Están hartos de que les digan que, para pedir asilo, deben llamar a un número de teléfono al que nadie responde. Cansados de tratar de pedir cita a través de la web de la Oficina de Asilo, competencia del Ministerio del Interior, para encontrar el mismo mensaje una y otra vez: “En este momento no hay citas disponibles”. Están rabiosos por no tener ni teléfonos disponibles en algunos de los centros de acogida para poder pasarse aún más tiempo en busca de una respuesta. Están temerosos de acabar en la calle antes de poder formalizar su petición de protección.
Están hartos, dicen, y quieren que se note. Decenas de migrantes, tras chocarse durante meses con constantes obstáculos para pedir asilo en España ante la falta de citas para registrar su solicitud, han participado esta semana en distintas protestas para exigir su acceso al derecho al asilo, reconocido en la legislación española e internacional.
Este miércoles, 28 migrantes han iniciado una huelga de hambre en un albergue gestionado por Cruz Roja en San Fernando de Henares, dentro del sistema estatal de atención humanitaria, dependiente del Ministerio de Inclusión, Migraciones y Seguridad Social. Al día siguiente, este jueves, otra veintena de personas alojadas por la misma organización en el municipio madrileño de Mejorada del Campo asegura haber dejado de comer por el mismo motivo. Y en Chicana (Cádiz), medio centenar de jóvenes llegados a Canarias en cayuco también se han declarado también en huelga de hambre. Estos jóvenes protagonizaron una marcha para denunciar los retrasos en el registro de su solicitud.
Esta cascada de protestas se produce la misma semana en que un centenar de migrantes, la gran mayoría personas de origen subsahariano llegadas en patera o cayuco a Canarias, se plantaron en la sede del Defensor del Pueblo para presentar sus quejas contra la falta de acceso al asilo y pedir soluciones al ministerio del Interior. “Citas ya”, gritaban a las puertas en una abarrotada acera, mientras otros de sus compañeros hacían cola para registrar sus escritos en primera persona ante la institución, que ya ha llamado la atención al Gobierno en distintas ocasiones ante los problemas para pedir asilo en España.
En un restaurante de San Francisco de Henares próximo al hostal donde reside desde hace unas semanas, Babukar (nombre ficticio) coge su teléfono y enseña una fotografía tras otra. Las imágenes son exactamente iguales: pantallazos de la respuesta obtenida cuando trata de pedir la primera cita en la Oficina de Asilo para pedir protección en Madrid. “En este momento no hay citas disponibles. En breve, la Oficina pondrá a su disposición nuevas citas”, se lee. También enseña el registro de sus llamadas realizadas al número de teléfono habilitado por Interior para este fin. “¿Ves? Esperas un rato y la llamada se corta”, dice con frustración este hombre, senegalés veinteañero que llegó a Tenerife en cayuco el pasado mes de diciembre y fue trasladado posteriormente a Madrid. Es uno de los líderes de la huelga de hambre iniciada en el hostal gestionado por Cruz Roja.
“Estamos desesperados y hemos decidido dejar de comer. Solo reclamamos nuestro derecho a solicitar asilo”, dice el joven. “Pero desde que llegamos y lo preguntamos en los centros de acogida nos dan un número de teléfono al que nadie responde, nos dicen que está dirigido por el Ministerio del Interior, y no nos ayudan más”, reclama uno de los portavoces de los 28 migrantes que han dejado de comer.
Él, igual que el resto de sus compañeros que quiere pedir asilo, lleva cerca de tres meses en busca de esa primera cita para pedir protección. Pero ni siquiera el primer paso, llamar, es fácil. “Aquí no tenemos familia, aquí no tenemos nada. Ahora mismo vivimos bajo la protección de la Cruz Roja. Si la Cruz Roja no nos deja teléfonos desde los que llamar o no nos da dinero para comprar saldo, ¿cómo podremos arreglárnoslas?”, se pregunta Babukar. “Hacemos todo lo que podemos y a veces incluso mendigamos en la calle y en cuanto una persona nos da algo, lo juntamos hasta tener 5 euros y comprar saldo. Y cuando compramos, llamamos a ese número. Hemos podido haber hecho 5.000 llamadas. Nadie contesta. Y el personal del centro sabe que nadie nos responderá y así estaremos mientras sigamos aquí”.
Según el Ministerio del Interior, la Policía Nacional trabaja “para mejorar el sistema de citación y hacerlo más ágil y seguro”. La cartera dirigida por Fernando Grande-Marlaska señala que en las provincias con mayor demanda “se han habilitado sistemas alternativos de solicitud al de la página web de cita previa, a través de números de teléfono, correos electrónicos o de atención presencial”. Cruz Roja ha rechazado hacer declaraciones al respecto de la protesta.
Interior recalca el esfuerzo realizado en los últimos años para aumentar el personal de la Oficina de Asilo y Refugio. Desde 2018 hasta la actualidad la plantilla de la institución encargada de la tramitación de las peticiones se ha multiplicado por cinco, pasando de los 60 hasta los 300 empleados.
Sin embargo, el incremento de personal no parece suficiente para atender el fuerte aumento de las cifras de solicitudes de asilo en España. Si en 2017, 8.405 personas pidieron protección; en 2023 lo hicieron 163.000 personas.
Quejas de falta de apoyo
Babukar, que estudió parte de la carrera de Sociología en Saint Louis, también cuestiona que el personal de los centros de acogida, en este caso de Cruz Roja, no les ayuden a conseguir estas citas. “No sabemos por qué a personas de determinadas nacionalidades sí les consiguen una cita y a otros no”, se quejan. “¿Solo pueden pedir asilo los que ellos quieran? Todos tenemos ese derecho de presentarlo, y luego que quien tenga que valorarlo lo valore”.
Umar asiente y pide turno para hablar. Él es nigeriano y tampoco logra iniciar sus trámites de asilo. “Es imposible. No hay nadie al otro lado”, se queja el hombre, que asegura huir de la inseguridad de su país. “Yo ya no puedo vivir allí, no se puede estar tranquilo, y por eso quiero pedir asilo. Pero nadie nos escucha. Llamamos y llamamos, pero nada. No hemos venido a España para dormir y comer, que es lo único que hacemos aquí. Queremos trabajar y para eso no podemos seguir estancados a la espera de una cita”.
Estas son las razones que les han empujado a iniciar su protesta. “No vamos a comer. Algunos de nosotros estamos empezando a debilitarnos mucho, lo juro. Algunos de nosotros estamos débiles. Y algunos de nosotros estábamos enfermos. Creo que si esto continúa, si seguimos firmes, sin comer, irá a peor y no es bueno para nosotros ni para nadie. No queremos estar aquí solo para vivir en un hotel, comer, beber, dormir y tener una vida sin hacer nada. Lo que queremos es pedir protección internacional ya que es nuestro derecho. Y creo que en todos los países del mundo la ley es igual en todas partes”, añade el joven.
Desde el Ministerio de Inclusión confirman tener conocimiento de la huelga de hambre. “Desde el primer momento, el contacto con los trabajadores de estos recursos y las entidades sociales colaboradoras al frente ha sido continuo, compartiendo información y prestando una atención especial a las necesidades de los residentes y de los trabajadores”, defienden fuentes de la Secretaría de Estado de Migraciones. “Las buenas condiciones del hostal están garantizadas y la atención y ayuda que brinda Cruz Roja a estas personas es fundamental”. Sobre los efectos del tapón generado por la falta de citas, la cartera dirigida por Elma Saiz defiende estar “trabajando en colaboración estrecha con el Ministerio del Interior para agilizar en la medida de lo posible el procedimiento”.
Y, mientras pasan el día tratando de obtener una cita que no llega, el reloj sigue corriendo. Se les agota el tiempo en el sistema estatal de acogida y, al no tener redes familiares, podrían quedar en situación de calle, como ya han acabado decenas de migrantes trasladados desde Canarias a distintos puntos de la península. “Nos han dicho que aquí solo nos podemos quedar un mes. Que busquemos contactos para irnos a otro lado. No tenemos tiempo, no sabemos a dónde ir. No tenemos parientes en Almería, ni parientes en Murcia. No tenemos parientes en ninguna parte. Y la Cruz Roja no nos ha dado los medios para luchar y para obtener esos contactos, ni para conseguir una cita en el Ministerio”, explica el senegalés.
Para evitar quedarse en la calle, esa primera cita para pedir asilo es clave. En ella, los solicitantes obtienen un documento que acredita su condición de demandantes de protección. Ese mismo documento es exigido por el Ministerio de Inclusión para acceder a una plaza del sistema de acogida de protección internacional (distinto al de atención humanitaria). La falta de citas, por tanto, empuja de facto a la exclusión a potenciales solicitantes de asilo.
Desde Inclusión, sin embargo, defienden que “no se les va a dar de baja” a estas personas dado que, insisten, no dejan que nadie que se encuentre en el sistema de atención humanitaria se quede en la calle.
Sin embargo, decenas de migrantes se encuentran actualmente en albergues para personas sin hogar, al menos en la Comunidad de Madrid, tras haber pasado por los centros de acogida estatales. Esta situación no es exclusiva de los espacios de acogida de Cruz Roja, sino que se repite en otros recursos como en aquellos gestionados por Accem. elDiario.es siguió desde octubre a enero una decena de casos de jóvenes senegaleses que, a pesar de querer pedir asilo y transmitirlo en el centro de acogida de Pozuelo de Alarcón, no lograron registrar su petición. Dos de ellos denunciaron la falta de acceso al sistema ante el Defensor y acudieron a la pequeña organización Coordinadora de Barrios para obtener un documento para, de algún modo, manifestar por escrito su voluntad de pedir asilo que, aunque no fuese oficial, pudiese acreditar su intención de solicitar protección ante, por ejemplo, un control policial. Ese documento lo lograron por su cuenta, acompañados por personas voluntarias independientes, no a través del personal del centro de competencia estatal gestionado por Accem.
Asa (nombre ficticio) es otro de los jóvenes que asegura llevar tres días sin comer. “Nuestro objetivo al venir aquí era mejorar nuestras vidas y salvarnos de la situación actual en nuestros países. Corremos el riesgo de venir, de pasar nueve días en el mar, podemos morir en cualquier momento, en cualquier segundo. Si asumimos esos riesgos, sepan que tenemos una situación muy crítica para venir a Europa”, concluye el chico, de origen gambiano.