misión Internacional de Apoyo a la República Centroafricana). Presente ya en el país con 1300 soldados cameruneses, congoleños, gaboneses y chadianos, el propósito francés es que la Misca alcance los 3600 efectivos a fin de hacerla operativa de aquí a 2014 y que pueda devolver la estabilidad al convulso corazón de África.
La situación en RCA
Desde que a finales de marzo de este año el presidente, François Bozizé, fuera derrocado por la coalición rebelde Seleka y su líder, Michel Djotodia, se autoproclamara jefe del Estado, la República Centroafricana se ha sumido en el caos. Según Christine Lazerges, presidenta de la institución francesa Comisión Nacional Consultiva de los Derechos del Hombre (CNCDH), saqueos, violaciones y enrolamientos masivos de niños soldado conforman el día a día de un Estado que padece una crisis sanitaria sin precedentes (solo el 20% de los servicios de salud permanecen operativos) y en el que 1,6 millones de personas viven en situación de emergencia, lo que representa más de una tercera parte de la población total centroafricana.
Ya lo decía Hollande hace apenas una semana en Bamako cuando, aprovechando su asistencia a la ceremonia de investidura del nuevo presidente maliense, Ibrahima Boubakar Keita (IBK en adelante), conversó con sus homólogos de Gabón, Chad y Camerún sobre el necesario compromiso para mantener la paz en RCA. En su discurso, destacó a las víctimas civiles: “las mujeres víctimas de violaciones”, “los niños desplazados, perdidos” y “los pueblos destruidos”.
¿Próximo santuario terrorista?
“En el Consejo de Seguridad, hay al menos dos países que no comparten el punto de vista de los franceses. Ruanda y, sobre todo, Estados Unidos”, apuntaba Zobel Behalal, integrante de la delegación de centroafricanos que ha acudido a Nueva York para representar a su país. Ni Ruanda ni los Estados Unidos serían partidarios de la petición formulada por Francia por dos motivos: dudan de la capacidad de la ONU para resolver semejante crisis y, además, creen que costará demasiado dinero.
Para convencer al todopoderoso norteamericano, franceses y centroafricanos saben qué argumentos emplear. Por un lado, recurren al inminente peligro de yihadismo. La comisaria europea, Kristalina Georgieva, advierte que en las últimas semanas se han observado, al noroeste del país, en Bossangoa, episodios de violencia con connotaciones religiosas entre cristianos y musulmanes. Este sería el primer caso registrado en RCA, de mayoría cristiana (80% de su población) pero gobernada por los rebeldes musulmanes de Seleka. Por otro lado, sitúan a la República Centroafricana al borde de la somalización. Es decir, al haber desaparecido el poder estatal, existiría el riesgo de que se convierta en refugio para los señores de la guerra, concretamente, para el Ejército de Resistencia del Señor, del ugandés Joseph Kony (tan conocido por el público estadounidense), así como para las milicias yanyauid sudanesas.
Rescatando las palabras del presidente chadiano, Idriss Déby, la RCA podría convertirse en un “santuario de terroristas” e, igualmente, como alegara Béatrice Epaye, del Consejo Nacional de transición centroafricano: “Si la República centroafricana se convierte en santuario para los islamistas, se convertirá entonces en un problema para todos”.
Francia tira la piedra y esconde la mano
Pero Béatrice Epaye se dirige contundentemente a un país, Francia, pidiéndole un compromiso tan consecuente como el mostrado a Mali. “El ejército francés debe ayudarnos. Nos dirigimos a Francia como los otros Estados africanos. (…) ¿Por qué dejarnos dando vueltas desde hace seis meses?”. En efecto, el pasado marzo, Francia se negó a intervenir para frenar la ofensiva de Seleka amparándose en el principio de neutralidad en los asuntos africanos que intenta promover desde la llegada de Hollande al Elíseo. Se insiste en que el objetivo de la exmetrópoli es meramente pedagógico: sensibilizar a los países miembro exponiendo los hechos. En definitiva, alertar a la opinión pública.
Lo que Epaye considera un ejemplo típico de tirar la piedra y esconder la mano quizá se produzca para evitar tropezar con la misma piedra y que no tenga lugar otra operación Serval. Hollande lo tiene claro: “No se trata de una intervención francesa. No son grupos terroristas como en Mali, sino bandas que siembran el desorden y la desolación”. Y es que, con un récord de impopularidad (ha caído hasta el 23% la aceptación de sus conciudadanos), el presidente francés prefiere limitarse a arengar a los países de la zona y a la Unión Africana para que redoblen sus esfuerzos y lidien con la crisis centroafricana ellos solos.