“¿Alguien nos va a escuchar si hablamos?”, lamenta Ruaida, una madre palestina que malvive en uno de los lugares con mayor densidad de población del mundo, el campo de refugiados de Yabalia en la Franja de Gaza. Casi siempre es la misma actitud: ausencia de ánimo, impotencia, rabia y luego, las lágrimas.
Llorando, Ruaida señala a su hija Ola de 13 años. Medirá aproximadamente 1,5 metros y pesa solo 26 kilos. “Mira, mira cómo está mi hija Ola. Siempre está cansada y no tenemos dinero ni para hacerle unos análisis. No comemos fruta ni verduras. Cada día, tres veces al día, comemos solo duqqa (semillas) y pan – continúa mientras niega con la cabeza-. La UNRWA [Oficina de Naciones Unidas para Ayuda al Refugiado Palestino en Oriente Medio] nos da tres sacos de harina, arroz y aceite cada tres meses. ¿Tú crees que eso es suficiente?”.
El 14 de junio de 2007 Hamás tomaba plenos poderes de la Franja de Gaza e Israel imponía más sanciones económicas contra el enclave costero palestino, anulando además la circulación de personas y mercancías al exterior o interior de la Franja. Ocho años después, la situación de la Franja de Gaza se dirige hacia un desastre humanitario. Israel sólo abre de manera intermitente dos de los seis pasos fronterizos, afectando así el suministro de alimentos, combustible y otros bienes.
El 65% de las familias de la Franja de Gaza sufre inseguridad alimentaria y el 80% de la población total depende de la ayuda humanitaria. Las cifras aumentan cada año de bloqueo que pasa y ya van 8 años desde que Israel comenzó a someter a la Franja a un castigo colectivo, práctica prohibida por la ley internacional según señala el artículo 33 del Cuarto Convenio de Ginebra.
Khaled, marido de Ruaida, cuenta que antes del bloqueo sus ingresos eran más que suficientes para mantener a la familia y “mimar” a su hija Ola. Era albañil en Israel y ahora forma parte del 42% de la población activa gazatí que no encuentra trabajo. “Gracias a la UNRWA no nos morimos de hambre, pero no tenemos dinero ni ropa para nuestros hijos y yo cada día estoy más endeudado con la farmacia porque los críos se ponen enfermos, con la compañía de electricidad… Antes dábamos comida y hoy tenemos que mendigar por la calle”.
“El bloqueo más largo de la historia” y el más económico
Son palabras del comisario general de la UNRWA, Pierre Krähenbühl: “el bloqueo sobre la Franja de Gaza es el bloqueo más largo de la historia”, pero habría que añadir que se trata también del bloqueo más económico para la entidad que lo impone. Los productos alimenticios, el combustible, los medicamentos… Todo proviene de Israel y se vende en la Franja a precios poco accesibles para sus habitantes.
La exportación era, antes del bloqueo, fuente de ingresos para cientos de miles de familias. La Franja era un importante exportador de aceite, cítricos o fresas. “Antes del bloqueo era todo más sencillo. Recogíamos los productos y con camiones los sacábamos a través del paso de Erez que está aquí mismo. En 2007 lo cerraron y exportábamos a través del paso de Karni, pero al poco tiempo también lo cerraron”. Explica desde sus campos en Beit Lahiya Abu Sha’er que antes del aislamiento israelí exportaba doce toneladas de fresas al año, hoy solo una tonelada.
“El problema es también que los únicos posibles intermediarios para exportar son empresas israelíes que controlan los precios, fijan el precio que les satisface. Por ejemplo, venden el kilo de fresas a 15€ en Europa y a nosotros nos dan 2€. Y, cuando el negocio no les ha ido bien por cualquier cuestión, se deshacen de las fresas y nosotros tenemos que pagar los costes, el transporte y los gastos de desechar el producto”.
Nimer Ghaben dejó de exportar después de la guerra de 2009 contra la Franja, cuando Israel selló todos los pasos. Hoy las verduras que cultiva las consumen en casa, a excepción de una pequeña cantidad que vende en Gaza. “Yo plantaba seis donum de fresas antes del bloqueo. Nos iba muy bien, pero he dejado de plantar porque no puedo cubrir todos los gastos. Solo produzco para el mercado local gazatí. Hoy, todos los gastos han aumentado. Un camión de estiércol para un donum costaba 500 shekel, ahora son 1.500 shekel. El cierre de los pasos nos ha arruinado la vida”.
Efecto dominó mortal
El bloqueo israelí provoca un efecto dominó que puede cobrarse la vida de personas a largo y a corto plazo. En los hospitales, como en cualquier edificio, solo hay 8 horas de electricidad al día por lo que, para salvar la vida de neonatos en incubadoras o pacientes conectados a máquinas, compran la costosa gasolina israelí que hace funcionar los generadores eléctricos cuando se corta la luz. Además, en los hospitales de Gaza hay un déficit del 50% de material desechable y del 30% de material y medicamentos necesarios para tratar a enfermos crónicos, enfermos de cáncer o para hematología.
Israel prohíbe la entrada de materiales para radioterapia y los pacientes tienen que esperar semanas hasta conseguir un permiso especial israelí, si lo consiguen, para tratarse en Israel o Cisjordania. El tratamiento en Egipto es la tercera opción, pero el cierre casi continuo del paso de Rafah hace que pocos opten por esta alternativa. Según datos de la OMS, en los tres primeros meses de este año 2014 Israel rechazó la salida para tratamiento a 120 enfermos y 517 están todavía en lista de espera. En marzo de este año tres pacientes fallecieron mientras esperaban cruzar el paso de Erez (Israel) o Rafah (Egipto).
Iyad esperó veinte días hasta que consiguió un permiso para llevar a su hija Wala’, con cáncer de cerebro, a Haifa. “La primera vez la Shabak israelí no me dio permiso para acompañarla, como su madre acababa de dar a luz, Wala’ se fue con su tía. La segunda vez pude ir con ella, pero estuvimos tres horas esperando en el paso de Erez para poder entrar a Israel. Entramos prácticamente los últimos, a pesar de que yo gritaba diciendo que iba con una niña enferma”.
El diagnóstico tardío del cáncer que padecía Wala’, de 5 años, le ha afectado el brazo y la pierna izquierdos. Su padre afirma que parte de la responsabilidad la asumen los propios médicos de Gaza al no contar con aparatos médicos suficientes y por la falta de profesionales especializados. La niña tiene que usar tres órtesis ortopédicas para la mano, el brazo y la pierna, y la medicación la consiguen a través de conocidos que viajan de vuelta a la Franja.
Otro caso es el de Wafa’ al-Bakri, enferma de cáncer de pecho y en su séptimo mes de embarazo. “Según las pruebas el feto externamente está bien pero para saber si internamente está sano se necesita una máquina especial y solamente hay una aquí en la Franja. El problema es que cada sesión son 100 dólares y no puedo pagarlos”, cuenta Wafa’.
Wafa’ cuenta con que su hijo nacerá sin problemas y después intentará cruzar el paso de Rafah para recibir tratamiento en Egipto, aunque esto le traiga malos recuerdos: “Mi hermana murió en un tratamiento de cáncer de pulmón en Egipto. Al volver a la Franja, las autoridades del paso de Rafah no dejaron entrar el cuerpo y tuvimos que enterrarla en un cementerio para palestinos en El Cairo”.