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La inmigración aterriza en campaña a golpe de bulo

La inmigración aterriza en campaña a golpe de bulo

Gabriela Sánchez / Raúl Sánchez

España se veía como un país “singular”. Durante las últimas campañas, a diferencia de sus vecinos europeos, los candidatos apenas mentaban la inmigración. Mientras el debate migratorio llegó a ocupar un lugar destacado en la agenda política y mediática a lo largo de las anteriores legislaturas, el tema solía diluirse en época electoral. Ahora, con la irrupción de la extrema derecha, el impulso de las declaraciones xenófobas y el aumento de las llegadas irregulares a España como telón de fondo, la inmigración es uno de los asuntos que marcan determinadas declaraciones políticas ante los próximos comicios.

Ante este escenario, los cazadores de bulos han cerrado filas porque la inmigración conforma un hábitat idóneo para la difusión de fake news. Es uno de esos temas donde los datos “no siempre convencen: pesa el miedo al diferente y esas emociones a veces no se reducen con datos”, sostiene el asesor político Antoni Gutiérrez-Rubí. Esos temores, añade el sociólogo Francisco Javier Moreno Fuentes, responden a “percepciones que chocan con la realidad” pero a veces conectan con la sociedad.


Las 15 nacionalidades con mayor población extranjera desde 2002

Evolución de la población de nacionalidad extranjera en España por país desde el 2002 hasta la actualidad

Fuente: INE


En referencia a la política migratoria de Pedro Sánchez, Pablo Casado ha afirmado este lunes en un acto de campaña en Canarias que “esa apelación demagógica y buenista pone en riesgo la sostenibilidad de los servicios sociales” por lo que ha propuesto la recuperación de la ley que supuso la exclusión sanitaria de las personas sin papeles. Por su parte, Santiago Abascal insiste en expandir la idea de una supuesta “invasión a Europa”, alertando de un riesgo de “una Europa islamizada” que no existe. En el debate electoral a seis de este martes, sin embargo, no se ha hecho referencia al tema.

De ambas declaraciones subyacen prejuicios racistas vinculados a la inmigración que, de vez en cuando, aparecen en forma de bulo o discurso político: la idea de “invasión” derivada de una exageración de las cifras, los comentarios sobre “abusos de las ayudas sociales” o “falta de integración”, la concepción de la inmigración como un problema y su vinculación con la delincuencia. Los datos y diferentes investigaciones de expertos desmontan estas ideas, pero su repetición empaña el debate real sobre política migratoria.

La deficiente atención a los menores no acompañados, el colapso del sistema de asilo ante la falta de personal administrativo, las devoluciones en caliente, las muertes en el Mediterráneo o la falta de fondos para programas de inclusión son los asuntos que, según expertas como Blanca Garcés Mascar de CIDOB, deberían marcar el debate migratorio en campaña. Pero, de momento, la inmigración ha aparecido en el debate electoral como arma arrojadiza. Y a golpe de bulo.

En España viven algo más de 4.572.000 personas con nacionalidad extranjera, que conforman un 9,8% de la población residente en el país, según las cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE). De ese total de la población residente en España, el 4,1% procede de Estados miembros de la Unión Europea, mientras que un 5,6% son extranjeros no comunitarios. Los números se sitúan, por tanto, dentro de la media europea.



El inicio de la historia España como país receptor de inmigración es más reciente que la de sus vecinos comunitarios. A principios de los años 2000 la llegada de personas extranjeras comienza a incrementarse de forma destacable, alcanzando su mayor pico en 2009, cuando el 11,9% de la población contaba con nacionalidad extranjera. Ante los estragos de la crisis económica, el número de inmigrantes experimentó cada año un descenso hasta 2017.



Aportan más al Estado de bienestar de lo que reciben

Quienes se asentaron en España en los años 2000, como los inmigrantes que llegan en la actualidad, tenían una seña de identidad: eran jóvenes. Según datos de Eurostat, la media de edad de los extranjeros residentes en España en 2009 era de 32,6 años, muy por debajo de la de la población autóctona, que se situaba en torno a los 41,1 años. Esta característica ha marcado la pirámide demográfica en el país y es una de las razones por las que numerosos estudios han relacionado la inmigración con un efecto positivo económico.

En 2011, una investigación de la Obra Social de La Caixa concluyó que los inmigrantes asentados en España en la década de los 2000 (cuando se produjo el mayor pico inmigratorio) aportaban más al Estado de bienestar de lo que reciben. Para aquel entonces, menos del 1% de los pensionistas eran extranjeros. De ellos, más de la mitad eran europeos. “La alta tasa de actividad de los inmigrantes contribuirá a retrasar en cinco años la entrada en déficit del sistema de pensiones, además de frenar el envejecimiento poblacional”, calculaba entonces el informe.

Además, según el estudio, los inmigrantes acudían un 7% menos al médico de cabecera y un 16,5% menos a las consultas de especialidades, suponiendo un gasto sanitario de poco más del 5% del total. El coordinador del informe, Francisco Javier Moreno Fuentes, explica a eldiario.es que, aunque los resultados se remontan al año 2011, la hipótesis de varios expertos apunta a que “se mantiene la tendencia de este efecto fiscal tan positivo en el Estado de bienestar”.

“La tendencia en principio continúa por una razón obvia: la estructura demográfica de la población inmigrante sigue siendo bastante más joven que la autóctona”, desarrolla Moreno Fuentes, Investigador del Instituto de Políticas y bienes públicos del CSIC. “Al ser más joven, en general, el impacto de la inmigración será más de contribuidores que de demandantes, dado que el núcleo de nuestro Estado de Bienestar es el sistema de pensiones”, apunta el experto, que se basa también en el ejemplo de otros países con una mayor historia migratoria.

Según asegura, se espera que este efecto positivo se vaya rebajando a medida que la población inmigrante vaya envejeciendo, como ha ocurrido en otros países europeos como Alemania, Holanda o Francia. Cita una vía para que la inmigración mantenga el mismo efecto que en la actualidad: una política menos blindada a la llegada de inmigrantes.

“Llegará un día en que ese diferencial positivo que se deriva de la juventud de la población se reduzca, a no ser que suban los niveles de inmigración”, destaca el investigador del CSIC. Esa sería la receta: a más llegadas de personas extranjeras, que suelen emprender jóvenes el proceso migratorio, más aportación al estado de bienestar. “Sin embargo, es complicado que ocurra, dado que las sociedades europeas se muestran ya muy reacias”, sostiene Moreno Fuentes.

En enero de este año, la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal también solicitó una “política abierta” a la inmigración para sostener las pensiones. Según sus cálculos, la llegada de inmigrantes permitirá amortiguar el desplome de la población en edad de trabajar en España, fruto del envejecimiento de la sociedad.

Otra de las “percepciones” que tratan de expandir determinados políticos es aquella que se centra en la inmigración irregular a España y sobredimensiona sus cifras. En 2018, 64.298 personas llegaron de forma clandestina por vía marítima o terrestre, según los datos del Ministerio del Interior. Esta cifra no incluye la de aquellas personas que arriban al país en avión, con un visado de turista, y permanecen en el país una vez vencido su permiso de estancia.

Aunque las entradas a España de forma irregular aumentaron un 131% en 2018 con respecto a las registradas en 2017, posicionándose como principal vía de entrada clandestina a la Unión Europea, el número de llegadas totales a Europa es muy inferior en comparación con las de años anteriores. Además, aunque no hay estudios al respecto, se estima que buena parte de estas personas continúan su camino hacia otros países comunitarios, a pesar de los obstáculos levantados en la frontera francesa para evitar su llegada. España sigue siendo un país de tránsito en su camino al norte de la UE.



El giro del Gobierno: del Aquarius al Open Arms

“La inmigración irregular en España es bajísima, pero algunos partidos la utilizan para hablar a las vísceras, a la emoción de la patria. Centrarse en ella es su forma de hacer énfasis en la inmigración como problema”, apunta Héctor Cebolla, profesor de Sociología de la UNED. Es parte de un “cambio de contexto” que, como recuerda la investigadora senior de CIDOB Blanca Garcés Mascar, se está produciendo en varios frentes.

Por un lado, el aumento del poder de la extrema derecha en distintos países europeos. Por otro, relata, la llegada de Vox al parlamento andaluz. En el medio, un Ejecutivo socialista que empezó su mandato con la acogida del Aquarius y acabó con el bloqueo en puerto de los barcos españoles de rescate y el impulso de las devoluciones exprés.

A su llegada a La Moncloa, Pedro Sánchez también anunció la retirada de concertinas de las vallas de Ceuta y Melilla por las heridas que causan a las personas que tratan de saltarlas. Antes de la disolución de las Cortes, el Consejo de Ministros aprobó un plan para sustituir el material cortante por otro tipo de refuerzo, como la elevación de la altura de la alambrada. Por el momento, las cuchillas continúan coronando el perímetro fronterizo.



“Este giro forma parte de ese cambio de escenario, aunque las políticas de fronteras en España, en realidad, no se han modificado en muchos años. Su línea siempre ha sido especialmente dura. No hay mucha diferencia entre los Gobiernos del PP y del PSOE”, asevera Garcés Mascar.

La mayoría de la población inmigrante asentada en España, en situación regular o irregular, encuentra trabajo en los sectores peor pagados. No “quitan el trabajo” a los españoles, como se continúa insistiendo a golpe de bulo. La mayor concentración de extranjeros se da en el empleo doméstico (40% de inmigrantes, la mayoría mujeres), en el sector gastronómico (21,8%) y agricultura, pesca y caza (21%).



“Está demostrado que la inmigración es totalmente complementaria a la mano de obra. Puede haber fricciones, habrá algún grupo donde se compite por el empleo, pero son elementos marginales”, sostiene el investigador del CSIC. Los datos apuntan a que “la mano de obra migrante es el fusible, lo primero que salta cuando algo no va bien. Y, a la vez, tiene esa capacidad de responder cuando no está la autóctona”, apunta Moreno Fuentes. Por su parte, las personas sin papeles no pueden acceder al mercado laboral regular, por lo que se ven empujados a los empleos clandestinos durante años hasta conseguir su documentación.

Fernando Barbosa, profesor de Antropología de la Universidad Complutense, recuerda que el “efecto positivo” de la migración en la sociedad se produce también por “el intercambio de talento y de valores” y la generación de “conexiones” entre diferentes países. A su juicio, esa diversidad genera “diferentes formas de pensar el mundo y una mirada más creativa y menos conformista”.

Moreno Fuentes incide en la necesidad de dejar de luchar contra un fenómeno que se antoja permanente. “La inmigración está para quedarse: hay que dejar de dar vueltas y, en el caso de que haya puntos de fricción social, centrarse en hacer políticas para resolverlos y maximizar la cohesión de nuestra sociedad”.

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