“Solo gitanos”: la escuela, convertida en símbolo de la segregación nacional en Eslovaquia
Viera Kičrova está enfadada. Se muestra reacia a hablar cuando se la aborda a la salida de su despacho y no puede ocultar su frustración. Las preguntas se desvían al alcalde, al Ayuntamiento, a cualquier sitio menos a la escuela que dirige. Pero Kičrova no tiene mucho que perder si las responde, así que da su versión: “Los niños no tienen la culpa. ”Estamos aquí para ayudarles sin importar el color de su piel“.
Kičrova es la directora de una pequeña escuela primaria situada a los pies de los Cárpatos, en el este de Eslovaquia, que ha protagonizado un debate de alcance nacional coincidiendo con las elecciones generales –celebradas el pasado sábado–, una sentencia del Tribunal Supremo de Bratislava y, más recientemente, un pronunciamiento de Bruselas. Pronto se celebrará una vista en el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas en la que estará en juego nada menos que la autoridad moral de Eslovaquia.
Es evidente que la situación causa gran ansiedad a Kičrova, una profesora comprometida que se ha visto implicada en un escándalo de alcance nacional que el Estado eslovaco reconoce haber ignorado durante mucho tiempo: la segregación de los niños gitanos romaníes en el sistema educativo eslovaco. El tribunal supremo del país ha declarado que la escuela que dirige Kičrova perpetúa esta situación.
Para los activistas que han impulsado una campaña para dar a conocer la situación, el sistema educativo eslovaco actual es poco menos que un apartheid en el que los niños gitanos han sido sistemáticamente separados del resto y condenados a obtener malos resultados académicos y a vivir en la pobreza. El Tribunal Supremo eslovaco dictaminó en febrero que los responsables de la escuela de Kičrova habían permitido la segregación de los niños romaníes, lo que llevó a la Comisión Europea a anunciar su intención de llevar a Eslovaquia ante el Tribunal de Justicia Europeo por el incumplimiento generalizado de las directivas sobre igualdad.
El caso está siendo instruido por funcionarios de Bruselas en lo que será también un duro varapalo para los Gobiernos de Hungría, República Checa y Croacia, donde también parece existir este tipo de discriminación.
Sin embargo, se trata de una cuestión complicada para la que hay pocas soluciones fáciles. El pasado sábado 30 de septiembre Eslovaquia acudió a las urnas. El partido populista Smer del exprimer ministro prorruso Robert Fico ganó con un 23,3% de los votos. Fico ha pedido en reiteradas ocasiones el fin de la “tolerancia” hacia la comunidad romaní. Eslovaquia se encuentra, pues, en un momento crucial.
Con un 9% de la población identificada como romaní, equivalente a unas 500.000 personas, el país cuenta con una de las mayores comunidades gitanas de Europa. Sus vidas están marcadas por la discriminación y la pobreza, desde el nacimiento hasta la muerte prematura. La esperanza de vida de los hombres y mujeres gitanos es 7,5 y 6,6 años menor que la de la población eslovaca en general. Según los estudios más recientes, menos de uno de cada cinco mayores de 16 años trabaja. Las organizaciones que defienden los derechos de la población gitana afirman que este aislamiento socioeconómico se ve agravado por el sistema educativo.
Los niños gitanos han sido asignados a clases especiales para “discapacitados mentales” sobre la base de supuestas pruebas diagnósticas realizadas en eslovaco y no en romaní. Algunas escuelas han hecho divisiones en sus instalaciones para que los estudiantes gitanos estén separados del resto. En algunos casos, escuelas enteras, a menudo carentes de las instalaciones más básicas, se han convertido en “solo para romaníes”.
Los datos indican que esta discriminación sistémica no hace más que agravarse, aquí y en el resto de Europa Central.
El último estudio de la Agencia de Derechos Fundamentales de la UE indica que en Eslovaquia el 65% de los alumnos gitanos de entre 6 y 15 años asisten a escuelas donde todos o la mayoría de los alumnos son de la misma etnia, lo que supone un aumento de cinco puntos porcentuales en comparación con 2016.
La escuela de Kičrova se ha convertido en el rostro de esta cruda realidad en el corazón de la Unión Europea.
Acciones legales
El río Poprad divide en dos distritos la ciudad eslovaca de Stará Ľubovňa, que tiene ocho siglos de historia y alberga a 16.000 habitantes en el este de Eslovaquia, cerca de la frontera con Polonia.
Está la orilla sur, que lleva el nombre de la ciudad y cuenta con una hermosa plaza y una floreciente industria turística. Al otro lado del río está el distrito norteño de Podsadek, más pequeño y casi un pueblo en sí mismo, con 2.000 habitantes, de los cuales el 90% son de etnia gitana.
La comunidad gitana vive en un asentamiento de casas a medio construir, bloques de cemento a la vista y chabolas de madera casi derrumbadas que, desde la carretera, parecen estar construidas unas encima de otras, tambaleándose precariamente en la ladera de una colina.
La escuela de Kičrova, situada junto a las casas destartaladas, consta de dos edificios pequeños: uno data de 1937 y el segundo es un moderno edificio de dos plantas hecho con contenedores rojos y ventanas. Todos y cada uno de los 400 niños de la escuela, de edades comprendidas entre los 6 y los 15 años, son del asentamiento. Desde hace muchos años, los padres no gitanos de la zona envían a sus hijos al otro lado del río.
La escuela de Podsadek no tiene comedor ni gimnasio. Según el último informe de la escuela a los supervisores, el absentismo escolar es “muy alto” y menos de uno de cada cinco alumnos aprobó el año pasado los exámenes de matemáticas y eslovaco de fin de curso a los 15 años. La escasez de aulas es tal que los niños reciben clase en turno de mañana o de tarde.
La escuela llamó la atención de la ONG Centro de Derechos Civiles y Humanos (Poradňa) en 2014, cuando se tomó la decisión de crear más espacio para la floreciente población gitana de Podsadek construyendo el edificio “contenedor” del centro. Con sede en la ciudad de Košice, en el este de Eslovaquia, la ONG ha llevado con éxito a los tribunales eslovacos una serie de casos de discriminación ilegal, entre ellos el más reciente, la indemnización de 5.000 euros a Valentina Conkova, de 23 años, que pasó sus años escolares en Hermanovce, en el este de Eslovaquia, en clases especiales sobre la base de un examen amañado que la discriminaba por ser gitana.
Sin embargo, la acción legal en relación con las escuelas comenzó años antes con lo que Stefan Ivanco, coordinador del programa Poradňa, calificó como el “momento Brown contra el Consejo Estatal de Educación” de Eslovaquia, en referencia al histórico caso de 1954 en el que el Tribunal Supremo de Estados Unidos declaró inconstitucional la segregación escolar.
En 2012, un tribunal de la región oriental de Prešov confirmó una sentencia histórica según la cual una escuela primaria del pueblo de Šarišské Michaľany, al norte de Košice, había discriminado a niños gitanos al impartirles clases en aulas separadas y en una planta diferente a la del resto de los alumnos. Amnistía Internacional declaró que esperaba que la sentencia “incitara a las autoridades eslovacas a actuar” y condujera a la erradicación de la “discriminación y segregación sistémicas existentes en el sistema escolar del país”.
Ivanco explica que, pese a ello, el resultado no ha sido de ningún modo la abolición de la segregación. “Una gran mayoría de los niños romaníes vivían en un segundo pueblo cercano a Šarišské Michaľany y no tenían escuela”, asegura. Pocos años después de la sentencia judicial, ese pueblo decidió crear una escuela, lo que hizo que los niños gitanos pasaran de una escuela en la que estaban segregados a una escuela “solo para gitanos. Esto demuestra que es muy difícil combatir la segregación”.
El inicio de un procedimiento de infracción por parte de la Comisión Europea en 2015, en el que se instaba al Gobierno eslovaco a llevar a cabo reformas y ajustarse a las normas de la UE sobre igualdad racial, y una nueva demanda en 2019, no han dado más que declaraciones de buenos propósitos.
Fue en este contexto en el que Poradňa dirigió su acción legal contra el Estado y el municipio responsable de la escuela de Kičrova en Podsadek, apuntando a una supuesta despreocupación por la división que el sistema educativo perpetúa. Poradňa presentó por primera vez una demanda judicial en 2014.
El argumento fue rechazado inicialmente por un tribunal de distrito alegando que no había habido intención de crear una escuela solo para gitanos en Podsadek y que el aumento de la población en el asentamiento simplemente lo hacía inevitable. El Tribunal Supremo de Eslovaquia no estuvo de acuerdo. En su sentencia de abril, afirmó que no era suficiente que el Estado se encogiera de hombros ante semejante injusticia. Los niños nacían y se criaban en guetos y no se les ofrecía ninguna perspectiva de futuro fuera de ellos.
“El Estado, en cooperación con el municipio, debe tomar medidas efectivas (ya sea a través de la iniciativa legislativa, la creación de condiciones estimulantes, así como la creación de distritos escolares) para evitar la segregación y no limitarse a mirar pasivamente y remitirse a la estricta redacción, a menudo mal interpretada, de la ley”, dictaminó el tribunal. El tribunal de distrito está estudiando ahora el plan para eliminar la segregación propuesto por la ONG.
División
La escuela de Podsadek fue en su día mixta. Los cambios demográficos se produjeron mucho antes de que llegara Kičrova.
En el edificio principal, un gran póster con marco plateado sobre la historia de la escuela muestra una serie de fotografías antiguas, entre ellas una fechada en 1939-40 de un grupo de 40 niños blancos con rostro serio. En aquella época, la primera república eslovaca era un Estado cliente de la Alemania de Adolf Hitler.
Una segunda imagen, más alegre, muestra a un grupo multiétnico de niños y niñas con camisetas, vestidos de verano y sonrisas tímidas. El año es 1972-73. El régimen comunista de la época tenía una política de integración, aunque ejecutada de forma a menudo cruel.
Stanislav Relovsky, de 54 años, que trabaja en asistencia social, fue alumno en aquella época y sigue viviendo en el pueblo, aunque no pertenece a la comunidad gitana. Envió a sus hijos a una escuela con mejores instalaciones al otro lado del río, pero lamenta la división que se ha producido a lo largo de su vida.
“En mi clase había siete niños blancos y 14 gitanos”, dice, utilizando el término abreviado para los gitanos romaníes que prevalece localmente: “Si funcionaba hace 30 años, ¿por qué no puede funcionar ahora? No teníamos peleas y ahora no tengo ningún problema para ir al asentamiento gitano. Hoy en día mis propios hijos, por ejemplo, no conocen a los gitanos. No es culpa de los padres de los niños blancos que no vayan a la escuela con los gitanos, sino que todo el sistema está mal”.
Según Relovsky, la división de ambas comunidades se debe a una serie de factores. La tasa de natalidad de la población romaní ha sido comparativamente alta, lo que ha llevado a la comunidad a dominar la escuela de Podsadek, mientras que al otro lado del río se construyeron nuevas escuelas gracias a los fondos que siguieron a la adhesión a la UE en 2004. Estos centros educativos con instalaciones nuevas llamaron la atención de los padres y madres no gitanos y la escuela de Podsadek quedó al margen. De los 73 niños del pueblo de Podsadek que empiezan la escuela este septiembre, solo tres son de familias no gitanas. Todos van a escuelas al otro lado del río. De los 70 niños romaníes que empiezan la escuela, 60 estudiarán en la escuela que dirige Kičrova.
En la entrada del centro educativo, Marcela Siváková, de 37 años, que recoge a sus hijos Martin, de 9 años, y Filip, de 7, no ha oído hablar del conflicto de la segregación ni tiene ningún interés en escolarizar a sus hijos en una escuela mixta. “Es un buen colegio”, dice de su actual elección. Mato Cervenàk, de 33 años, cuyos tres hijos van al colegio, asegura que no hay sitio para niños no gitanos y que está contento con la situación actual.
Kičrova, sentada en un aula moderna en la que cada pupitre tiene un PC actualizado, dice que está haciendo todo lo que puede por los niños de la zona. Empezó como profesora ayudante en 2007. Actualmente tiene a su cargo 400 alumnos y 37 profesores a tiempo completo, uno de los cuales es gitano, al igual que un ayudante de clase y la limpiadora de la escuela. Kičrova afirma que ninguno de los padres gitanos de la escuela está de acuerdo con el Tribunal Supremo eslovaco. “Estamos enfadados”, explica: “Cada padre tenía la opción de enviar a su hijo aquí o a la ciudad. No es cosa nuestra. Queremos ampliarnos, pero esto se ha visto frenado por estas acusaciones de segregación. Va en detrimento de nuestros hijos”, sostiene.
Kičrova dice que ni la Comisión Europea ni el Gobierno de la capital eslovaca, Bratislava, comprenden la vida en el asentamiento.
En su opinión, no está claro cómo se adaptarían los niños marginados a la educación en una escuela integrada. Cuando los niños llegan a ella a los seis años, sin ningún tipo de aprendizaje preescolar, ya es “demasiado tarde”, señala.
“Aconsejo que algunas personas visiten este asentamiento y vivan allí una semana para intentar comprender su forma de pensar, para intentar comprender cómo se produce esta segregación”, indica. “Porque no es posible que Bratislava o Bruselas ordenen a la población local que lo haga de esta u otra manera. Solo algunos querían irse o estudiar en otras ciudades”, apunta.
El argumento tiene poca fuerza para la jefa de la inspección escolar del país, Alžbeta Dianovská. “Esta sentencia confirma que la segregación es real, que está ocurriendo de verdad”, indica. “Estos directores siempre dirán que lo hacen con la mejor intención posible y que aprenden mejor cuando están entre ellos. Pero el problema es que estos niños nunca interactúan con la mayoría”. “Una forma de solucionarlo es trabajar sobre las actitudes de estos profesores y estos directores y cambiar esta idea de que la segregación es en realidad el mejor camino a seguir”, señala.
Podría decirse que un caso práctico del cambio propuesto por Dianovská está en una escuela dirigida por Mariana Korbel, una directora llena de energía, en Plavecký Štvrtok, un pueblo al norte de Bratislava cercano al mayor asentamiento romaní del oeste de Eslovaquia.
En pocos años, Korbel ha transformado una escuela “solo para gitanos”, con fama de violenta, en una escuela mixta y bien gestionada, tras convencer a los padres no gitanos de los niños de una escuela privada local en crisis de que confiaran en ella. A pesar de la guerra de bandas que ha asolado el asentamiento en los últimos años, la composición de la escuela es ahora paritaria y la mayoría de los padres están contentos, según el personal. Pero todo se ha hecho a pesar del Estado y no con su ayuda.
El edificio de la escuela, de los años sesenta, empezó a derrumbarse hace dos años y desde entonces los niños estudian en edificios provisionales hechos con contenedores y en un pequeño y anticuado centro comunitario.
Svetlana Sithova, secretaria de Estado del Departamento de Educación, la función pública de mayor rango, reconoce que el Gobierno se ha desentendido del problema durante demasiado tiempo y que era necesario un cambio fundamental.
“Sinceramente, aquí en Eslovaquia hemos fingido durante mucho tiempo que no había segregación y ha sido Europa la que nos ha puesto el espejo delante”, afirma.
El futuro
Para muchos eslovacos, 2018, el año en que fueron asesinados el periodista Ján Kuciak y su novia Martina Kušnírová, ambos de 27 años, fue una epifanía.
Kuciak había estado investigando la corrupción gubernamental. Los asesinatos provocaron grandes protestas en las calles y el colapso de un gobierno de coalición encabezado por Fico, el mismo político que ahora se perfila como primer ministro.
En 2018 surgió una nueva generación política y pronto se aplicará un plan de desegregación aprobado en enero de 2022 para elevar el nivel de vida de los gitanos.
“El objetivo es eliminar la segregación para el año 2030”, señala Sithova.
David Korčkovshého, de 37 años y director del centro comunitario de Podsadek, a tiro de piedra de la escuela de Kičrova, apoya esa iniciativa. Fue el primero de los alumnos gitanos de la escuela en acceder a la universidad. La escuela había sido juzgada con dureza, dice, mientras enumera una serie de factores que obstaculizaban la integración, desde la falta de oportunidades de educación temprana para su comunidad hasta la reticencia de algunos a vender casas fuera del asentamiento a familias gitanas.
“Estoy a favor de la inclusión; en realidad hoy no hay ninguna relación entre las dos comunidades”, asegura.
Jaroslav Kling, funcionario de la Agencia de Derechos Fundamentales de la UE, que asesora a la Comisión Europea, señala que una forma de avanzar sería que las escuelas “solo para gitanos” tuvieran un objetivo claro, que la educación se impartiera en la lengua romaní y que los niños se inscribieran en la educación infantil.
Indica que Eslovaquia recibiría “mucho dinero”, unos 6.000 millones de euros, a través del fondo de la UE para la recuperación de la pandemia de COVID-19.
En su opinión, el potencial está ahí. “Los niños gitanos que en Eslovaquia ingresaban en estas escuelas especiales para niños, pero cuyos padres emigraban después al Reino Unido, obtenían muy buenos resultados en las escuelas ordinarias [británicas], e incluso iban a la universidad”, indica Kling.
Por ahora, Kičrova y la comunidad romaní de Podsadek deben esperar a ver qué significan para ellos los recursos judiciales y las elecciones del pasado sábado.
Fico y su partido, Smer, tienen predilección por la retórica anti-Bruselas y un enfrentamiento con las instituciones de la UE podría ser bien acogido por el próximo primer ministro eslovaco. “Independientemente de su futura composición, el nuevo Gobierno que se forme tras las elecciones tiene que respetar las decisiones definitivas de los tribunales eslovacos sobre la segregación escolar”, insiste Ivanco de Poradňa.
“Tiene que respetar sus obligaciones legales de eliminar y prevenir la segregación escolar de los niños gitanos en la educación de acuerdo con la legislación nacional e internacional contra la discriminación. Tiene que tomar medidas decididas a este respecto”, opina.
El tiempo dirá si Kičrova y sus esfuerzos serán lo mejor para los gitanos de Europa Central.
Traducción Emma Reverter
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