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El Gobierno aún no ha identificado cuatro de los cuerpos de los muertos de Ceuta enterrados en España

Han pasado dos años desde el fallecimiento de 15 personas en la frontera de Ceuta y aún quedan cuatro cuerpos sin identificar de los cinco hallados en España. El proceso sí se ha completado con todos los cadáveres localizados en Marruecos.

La madre de Larios espera angustiada a recibir una llamada. La que le confirme que, como se sospecha, el cuerpo de su hijo de 20 años reposa sin nombre en un cementerio de Ceuta, y que podrá recuperarlo. “Mi madre está muy abatida por el dolor y el hecho de que no puede ver el cuerpo de su hijo. Está entre el dolor y la esperanza de recibir una llamada de su hijo diciéndole que solo estaba perdido, que no ha pasado nada”, dice Feric, hermano del joven que el 6 de febrero de 2014 nadó entre botes de humo y pelotas de goma. La asociación Familiares de Víctimas del Tarajal exige desde Camerún la identificación y la repatriación de los cuerpos.

Localizadas por la ONG Caminando Fronteras y Coordinadora de Barrios, las familias de las víctimas enviaron sus muestras de ADN a través de su abogada en España. “En cualquier tragedia se activan las embajadas de los diferentes países implicados, pero en este caso no ha ocurrido”, explica Patricia Fernández, letrada de las familias de las víctimas. Fueron las organizaciones sociales las que realizaron todas las gestiones para tratar de unir el nombre de los desparecidos el 6 de febrero en la frontera de Ceuta con los cuerpos enterrados en nichos con placas vacías en el cementerio de la ciudad autónoma.

Desde el mismo 6 de febrero de 2014 empezaron las complicaciones. Aquella mañana la Guardia Civil halló al menos tres cuerpos en aguas fronterizas entre España y Marruecos. “En la esquina del espigón hay tres cadáveres. Vamos a proceder a sacarlos”, anunció un miembro del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS) de la Guardia Civil a través de las comunicaciones radiofónicas. Pocos segundos después, la voz de un superior, el mando del operativo, lanzó la orden contraria: “Eso está en Marruecos. Lo hacen ellos”.

Los agentes españoles se encontraban a tan solo unos metros de ellos, pero la Guardia Civil abandonó los dos cuerpos en el mar.

El de Larios, el de Oussman, el de Samba. O ninguno de ellos. Detrás de cada nombre, una familia desesperada. “No sé cómo ha sido el entierro de mi hijo. ¿Le cubrieron con una sábana blanca? No lo sé. ¿Le bendijo un imán o un sacerdote? No lo sé. ¿Estaba vestido? No lo sé. No lo sé, no lo sé, no lo sé”, dice el padre de Bikai Luc Firmin a Caminando Fronteras. Ninguna autoridad española se ha puesto en contacto con él. Y no sabe, no sabe nada.

Aquel día España se desentendió de los cuerpos, pero Marruecos nunca los recogió. Los cadáveres deambularon durante días por las aguas fronterizas, hasta que se acercaron demasiado. Durante los días posteriores, fueron apareciendo en la orilla ceutí. Ya presentaban un importante grado de descomposición, por lo que su identificación a través de fotografías pasó a ser imposible.

Fueron enterrados poco más de 24 horas después de su localización. Tan solo se logró la identificación de una persona. La Guardia Civil puso nombre meses después a uno de los cuerpos, el de Nana Chimie Roger, gracias a un teléfono móvil que guardaba en sus pantalones. Las indagaciones arrojaron los datos necesarios para llegar hasta la familia del subsahariano.

Para el resto, necesitaban datos que la Guardia Civil no tenía; pero la ONG Caminando Fronteras, sí. Partidas de nacimiento, nombres y apellidos, familiares, lugar de origen. “Aportamos en febrero al juzgado certificados de nacimiento de personas que pensábamos que estaban en España, para que la Guardia Civil las enviase a la Interpol, como suele hacerse en estos casos. Pero no se hizo”, explica Fernández. “Enviaron los casos, pero no adjuntaron la documentación que aportamos”, añade la letrada.

“Para nosotros, que somos musulmanes, el primer paso para asumir la pérdida es enterrar el cuerpo. Es indigno enterrar los cuerpos con número. Es indigno para una madre que no sabe qué ha pasado con su hijo”, dice el hermano de otra de las víctimas, en testimonios recogidos por el documental de Caminando Fronteras. Su madre, a su lado, se retira las lágrimas de su rostro.

“El hermano de Ousman Audou decía que si una persona muere lejos de su casa sin ser identificada deja un gusto amargo en el corazón. La madre de Larios está enferma y no se va a recuperar hasta que no vea la tumba de su hijo. Es tan importante. La familia de Oumar decía que está más tranquila porque sabe que, Daouda (hallado en Marruecos) había sido identificado, rezado y enterrado con una sábana blanca. El embajador de Camerún les envió fotos para que se quedasen tranquilos. Ese gesto les alivió. Por eso es fundamental enterrar los cuerpos”, explica la activista Helena Maleno.

Lo mismo ocurrió con la familia de Samba Bajai, senegalés fallecido el 6 de febrero. También en Ceuta. También entre pelotas de goma y botes de humo. Es una de las víctimas cuyo cuerpo permanece sin identificar. En este caso, el equipo de la productora “Intermedia Productores” - que prepara el documental 'Un nombre borrado' sobre su historia- obtuvo una muestra de ADN de su madre para entregársela a la letrada del caso del Tarajal.

Mientras esperan a saber si sus muestran de ADN son adecuadas, si se van a tener en cuenta, si alguien les va a comunicar de forma definitiva dónde está el cuerpo de su hijo, esperan también la decisión de la Audiencia Provincial de Cadiz. Tras el archivo de la causa que investiga la muerte de las víctimas del Tarajal por parte del Juzgado de instrucción número 6 de Ceuta, la Audiencia estudia los recursos presentados por la acusación popular.

El padre de Bikai Luc Frimin, como el resto de familiares, seguirá esperando en Camerún a lograr responder todas esas preguntas que se repiten en su cabeza y que, de momento, solo puede contestar con esas tres palabras que impiden reparar su dolor: “No lo sé”.