Si el camino para encontrar asilo en Europa está abarrotado de obstáculos, el de aquellos que escapan por no poder amar en libertad o comportarse como realmente se sienten acumula también los estereotipos e incomprensión que aún pesan sobre la población LGTBI. La petición de pruebas, el estudio acelerado de solicitudes, la falta de formación de las autoridades o la creencia de que “con disimulo” se ahorrarían la persecución por su orientación sexual son algunas de las trabas que, según organizaciones especializadas, derivan en que sea denegada buena parte de las peticiones de protección por motivo de orientación sexual o identidad de género.
La situación ha mejorado, apuntan la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) y la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), pero los demandantes de asilo LGTBI en España todavía siguen encontrándose trabas añadidas para lograr que su solicitud tenga una respuesta positiva. Las organizaciones especializadas alertan de que perciben un alto porcentaje de denegaciones de la protección internacional de estos casos, pero en la actualidad no existe información oficial al respecto dado que el Ministerio de Interior no desglosa los datos de peticiones de asilo en función de las razones expuestas.
Una de ellas está ligada a los estereotipos de la sociedad hacia la población LGTBI que, según CEAR, impregnan algunas de las valoraciones realizadas por la Oficina de Asilo —dependiente del Ministerio del Interior—. “Utilizan criterios estereotipados o prejuicios sobre cómo una persona transexual se debe comportar en cada momento o cómo el solicitante ha de vivir su orientación sexual”, indica Elena Muñoz, abogada de la ONG CEAR.
El “criterio de discreción”
Uno de los criterios empleados por las autoridades para denegar estas peticiones de asilo defiende la teoría de que, si los solicitantes “son discretos”, no tendrían por qué huir a España. “Cuando el demandante procede de un país donde, aunque la homofobia esté penada, no hay una persecución muy aguda porque la aplicación de la ley es más laxa, en ocasiones las autoridades españolas valoran que esa persona evitaría la persecución si se comportase de una manera 'discreta”, afirma Muñoz. Bajo ese argumento, concluyen que no merece ser protegida en España. eldiario.es se ha puesto en contacto con el Ministerio de Interior pero no ha respondido a sus preguntas.
“Es una forma de decir: si no te muestras de forma muy pública, en tu país no te van a molestar. No se tomarán esos esfuerzos”, añade Muñoz. Desde Acnur confirman que las autoridades han acudido en diferentes ocasiones al llamado no oficialmente “criterio de discreción”, aunque apuntan que el empleo de este argumento ha disminuido gracias a la formación recibida en el último año por los funcionarios dedicados al estudio de las solicitudes, a través de un reciente programa de la Comunidad de Madrid.
Louis (nombre ficticio) huyó de Camerún para no esconderse jamás. Si este joven viajó en patera en dos ocasiones (una a Melilla y otra a Ceuta) con una expulsión entre medias, fue porque no quería ser discreto. Aunque durante años lo hiciese, aunque durante parte de su vida mantuviese verdaderas relaciones clandestinas con otros hombres y un noviazgo fingido con una mujer, decidió no hacerlo más cuando un día un grupo de personas lo encontraron con quien era su pareja. “Le prendieron fuego y escapé”, contó a eldiario.es. “Cuando llegué a España, pensé: 'Si aquí puedo vivir, si puedo ser yo sin que me maten, para qué voy a cruzar más fronteras”. Pero necesitaba ser él.
La petición de pruebas
El Gobierno denegó su solicitud. Uno de los motivos mencionados era que podía haber solicitado asilo en otros Estados por los que pasó antes de llegar a España. Esos países eran Nigeria, Argelia y Marruecos, cuyas legislaciones condenan la homosexualidad. “Otro de los fallos que percibimos se encuentra en los análisis inadecuados de los países de origen y tránsito”, explica Muñoz.
Entre las razones esbozadas por el Ministerio del Interior para denegar su solicitud, también se encuentra otra que enfada especialmente a Louis: la falta de pruebas. “Yo me pregunto: te vas a un sitio, te pegan, salen corriendo: ¿Qué pruebas vas a tener ahí? Te pegan con un cortacésped. ¿Quieren que en ese momento hubiese cogido el cortacésped?”. Demostrar el motivo por el que dicen huir es otro de los obstáculos mencionados por Cear y Acnur, que derivan en el rechazo de peticiones de asilo en España.
Si hacerlo suele ser complicado en los casos de personas que no huyen de un conflicto, sino de persecución o de violaciones de derechos humanos, cuando se trata de población LGTBI, la obtención de pruebas se dificulta aún más, sostienen. “Uno de las principales obstáculos consiste en establecer la credibilidad de sus orientaciones sexuales. Obviamente la prueba de la orientación sexual no existe, sería una prueba diabólica”, sostiene Elena Muñoz, abogada de CEAR. Por eso, las ONG que se encargan de la defensa legal de algunos casos suelen acudir a “informes o certificados psicológicos de organizaciones LGTBI”.
No atender la “alta vulnerabilidiad”
Cuando la petición se registra en frontera, generalmente en los aeropuertos, donde la admisión a trámite se decide en un máximo de cuatro días, las diferentes dificultades señaladas se suman a la presión de decidir rápidamente si valorarán o no dicha petición, o el solicitante será rechazado a su país.
“Conseguir la credibilidad en un plazo de cuatro días, cuando la persona se encuentra retenida, es muy difícil. Es complicado lograr la confianza del solicitante para que llegue a contar detalles íntimos, para que exprese su orientación sexual a un agente de Policía, cuando en su país puede asociarlos con la persecución...”, describe Muñoz.
“A pesar de las mejoras, tenemos un problema. España aún no ha traspuesto en su legislación la Directiva Europea de Procedimiento”, señala Juan Carlos Arnaiz, oficial de Protección adjunto de Acnur. Esta normativa establece una tipología de solicitantes de asilo que suelen presentar una situación de especial vulnerabilidad. “Estas personas deberían ser ayudadas a la hora de presentar su solicitud: supervivientes de tortura, mujeres que han sufrido violencia sexual, traumas, víctimas de trata, y personas LGTBI”, añade.
La directiva obliga a los Estados a no estudiar estos casos en procedimientos acelerados, como los que se realizan en los aeropuertos. “Esto está ocurriendo en Barajas y en los Centros de Internamiento de Extranjeros. Nos preocupan los rechazos de personas LGTBI procedentes de países como Gambia, uno de los más homófobos del mundo, o como Senegal”, describe Arnaiz.
“En muchas ocasiones, estas personas llegan traumatizadas y no son capaces de contar por qué están ahí. Si no generamos una atmósfera de confianza para ayudarlas a contarlo, hay gente que ni se atreve”, señala el oficial de Acnur. Entonces, se dan rechazos sin haber realizado las entrevistas en profundidad recomendadas por Acnur.
Desde Cear recuerdan que en muchas ocasiones estos solicitantes proceden de países donde han escondido su orientación sexual o identidad de género durante años, donde contarlo es sinónimo de persecución... No es sencillo, recuerdan, contar a un desconocido algo tan íntimo y que ha acarreado tanto dolor.
Alexandra, activista trans, sí lo logró
Alexandra, reconocida activista por los derechos de las personas transexuales en Honduras, aterrizó en el Aeropuerto de Barajas en 2012. Trató de aguantar las amenazas durante años, hasta que se cumplieron. Varios hombres -algunos policías, según su relato- la secuestraron. “Un mes en el que me torturaron, me violaron, me apuñalaron, me hicieron un sinfín de cosas... Si estoy viva, es por algo. Porque era para morirse”, relata en un testimonio recogido por CEAR.
Cuando llegó a Madrid, desconocía que podía pedir asilo. “Me detuvieron en la frontera. Me dijeron que iban a expulsarme y me puse muy mal, estaba muy nerviosa porque me mandaban a Honduras. Porque yo tenía un problema más gordo, porque no me mataron y ellos pensaban que lo habían hecho”, narra Alexandra. Tuvo suerte. “Estaba en la sala, nerviosa, y se me acercó un abogado, me dijo que por qué estaba así. Y se le conté a él. Le dije que no podía volver a mí país, que tenía muchos problemas. Le dije que no podía regresar a mí país... Me recomendó que dijese que quería pedir asilo”.
La mujer llevaba consigo dos denuncias por las amenazas sufridas que podían apoyar una petición de protección internacional cuya admisión a trámite sería estudiada de forma acelerada. “Dos días y medio después vino un policía a la sala. Me pidió que firmase un papel. Pensé que era mi expulsión, me daba miedo... Lo firmé. Y me dijo: 'Bienvenida a España”.