Si eres un inmigrante de Camerún, Mali o Costa de Marfil no hay muchas ocasiones en Marruecos en las que puedas plantarte en frente de un cordón de seguridad de agentes de fuerzas auxiliares y gritar a un metro de sus caras “¡No a las fronteras!, ¡Bossa!, ¡Libertad y dignidad para el pueblo africano!”. Lo habitual, si no quieres que te metan en un furgón policial, es que al ver un uniforme salgas corriendo a toda prisa en dirección contraria. Una veintena de agentes de seguridad y otros tantos más de la policía secreta vigilaban la protesta pero, por una vez, este sábado en Rabat los inmigrantes no tuvieron que correr.
Unas doscientas personas se han concentrado frente al consulado español en la capital marroquí para denunciar las muertes del Tarajal del 6 de febrero de 2014, arropados por organizaciones europeas y marroquíes de defensa de los derechos humanos y asociaciones de migrantes subsaharianos en Marruecos. Han participado Voix des Migrants, Gadem, No Borders Morocco, Alecma y Watch the Med Alarm Phone, entre otros. Es la primera vez que se organiza en Marruecos una concentración como esta, que se ha convocado bajo el lema “STOP a la guerra contra los migrantes” y que se ha replicado en ciudades como Ceuta, Melilla, Madrid, Barcelona, Estrasburgo o Berlín.
'Super', de Camerún, ha viajado a Rabat desde Nador, junto a la frontera con Melilla, para participar y “denunciar la impunidad de las muertes de nuestros compañeros”, explica a eldiario.es. A sus 34 años y sus “yo qué sé, diez mil” intentos de llegar a Europa, sigue intentándolo, igual que aquel 6 de febrero en el Tarajal. “Dicen que murieron 15 personas, pero fueron muchos más”, asegura. “Nosotros siempre nos contamos antes y después de un intento y aquel día, después de que arrestaran a los que quedábamos en tierra, faltaba mucha gente”. A su lado, Musa, de Níger, también superviviente del Tarajal, asiente, pero no hay evidencias sobre el destino de sus compañeros desaparecidos, los que no están en la lista oficial de muertos. “Murieron más de 15. No sabemos aún toda la verdad y eso nos duele también”, insiste Super.
“Estaban Takolé, Oncle, Kenzo, Custo, Keita...muchos amigos muertos”, enumeran. No era la primera vez que Super perdía a un amigo o a varios. Llegó a Marruecos en 2001, consiguió cruzar a Europa, le deportaron y volvió a suelo marroquí en 2005. “En 2005 y 2006 cuando nos cogían, nos llevaban al desierto, cerca de Mauritania. Allí también murió mucha gente”, recuerda. Después de un intento de saltar la valla, junto a Ceuta y Melilla, Marruecos ya no abandona a los inmigrantes en la frontera con Mauritania, pero les traslada lo más lejos posible, también hacia el sur, en territorio marroquí.
Dos años después de las muertes del Tarajal, el investigador marroquí sobre migraciones, Hassan Ammari -uno de los organizadores de la convocatoria- cree que no hay mucho que haya cambiado: “La UE insiste en seguir construyendo barreras, los países del sur siguen ejerciendo de gendarmes, pero mientras ellos insisten, los inmigrantes también van a insistir en saltarlas. Después de esta experiencia, no tienen nada que perder. Se juegan el todo por el todo”. Con el megáfono entre las manos, Ammari va dirigiendo los eslóganes que corean los jóvenes inmigrantes, casi todos hombres, que han llegado de Tánger, de Meknés, Casablanca, Nador y Oujda. “¡Parad los asesinatos! ¡Parad la hipocresía!”, gritan al unísono.
Después de ver a sus compañeros morir en el agua, Super sigue viviendo en los montes de Nador y Musa sigue peleándose con la oficina de ACNUR en Marruecos para conseguir su estatuto de refugiado. “Después del 6 de febrero me desanimé un poco, pero hay que seguir adelante”, explica Super. Vive de “hacer la salam”, como llaman los inmigrantes en Marruecos a la mendicidad: acercarse a los marroquíes con un as salam u alaikum (que la paz sea contigo) para pedir dinero.
Musa se las arregla en Tánger con pequeños trabajos. Cada cierto tiempo decide firmemente que se vuelve a Níger, pero cree que su vida corre peligro allí, así que la firmeza sólo dura un par de semanas y vuelve a planear el salto a Europa. Lleva así dos años, entre la esperanza y la frustración. Mira hacia el consulado español en Rabat, donde ondean las banderas española y europea: “Si en España ya han cerrado el caso de las muertes de Ceuta, nada va a cambiar, pero aquí estoy”.
Ammari cree que es importante que los inmigrantes en Marruecos se organicen para pedir que se respeten sus derechos. Por eso, dice, es importante esta convocatoria. “Perdemos a los jóvenes en el mar, en las vallas. Son barreras que ni siquiera se construirían para los animales, y las levantan contra seres humanos, con una Europa responsable de estos crímenes. Y queremos que se movilicen para defender su causa”. Entretanto, Super se vuelve a los bosques de Nador y Musa a Tánger. Van a seguir intentándolo.