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Moria: el peligro de un incendio en un campamento de tela y plástico donde se aprietan 13.000 personas

Pau Abad

Lesbos (Grecia) —

Tiendas de campaña en cada rincón, cientos de hombres durmiendo al raso, refugios improvisados fuera del campamento pero que ya son más grandes que el propio campamento. La gente se aglomera en los puntos de información, hace colas de dos y tres horas para recoger su comida y las peleas se suceden día sí, día también. El incendio que este domingo se cobró la vida de al menos una mujer -algunos medios locales también apuntan a la muerte de un niño- evidencia la situación extrema a la que se ha llegado en el centro de Lesbos, donde miles de personas viven hacinadas.

El campo de refugiados de Moria se hizo famoso en 2015 durante la llegada de cientos de miles de solicitantes de asilo, antes de que Europa y Turquía acordaran en marzo de 2016 maximizar los esfuerzos para retener en este último país a quienes huían de la guerra en Siria e Irak. El repunte registrado en los últimos meses en el número de personas que tocan tierra tras arriesgar su vida en el Egeo ha vuelto a poner en el foco el infierno que las atrapa una vez en Lesbos y despierta, una vez más, los llamados a acelerar los traslados desde la isla al continente. 

Según Acnur, desde el inicio de año, más de 14.700 personas han llegado a la costa de Lesbos en busca de asilo y de una vida mejor. El flujo de llegadas ha sido especialmente intenso en las últimas semanas. “Solo en este mes de septiembre ya hemos tenido más de 4.000 llegadas”, confirman desde EuroRelief, la ONG asignada por el Gobierno griego para alojar a los refugiados en Moria.

Aunque la capacidad de las instalaciones es de 3.000, a día de hoy, el campo de refugiados de Moria en Lesbos alberga a 13.000 personas, entre las cuales hay en torno a 4.500 menores. “Los últimos dos meses han sido, de largo, los de más llegadas a Lesbos desde marzo de 2016”, afirma Danny Garnett, máximo responsable de EuroRelief en el campo de refugiados.

A pesar del repunte, las cifras aún se encuentran muy lejos de las registradas durante la llamada 'crisis de los refugiados' de 2015. Las llegadas se redujeron drásticamente tras el acuerdo con Turquía en marzo de 2016. En lo que va de año, han arribado a las islas griegas, según la Agencia de la ONU para los refugiados, 35.848 personas, frente a las 856.723 que lo hicieron en 2015. 

“En 2015 y principios de 2016, llegaron un millón de solicitantes de asilo a las islas del Egeo, se estima que casi la mitad de ellos a través de Lesbos. Pero se trasladaba a la gente a Atenas o Tesalónica y de ahí podían seguir su ruta por Europa”, explica Danny. “La diferencia ahora es que todos se están quedando en Moria y el proceso de ser transferidos está siendo muy lento”, añade. 

La mayoría de personas que malviven en el campo de refugiados de Lesbos son de origen afgano. De los 13.000 refugiados aquí, cerca de 9.000 proceden de Afganistán, mientras que los 1.400 sirios representan el segundo grupo más numeroso.

“No sabía que Grecia iba a ser así”, lamenta Samira, de 31 años. “Grecia es como Afganistán: no hay luz, no hay agua, no hay descanso”. Ella, su esposo y sus tres hijos llegaron el 17 de julio a la costa de Lesbos. Tuvieron que trasladarse a Irán hace siete años por la guerra y por persecución étnica dentro de su propia familia. De ahí pusieron rumbo a Turquía para tratar de llegar a Europa. La persona que les iba a  ayudar a embarcarse fue la misma que les robó su dinero. La mujer fue a denunciar el robo y, al ver que era afgana, la policía turca la encerró a ella y sus tres niños en la cárcel hasta que su marido logró sacarlos con la ayuda de un abogado. “Estuve once días sola y la policía turca me daba palizas. Mis niños lloraban… Estaba con ladrones, traficantes y asesinos”. Durante la travesía a Lesbos, sobrevivió tras caer al mar por el oleaje. 

La de Samira es solo una historia más dentro de lo común, igual que su deseo de salir pronto del infierno de Moria. “Mi marido quiere ir a Francia… Yo prefiero Suiza. Quiero que mis hijos vayan a una buena escuela, que sean buenas personas y tengan una buena vida. No quiero que vivan lo que yo he vivido”, sostiene.

Las razones que empujan a los afganos a huir de su país son muchos, “Algunos han huido porque los talibanes les amenazaron personalmente o amenazaban su región, otros han huido de Irán por problemas económicos, otros estaban en Turquía, pero las notificaciones de deportación les han obligado a salir…”, explica Danny de EuroRelief.

Pero todo tiene su origen en la eterna guerra que vive el país desde hace décadas. “No tengo familia aquí: mis padres, dos hermanas y tres hermanos murieron en una explosión”, dice Ali, de solo 15 años. “Todos los días había bombas y luchas por los talibanes y por el ISIS”, recuerda Evaz, de 26 años y padre de dos niños pequeños. Dice que no piensa volver “nunca” a Afganistán. “Solo espero tener una vida tranquila y bonita, sin guerras”.

Kevin, de 39 años, recuerda cómo hace 20 años la vida era tranquila y pacífica en su aldea del suroeste de Afganistán: “En mi aldea la gente es buena, pero esta gente (talibanes) vino a crear problemas y ahora ya no es segura”. Es ateo y en su tono se nota cierto rencor hacia el fundamentalismo religioso en su pueblo. “Todos son los mismos: talibanes, Gobierno… Son la misma gente, tienen la misma idea… el Gobierno dice a los americanos, alemanes, etc., que no son tan religiosos (radicales), pero no es verdad”. “Si queréis ayudar a esta gente es vuestra decisión. Si fuera por mí, no les ayudaría”, afirma rotundo.

Mientras esperan una salida a su situación, Samira, Ali, Evaz, Kevin y otras 13.000 personas bloqueadas aquí ven cómo cada día llegan cientos de nuevos vecinos con los que tendrán que competir por mantas y refugios resguardados a medida que se acerca un nuevo invierno a Lesbos. “La única solución en este momento sería que el Gobierno griego traslade a refugiados fuera de la isla para reducir el número a la capacidad de 3.100 personas”, opina Danny Garnett.

“Seguiremos proveyendo refugio, tiendas, esterillas, palés para las tiendas, pero esto no es una solución para el duro invierno de las islas del Egeo, con vientos muy fuertes y lluvias torrenciales. El traslado a alojamientos en buenas condiciones es la única solución real”, sentencia.

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Pau Abad Tent es periodista y es responsable de comunicación, así como de algunos proyectos, en la ONG Global Aid Network, que trabaja en el envío de ayuda humanitaria a Lesbos.  la ONG Global Aid Network