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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Fútbol, deuda y cacao: Costa de Marfil celebra con la Copa de África un ‘milagro económico' con muchos claroscuros

Un rugido recorre el estadio Alassane Ouattara de Abiyán cuando el árbitro pita el final del partido. Es domingo 11 de febrero y Costa de Marfil acaba de ganar a Nigeria por 2 goles a 1, en la final de la Copa de África de la que es el país anfitrión. Los aficionados marfileños empiezan a bailar, y los millones que lo han seguido por televisión lo celebrarán durante toda la noche. Jugando en casa, en un campeonato que ha servido para mostrar la mejor cara del país, los marfileños obtienen su tercera Copa de África en su particular historia de resurrección. Catorce días antes de la final, el equipo perdió 4-0 contra Guinea Ecuatorial y todo estaba a punto de romperse: hubo enfrentamientos entre aficionados y policía, y la tregua futbolística entre Estado y ciudadanía parecía haber llegado a su fin. Una carambola de resultados les salvó, y con un nuevo entrenador pasaron todas las rondas hasta este momento: el de celebrar la victoria definitiva. El presidente Ouattara, en su tercer mandato –pese a que la constitución marfileña los limita a dos–, sale al campo entre aplausos y entrega la copa. La consigna es clara: hoy no hay política, solo marfileños celebrando. 

La fragilidad de los Elefantes –el apodo del equipo nacional– constituye la metáfora perfecta para describir el estado de Costa de Marfil, considerado por algunos analistas como un nuevo milagro económico tras una guerra civil que acabó en 2011. Un milagro con muchos claroscuros. El país tiene índices de crecimiento de hasta un 8% en años consecutivos, pero también miles de jóvenes que acaban recorriendo el desierto para llegar hasta Libia o que incluso llegan en patera hasta las islas Canarias.

En ese milagro económico conviven los barrios con cortes de luz y sin agua corriente con los restaurantes con platos a 30 euros y cocktails a 15 en las zonas más pudientes. “Para los niños de papá, la fiesta solo acaba de empezar”, comenta Thomas con un punto de ironía, cuando recorre las calles de Plateau –uno de los barrios más adinerados de la capital económica– durante la fiesta de celebración de la copa. Criado en Abiyán, ahora vive en Burkina Faso, pero cuando él viaja por la ciudad no ve los puentes y las infraestructuras que se acaban de estrenar, solo ve el intento de borrar los rastros de la guerra. Y recuerda cómo él mismo fue expulsado del lugar para crear lo que ahora es el barrio de la élite marfileña: “La zona no tenía una buena reputación, había violencia y drogas: un barrio así en el corazón de Abiyán solo podía acabar de una manera: demolido”.

Vencedores y vencidos

La guerra civil que de forma intermitente golpeó al país se esconde bajo una serie de eufemismos: “Cuando hablamos de ese periodo, nadie habla abiertamente de guerra civil, sino que la conocemos como 'la crisis'”, cuenta a elDiario.es Edwige Dro, escritora marfileña y fundadora de la biblioteca “1949”. Ese fue el año en el que una serie de mujeres encabezó una huelga contra las instituciones coloniales; la más conocida de ellas, Marie Koré, se convirtió en un símbolo de la lucha por la independencia. La lucha entre distintas facciones –unas más cercanas a Occidente, otras más partidarias de una mayor autonomía para los africanos– ha sido una constante en la Costa de Marfil, donde los primeros 33 años de independencia fueron una clara victoria de los cercanos a Occidente.

Felix Houphouet-Boigny, un terrateniente de cultivos de cacao, se convirtió en el gran interlocutor de París en la región. Presidente durante el llamado ‘milagro económico marfileño’, con un crecimiento frenó en seco cuando se desplomaron los precios del cacao, la principal exportación del país. Con deudas y sin capacidad de pedir más préstamos, fue entonces cuando llegó la austeridad presupuestaria, recomendada por el Fondo Monetario Internacional. Su director para África en esos años, Alassane Ouattara, es el actual presidente de Costa de Marfil.

Para entender los orígenes de la guerra, Dro recuerda un poema de la poeta marfileña Werewere Liking, en el que esta dice que la crisis no empezó ni en 2002 ni en 1999, sino mucho más atrás: cuando el país aceptó como un hecho el ‘milagro económico marfileño’ de la mano de Houphouet-Boigny. La muerte del ‘padre de la nación’ en 1993 dejó al país tres caminos: el del izquierdista Laurent Gbagbo, el del continuista Henri Konan Bedié y el del tecnócrata Alassane Ouattara. Los tres gobernarían el país en algún momento de los 30 años siguientes.

Gbagbo, presidente entre 2000 y 2011, fue el que se encontró con mayores dificultades. Renunciando a parte de su programa económico, tuvo que hacer frente a la rebelión de guerrillas en el norte, que sentían que no estaban incluidas en su Gobierno y querían tomar el país por la fuerza. Entre 2002 y 2011 hubo enfrentamientos, que se saldaron con los bombardeos de Francia contra las posiciones de Gbagbo y sus seguidores, cuando este había proclamado su victoria electoral en las últimas elecciones. Ouattara también se proclamó ganador, y el desempate se hizo por la vía militar: Gbagbo acabó en el Tribunal Penal Internacional acusado de crímenes contra la humanidad por la violencia postelectoral; Ouattara acabó como presidente del país. Gbagbo fue absuelto en 2021, pero el poder de su adversario ya estaba plenamente consolidado. Hoy los seguidores de Gbagbo critican mucho al Gobierno actual, pero se muestran poco en público.

Vender cacao para comprar arroz

Costa de Marfil disfruta de la atención mediática que le ha dado la Copa de África. No se habló de otra cosa durante un mes entero, y la victoria es el colofón definitivo. El partido de la final se retransmitió pocas horas después en televisión, con las calles que se llenaron de aficionados para recibir a los jugadores, que fueron recibidos por Ouattara el 13 de febrero. Mientras tanto, los precios del cacao están en máximos y superan los cinco dólares (unos 4,6 euros) el kilo, un precio inédito; el país seguirá en una senda de crecimiento, también aupado por los gastos en infraestructuras, pagadas en parte vendiendo eurobonos en los mercados internacionales.

El día que los marfileños se clasificaron para octavos, el Gobierno vendió dos eurobonos por un valor de 2.600 millones de dólares (unos 2.400 millones de euros). Con la deuda nueva se pagará parte de la deuda vieja, cuyo vencimiento parcial es en 2024. La deuda nueva, sin embargo, acarrea unos intereses anuales que representan hasta el triple de lo que se pagaba en contratos anteriores.

En un país que dedica un tercio de los cultivos al cacao, no hay arroz suficiente para alimentar a los 28 millones de marfileños: el 60% se compra fuera, en un momento donde los precios del arroz también se han disparado. Mientras el precio del cacao esté alto, las deudas se podrán pagar, aunque sea tensionando a una población acechada por el aumento del precio de los alimentos y la gasolina: el litro cuesta 1,33 euros, en un país donde el salario de un médico funcionario es de 300 euros, y el 30% del PIB se encuentra en la economía informal. ¿Pero qué pasará si los precios del cacao caen en algún momento? Los versos del poema de Werewere Liking suenan como una advertencia:

Las semillas de la crisis marfileña estaban bien plantadas (…)

Solo esperaban que llegara la temporada idónea

Para ofrecer toda su cosecha miraculosa:

Golpes de Estado, rebeliones, y después batallones.