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Estas niñas tienen un plan para acabar con el matrimonio infantil: explicar la ley a sus compañeras

Sus países prohibieron recientemente el matrimonio infantil, pero la realidad que se vive en las escuelas de Guatemala y Malaui todavía queda lejos de la práctica abolición. Niñas y mujeres activistas como Ezelina, Josephine, Estefany y Neydelin luchan cada día para que ninguna menor sea forzada a dar el 'sí quiero' ni dejen sus estudios por cargas familiares. Hablan con sus compañeras de clase, visitan colegios, tratan de convencer a las familias o a quienes ven capaces de persuadir a los padres y madres que empujan a sus hijas a casarse demasiado pronto. Les dicen que ya hay una ley que las protege.

Guatemala y Malaui han prohibido recientemente el marco legal en el que se amparaban los hombres -hasta 40 años mayores que ellas- para poder tomar la mano de niñas de apenas 14 con el consentimiento de su familia. El camino no ha sido fácil, pero el trabajo para lograr su aplicación aún no ha finalizado.

A través de su activismo y su defensa de la educación como primera herramienta de lucha contra los matrimonios infantiles, Ezelina, Josephine, Estefany y Neydelin han conseguido salvar de un matrimonio no deseado a decenas de niñas de sus comunidades.

Ezelina: “El problema es que se ve como algo normal”

La familia de Ezelina no la forzó a casarse con un hombre que no había elegido. Es consciente de ello, se siente afortunada y, por este motivo, desde pequeña ha querido ayudar a erradicar el matrimonio infantil en su país, Malaui, donde el 46% de las niñas contraen matrimonio siendo menores de edad, según Unicef.

Con solo 23 años es activista, reportera y presenta un programa de televisión que pretende dar voz a esas niñas que no la tienen en una sociedad patriarcal: “Las mujeres piensan que no pueden ser iguales que los hombres. Lo que trato de hacer es meterles en la cabeza que todos somos seres humanos, que no tenemos que ser inferiores de ninguna forma”.

Las menores, enfatiza Ezelina, suelen sentir el peso de la desigualdad desde muy pequeñas. “Las niñas tienen que preparar el desayuno, la comida, limpiar la casa... y después pueden ir al colegio”. Los niños “no tienen ningún tipo de responsabilidad”, añade la reportera. El conflicto se agrava cuando muchas de ellas se ven obligadas a abandonar el colegio para casarse con hombres mucho mayores que ellas. “El problema es que están acostumbradas, es algo arraigado en la sociedad, lo ven como algo normal. Esto es lo que tenemos que cambiar”, afirma la activista.

Aunque también hay razones culturales y religiosas, explica Ezelina, “el motivo principal por el que ofrecen a su hija para casarse es porque piensan que su marido ayudará a la familia con dinero y ellos tendrán una boca menos que alimentar”.

Gracias a su trabajo y al de cientos de niñas y jóvenes de Malaui, el gobierno prohibió definitivamente el matrimonio infantil en febrero de este año. Esta meta ha costado mucho trabajo, dice, pero todavía queda lo más difícil: borrar de la mente de la sociedad una costumbre tan arraigada y que, a pesar de la ilegalidad, se sigue practicando.

“Primero empezamos con campañas en los colegios, con niños y niñas, ya que ellos serán el futuro, y después llegamos a sus familias a través de los líderes de las comunidades, curas... Porque son ellos son quienes son capaces de convencerles”.

Josephine: “La educación permite entender la ley”

Josephine tiene 16 años, va a la escuela secundaria y de mayor quiere ser cirujana. A su vez, como activista, ha logrado junto a varias compañeras que cuatro niñas anulen sus matrimonios y vuelvan a la escuela.

Según apunta Plan International, cuatro de cada cinco niñas casadas no han terminado la educación primaria. Una de las razones se encuentra en el matrimonio infantil: cuando las niñas se casan y se quedan embarazadas, tienen que dejar la escuela. “En los propios colegios es común escuchar frases como 'No puedes estudiar, se supone que tienes que ser una madre”, cuenta Josephine.

Es una serpiente que se muerde la cola: las niñas se casan, se quedan embarazadas, abandonan el colegio, no pueden prosperar económicamente por no encontrar trabajos cualificados, por lo que dependen de sus maridos.

Una de las vidas que consiguió cambiar Josephine fue la de una niña de 15 años que iba a contraer matrimonio con un hombre de 40. Al enterarse, intentó convencerla para frenar el matrimonio cuanto antes. Pero para ella era complicado. “Solo su familia podía decírselo”, decía. Así, pidió a una joven universitaria que había conseguido romper su matrimonio que hablase con sus padres delante del líder de la comunidad y de la policía. Finalmente, la familia accedió, pero se negó a pagar la educación de su hija, que tuvo que acogerse a un plan de becas.

“La educación es la clave. Si estudian empiezan a entender muchas cosas y una de ellas es la legislación. Si no saben de la existencia de una ley que dice que las niñas no pueden casarse antes de los 18, caerán en eso, porque lo verán como algo normal, y no lo es”, dice la joven activista.

“Ellas son la generación del cambio”, afirman desde Plan International, que lideró una de las campañas de recogida de firmas que forzó al Gobierno a modificar la legislación. “Saben cuales son sus derechos y su cometido personal es dárselos a conocer a las niñas y mujeres de otras comunidades. El día que formen una familia educarán a sus hijos y les inculcarán estos derechos y, así, la siguiente generación habrá cambiado su forma de ver el matrimonio infantil”.

Estefany: “Leyes hay, pero hay que socializarlas”

Al otro lado del Atlántico, en Guatemala, Estefany sueña con ser ingeniera agrónoma, aunque esperará hasta conseguir los recursos necesarios para pagar la universidad. Tiene 20 años y es de la zona rural de Jalapa, uno de los departamentos más empobrecidos del país. Su madre es ama de casa y su padre herrero.

La joven acaba de terminar la educación secundaria y, hasta que consiga ir a la universidad, se ha entregado al activismo para alcanzar su otra meta: que todas las niñas vayan a la escuela. “La educación es fundamental, es mi herramienta de defensa, es la base fundamental para poder seguir avanzando”.

Y para ello, antes hay que acabar con el matrimonio infantil: “Aquí no se recibe dinero, con que lleve una vaca, una caja de cervezas... Ese es el precio de una niña allá en Guatemala. Es una boca menos que alimentar, una boca menos que estorba. Creen que es lo mejor para la niña, pero están totalmente equivocados”, dice Estefany.

En Guatemala el 30% de las niñas contrae matrimonio antes de cumplir la mayoría de edad. Sin embargo, el trabajo de Estefany y sus compañeras, que recogieron firmas y dieron charlas en diferentes colegios, acabó cristalizando en la abolición del matrimonio infantil en su país hace solo tres meses.

A pesar de esta prohibición firme, muchos de esos matrimonios siguen dándose en forma de 'uniones'. “Aunque no se casen, viven juntos, tienen hijos y forman un hogar. Nada cambia más allá de no tener un papel que acredite esa unión, pero las niñas siguen sufriendo igual”, explica Estefany. “Leyes hay, pero hay que operativizarlas, hay que socializarlas, movilizarlas para hacer que se cumplan”.

Es el pan de cada día de Guatemala. Matrimonios por conveniencia familiar en el que la hija carga con un matrimonio que no ha elegido, muchas veces con hombres hasta 40 años mayores que ellas: “En mi comunidad una niña que se había casado se quedó embarazada con 13 años y lo perdió, su cuerpo no estaba preparado. Con 16 pudo tenerlo, pero solo tres años después su marido la abandonó. Él tenía 58 años. Se convirtió en madre soltera con 19 años y tenía que trabajar para alimentar a su hijo porque su familia no la apoyaba. No solo sufren ellas, sino también sus hijos”.

Así frena Neydelin los matrimonios de sus amigas

Neydelin tiene solo 13 años y está orgullosa de ser activista. Vive en una pequeña aldea del departamento de Jalapa de apenas 250 habitantes, donde centra sus esfuerzos para denunciar la desigualdad: “En mi comunidad las niñas somos discriminadas, tenemos menos derechos que los niños. No tenemos derecho a estudiar. Dicen que las niñas solo quieren buscar novios, que no sirven para nada”, cuenta Neydelin.

Esto lleva a que muchas de ellas abandonen la educación secundaria, algo que no pasa con los niños. En los últimos meses, en la comunidades guatemaltecas en las que trabaja Plan International, la ONG ha documentado 43 casos de matrimonio infantil. Solo uno de ellos era un niño. De esas 42 niñas todas abandonaron la escuela, detalla. Él no.

Ese es el principal objetivo de Neydelin, que sus compañeras sigan estudiando: “Yo hablo con mis amigas y mis amigos, hablo con sus padres, les explico lo que es la igualdad de género, que tenemos los mismos derechos”. Su trabajo da sus frutos: “Mi comunidad ha acabado comprendiendo la importancia de que las niñas estudien. El año pasado había 15 padres que no querían dejar estudiar a sus hijas y este año han empezado la escuela”, explica.

Con solo 13 años ha conseguido parar varios matrimonios no deseados. Neydelin habla con las niñas, les explica la existencia de leyes, les anima a ir a clase y habla incluso con sus padres. “En mi comunidad un señor estaba haciendo los trámites para casarse con una niña”, cuenta la activista. “Cuando me enteré, hablé con mi madre para pararlo y les informamos de la nueva ley que había prohibido el casamiento con niños. Ella tenía 16 y ya estaba embarazada. Hablé con la niña y le dije que tenía que aprovechar su juventud, que no podía dar ese paso”. Lo consiguió.

Es solo uno de los muchos logros que han alcanzado en tan poco tiempo. Ezelina, Josephine, Estefany y Neydelin dedican parte de su vida a ayudar a niñas y jóvenes como ellas y, con su esfuerzo, consiguen, caso a caso, que cada vez sean más las que digan “No quiero”.