“Sirios, no”. La policía frena el paso a una refugiada siria de 16 años y a un niño de siete. No se trata de Hungría, ni Macedonia, ni Serbia. Se trata del paso fronterizo de Marruecos a Melilla, donde de nuevo los agentes marroquíes trabajan como línea de contención para la frontera de España, cuyo gobierno ha afirmado estos días que estará ahí para lo que los refugiados necesiten.
“Sirios, no”. Con estas palabras, los gendarmes les impiden cada día, de forma casi automática y a unos 200 metros de la Guardia Civil y la Policía española, alcanzar la protección internacional que promete Europa. En la frontera melillense hay una oficina de asilo que el Gobierno inauguró en marzo y a la que solo acceden, y a duras penas, las personas de origen sirio y palestino.
Este episodio, presenciado por eldiario.es, no es algo excepcional en los últimos días. Cientos de sirios están bloqueados en la ciudad marroquí de Nador ante las dificultades de acceder a Melilla. Tras huir de la guerra, optaron por esta ruta para evitar atravesar un mar que se ha tragado miles de vidas. “Arriesgar tu vida en el agua para salvarte no tiene sentido”, dice uno de ellos. Pero la frontera de Marruecos y España les frena.
Asha (16) y Hamed (7) lo intentan otra vez. Ella se recoloca un velo que no suele cubrir su cabeza. Él agarra su mano. Caminan rectos, decididos, con la ilusión de que se convierta en el último intento. Pero no. “Sirios, no”. Se quedan detrás.
Esa escena queda registrada en un vídeo grabado por eldiario.es. La policía marroquí, vigilante siempre de que nadie documente estas prácticas, borra esa y otras imágenes tras una exhaustiva revisión del material en la comisaría de frontera. “Ha estado hablando con los sirios”, indica un alto cargo policial como única justificación del escrutinio de los vídeos y fotografías.
¿Por qué Marruecos, un país de tránsito, les niega salir a España, que dice querer recibirlos? ¿Por qué no actúa como Macedonia o Serbia y les deja pasar hasta el primer país europeo de su ruta? “No es cosa nuestra. Es política”, responde uno de los dos agentes fronterizos marroquíes que frenaron el paso de Asha y Hamed.
Familias enteras están hospedadas en hostales de la ciudad de Nador y en los alrededores de la la frontera hispano-marroquí o duermen en sus calles aledañas a la espera de poder cruzar. Aunque el Gobierno creó una oficina de asilo en Melilla con el objetivo de abrir una vía legal para solicitar protección internacional, acceder a ella cada vez es más complicado, según denuncian cerca de diez refugiados entrevistados por este medio que aún permanecen en el lado alauí. “Solo pasan quienes tienen dinero para pagar”, cuenta con enfado uno de ellos. “Yo no tengo todo lo que piden, y ya llevo aquí más de un mes”, dice un hombre que salió de Siria hace dos años.
Por esta razón, aseguran, cerca de 200 sirios se manifestaron el pasado miércoles frente a la frontera en una protesta que derivó en el cierre total del paso por parte de las autoridades marroquíes durante cerca de una hora. Algunos refugiados presentes en la concentración cuentan que recibieron golpes de la policía alauí. Varios mencionan a una mujer embarazada agredida por los agentes fronterizos. Sultán, el autor de este vídeo cedido a eldiario.es, era una de las personas reunidas frente a la hermética barrera.
Intentarlo durante el cambio del equipo policial en frontera, disfrazarse con ropas típicas marroquíes o incluso colarse en determinados momentos de despiste son algunas de las estrategias empleadas para sortear la frontera de Marruecos y España sin pagar a los traficantes que se acercan a ellos cada día. De una forma u otra, en lo que va de año 4.200 sirios y palestinos han solicitado asilo en Melilla en el puesto de Beni Enzar, según los datos de Acnur. En la actualidad el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) acoge a cerca de 1.200 personas sirias y palestinas.
La entrada de refugiados sirios a España preocupa a Marruecos. Sus agentes policiales lo hacen visible de forma constante cuando cualquiera se acerca a hablar con ellos. A su vez, el Gobierno español se despreocupa de los obstáculos impuestos por su vecino. “Es la frontera marroquí, preferimos no meternos”, afirmaron fuentes oficiales de la Delegación del Gobierno en Melilla después del cierre temporal del paso fronterizo el pasado miércoles.
Organizaciones de la zona consideran que el Gobierno podría hacer algo más. La Comisión de Ayuda al Refugiado (CEAR) envió una carta a los ministerios de Asuntos Exteriores y de Interior solicitando la emisión de visados humanitarios a potenciales refugiados bloqueados en Nador. Así, indican desde la ONG, podrían cruzar de forma legal el control marroquí y acceder a las salas de asilo del lado español. No han recibido respuesta.
“Tenéis en vuestra mano devolverme la vida”
En una cafetería cercana a la frontera, Marua posa sobre sus piernas un largo vestido azul preparado para cubrir la ropa que viste. Para disfrazarse de marroquí. Mientras la muestra, estalla. Las lágrimas caen de una mirada que condensa la ansiedad de una guerra, de una huida de Damasco iniciada hace tres años y que la frontera hispano marroquí impide acabar.
“Me pegaron en las rodillas. Ellos te pellizcan como intentes pasar. Te hablan mal...”, asegura Marua junto a su hija de 15 años, amiga de Asha y tremendamente risueña. Su marido, sentado en la misma cafetería, tiene un mensaje para los que están al otro lado de la frontera que observa atento desde el ventanal: “Tenéis en vuestra mano devolverme una vida”, vomita después de permanecer en silencio durante casi toda la conversación.
La ONG local Prodein ha denunciado la posible instalación de una especie de “sistema de cuotas” que restringe la entrada de sirios a la ciudad autónoma a “20 o 25 refugiados cada día”. Según sostiene José Palazón, director de la organización, el Gobierno podría haber pactado este método de control con las fuerzas marroquíes.
Otras fuentes humanitarias han notado un cambio en las cifras de llegadas de sirios a la ciudad autónoma aproximadamente desde mayo, indican. Según les consta, los controles marroquíes en frontera se han endurecido. Por el contrario, el director del CETI -competencia del Ministerio de Empleo y Seguridad Social-, Carlos Moreno, afirma no haber percibido una diferencia sustancial, a excepción de “dos picos” de las demandas de asilo registradas en enero y abril de este año. Sobre la acumulación de refugiados sirios en Nador ante las dificultades alegadas por estos de cruzar a Melilla, considera que “deben llegar de forma ordenada”.
Los refugiados sirios que pasan sus días sentados frente al paso fronterizo se han construido su propia teoría. Hablan con los familiares que lograron acceder al otro lado de la valla y les hacen la pregunta: “¿Hay mucha gente en el CETI? ¿Ha habido traslado?”. Piensan que la saturación del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes es una de las causas de su bloqueo en Nador.
“Me han dicho que hay demasiados sirios. Yo creo que España pide a Marruecos que no nos dejen pasar y, cuando envía a un grupo a la Península, avisa a los marroquíes. Entonces, estos serán más permisivos”, dice Ahmad (nombre ficticio), uno de los pocos, si no el único, que todavía no ha probado a cruzar la barrera. Su estrategia es otra. “Creo que pasaré sin problemas cuando lo intente; siempre me dicen que parezco marroquí. Por eso espero a que lo consiga primero mi hijo”, explica.
No es el único niño que tiene. El otro, de tan solo unos meses, se quedó en Siria. No puede explicar con quién, ni cómo, ni por qué. Sus ojos se empañan y prefiere dirigir de nuevo su mirada a la frontera, mirar hacia delante, aunque su mente permanezca estancada en lo que dejó detrás.
Hamed, el pequeño de siete años al que no permitieron entrar a España este viernes porque “los sirios, no”, dormirá en la calle junto a su padre una noche más. Porque “los sirios, no”. Su madre logró pasar con su hermano de cuatro meses hace dos semanas, relata el padre. “Mi mujer está en Melilla con el bebé, pudo pasar porque pagamos unos mil euros. Pero no daba para todos”, añade. Pasaron los días, el dinero seguía bajando, y también dejó de ser suficiente para costear el hotel donde se alojaban. “Desde hace dos días estamos en la calle”. Porque “sirios, no”.