La portada de mañana
Acceder
Sánchez rearma la mayoría de Gobierno el día que Feijóo pide una moción de censura
Miguel esprinta para reabrir su inmobiliaria en Catarroja, Nacho cierra su panadería
Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

“Haiyan es el tipo de desastre natural que veremos cada vez con mayor frecuencia en el futuro”

  • Tom Mitchell, director del Programa sobre Cambio Climático y Medio Ambiente del Overseas Development Institute (ODI), analiza para Desalambre el alcance del tifón que ha arrasado la isla de Leyte.

Tom Mitchell conoce bien la isla filipina de Leyte. Este experto en desastres naturales pasó en Filipinas los primeros años de su carrera trabajando en el fortalecimiento de la capacidad de resiliencia de las escuelas ante los tifones. Mitchell está ahora al frente del Programa sobre Cambio Climático y Medio Ambiente de uno de los think tanks británicos más destacados en materia de desarrollo y asuntos humanitarios, el Overseas Development Institute (ODI). Paradójicamente, hace tan solo unas semanas, este centro de investigación publicaba un informe revelador en el que, por primera vez, se han cruzado las previsiones de vulnerabilidad ante los desastres naturales y pobreza en el mundo. El tifón Haiyan parece la antesala de lo que está por venir.

Pregunta: Podría decirse que, con una media de 20 tifones por año, Filipinas es un país acostumbrado a este tipo de fenómenos naturales y con experiencia en la gestión del riesgo de desastres. ¿Cómo se explica la devastación que ha provocado Haiyan?

Respuesta: Para entenderlo tenemos que tener en cuenta distintos factores. Hace más o menos un año, Filipinas fue golpeada por el tifón Bopha, que mató a cerca de 1.200 personas. Los vientos de Bopha fueron mayores que los de Haiyan y, sin embargo, este último ha sido más devastador y, potencialmente, más letal. La cuestión es que tenemos que pensar en Haiyan más como en un tsunami que como un tifón en términos del daño causado. En ciudades como Tacloba se habla de olas de hasta 15 metros de altura, algo realmente fuera de lo común para lo que muy pocos países en el mundo o prácticamente ninguno están preparados.

P: ¿No se podía haber hecho algo más?

R: El gobierno filipino ha realizado un enorme esfuerzo en reducir los riesgos y mejorar la resiliencia tratando de que el país esté lo más preparado posible. Pero todo país tiene unos límites, también en términos económicos, y Filipinas no era capaz de protegerse de un tifón de esta magnitud. Además, tres semanas antes de la llegada de Haiyan hubo un terremoto de 7,3 grados en la escala Richter en Bohol que originó el desplazamiento de alrededor de medio millón de personas y un número significativo de muertes. Recursos clave como comida, agua o refugios se movilizaron para atender las necesidades provocadas por el terremoto y en un archipiélago de 7.000 islas es más difícil reponer ese tipo de recursos que, en una situación normal, sí hubieran estado disponibles.

P: ¿Cuánto tiempo puede tardar un lugar devastado como Leyte en recuperar de algún modo cierta normalidad?

R: Depende de varios aspectos. Es difícil que la isla de Leyte recupere un ritmo de vida medianamente cotidiano en los próximos meses. Aun así, el pueblo filipino es conocido por su capacidad de resiliencia tras los desastres, hay un sentimiento muy fuerte de solidaridad y un tejido social sólido que hace que todos se unan tras la tragedia. En esto creo que sí veremos una rápida recuperación. La reconstrucción va a ser más lenta. Escuelas, centros de salud, supermercados, infraestructuras... todo esto tardará más. Pero lo más lento de todo y a lo que debemos prestar mayor atención es a las necesidades de la población más pobre. A ellos les cuesta más reconstruir su vida y pueden permanecer en la pobreza de forma prolongada. Luego están también los niños, aquellos que han perdido familiares o que no los encuentran se enfrentan a un tipo de estrés psicológico que, unido al abandono de la escuela, dificulta enormemente la recuperación. El impacto a largo plazo sobre los niños de este tipo de desastres suele durar toda la vida.

P: Las Naciones Unidas han llamado la atención estos días sobre la probable conexión de fenómenos como el tifón Haiyan con el cambio climático. Vuestras investigaciones más recientes también sugieren esta vinculación, ¿qué nos adelantan estos estudios?

R: Las conexiones entre cambio climático y desastres naturales son complejas, es cierto que hay evidencias de que el cambio climático está teniendo un impacto directo en cierto tipo de desastres, pero no en todos, ni en todas las regiones por igual. Tenemos que ser cuidadosos a la hora de valorar las evidencias científicas pero sí es cierto que cada vez son más los estudios que demuestran esa vinculación. En el futuro vamos a ver una combinación de desastres naturales cada vez más frecuentes y más severos, que van a afectar a un número cada vez mayor de personas y esto puede tener consecuencias muy serias.

P: ¿Ha sido Haiyan una advertencia de lo que está por venir?

R: En cierto sentido, sí. La frecuencia con que acontecen desastres extremos se está incrementando de forma significativa. La devastación provocada por Haiyan de la que hemos sido testigos es de algún modo una muestra del tipo de desastres que vamos a ver cada vez de manera más frecuente en el futuro. Por ejemplo, según lo que nos dice la ciencia sobre los ciclones tropicales, en el caso de los de mayor intensidad, los de categoría 5, lo habitual era que se produjera uno en el tiempo de una vida y ahora hemos visto cinco tan solo durante la última década. El aumento de la temperatura de la superficie del mar lleva aparejado tormentas de mayor fuerza e incrementa el riesgo de que se produzcan supertifones. Tenemos que estar preparados para ello y eso va a requerir grandes inversiones en términos del desarrollo de infraestructuras, escuelas, hospitales capaces de afrontar estos riesgos.

P: Sin embargo, parece que la comunidad internacional todavía no se ha tomado muy en serio la lucha contra el cambio climático.

R: Creo que en los últimos dos o tres años esta conexión entre cambio climático y desastres naturales se ha ido haciendo cada vez más visible pero es verdad que es necesaria una acción mucho más determinante para abordar el problema, y no sólo eso, también necesitamos planificar el futuro teniendo en mente la cuestión del cambio climático, debe ser una prioridad para la comunidad internacional.

P: En este sentido, los 40 céntimos de dólar de cada 100 de ayuda oficial al desarrollo que se destinan a la reducción del riesgo de desastre no parece una cantidad suficiente.

R: No, no es suficiente, pero hay que considerar algo importante, no es necesario que gastemos mucho más de manera aislada en la reducción del riesgo, lo esencial es que el desarrollo, en sí mismo, sea consciente del riesgo. Se trata de asegurar que la ayuda internacional y que las inversiones extranjeras integran el riesgo de desastre en el núcleo de su planificación, que podamos garantizar que el resultado de esa inversión, esas infraestructuras, va a seguir ahí en los próximos 20 ó 30 años.

P: ¿Cuál es su mensaje para los países occidentales ante el “síndrome de la ayuda” que generan situaciones como ahora mismo la filipina, que copa el interés mediático en todo el mundo?

R: Tengo tres mensajes. El primero es que no podemos dar por sentado que este tipo de desastres no pueden suceder en Europa o en Estados Unidos, donde ya vimos lo que ocurrió con el huracán Katrina. El impacto del cambio climático en los desastres naturales afectará a todos los países del mundo. En segundo lugar, resaltar el hecho de que las emergencias humanitarias y la frecuencia con que sucederá lo que hemos visto en Filipinas va a ser cada vez mayor. Si queremos evitarlo tenemos que centrar nuestra atención en dos aspectos: uno, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y dos, apoyar los programas de gestión de riesgo de desastre de manera global para reducir su impacto humanitario y sus consecuencias a largo plazo.

P: ¿Y por último?

R: El tercer y último mensaje es para los medios de comunicación occidentales. Es importante que vayan más allá del escenario del desastre, de la cobertura del drama. Necesitamos que se comprometan también a cubrir los esfuerzos de reducción del riesgo y que regresen mes tras mes para contar cuál es el impacto a largo plazo que los desastres naturales ejercen sobre la pobreza y la vida de las personas. El caso de Filipinas podría emplearse por parte de los medios para seguir la pista de las consecuencias a largo plazo. Sabemos que los desastres tienen un gran impacto en términos de empobrecimiento, es necesario reorientar el debate para explorar las formas en que podemos apoyar en el largo plazo a las comunidades más pobres a afrontar los desastres naturales.

P: ¿Como vive alguien que ha trabajado en Filipinas y cuya experiencia profesional se centra sobre todo en la gestión del riesgo de desastres naturales lo que está sucediendo allá ahora mismo?

R: Mis investigaciones se concentraron durante bastante tiempo en la isla de Leyte, que ha sido una de las más golpeadas por el tifón. Trabajé junto a grupos de niños, políticos y organizaciones de la sociedad civil para hacer de las escuelas lugares más seguros y para sensibilizar en torno a los desastres. Tenía muchos amigos en esa área y ver ahora devastados esos lugares que conozco tan bien, ver lo mal que lo está pasando esa gente con la que he convivido me hace sentir realmente triste. Un poco decepcionado también, por que no hayamos podido hacer algo más para reducir el impacto, y creo que enfadado de que no haya habido más esfuerzos a nivel internacional para reducir el riesgo. Ha sido una semana dura y dolorosa.