El Gobierno niega su relación con la valla de cuchillas construida por Marruecos para reforzar la frontera de Ceuta

Durante su primera visita oficial a Rabat, Fernando Grande-Marlaska garantizó que la retirada de las cuchillas en las vallas españolas se realizaría en coordinación con las autoridades marroquíes. “Es una cuestión de fronteras y las fronteras son entre dos países”, destacó el ministro de Interior. Cinco meses después, tras la confirmación de la creación de una verja de concertinas en el lado marroquí de la alambrada de Ceuta, Interior niega su relación con esta y se desentiende de lo que considera una “infraestructura” de otro país, a pesar de que su función es la de contener el flujo migratorio en la frontera española.

“Hemos hablado de que las fronteras entre los dos países no son solo de uno y esos dos países tienen que convenir adecuadamente cómo se establecen dichas fronteras y cómo deben estar estructuradas en parámetros de seguridad”, afirmó el ministro en junio de 2018, cuando aseguró haber trasladado a Marruecos su convicción de que toda solución alternativa a las concertinas implicaría “el mismo nivel de seguridad”. Cinco meses después, el Gobierno marroquí está a punto de finiquitar su propia valla envuelta del material cortante que el Ejecutivo español se ha comprometido a erradicar.

Como ha publicado este jueves eldiario.es, el nuevo obstáculo marroquí, que rodea el perímetro de los ocho kilómetros de las otras verjas existentes en Ceuta, tiene unos dos metros de altura y está formada por dos concertinas superpuestas, una encima de otra.

“Interior nunca ha opinado de posibles infraestructuras, obras o lo que sea de otros países”, se han limitado a responder fuentes oficiales de Interior, evidenciando su distancia hacia la nueva construcción marroquí en el perímetro que divide ambos países. Su argumento se contradice con la reiterada “cooperación fronteriza” de la que el Gobierno presume en cada una de las visitas oficiales o notas de prensa referentes al flujo migratorio procedente del país vecino.

En una de las más recientes, a principios de marzo, Grande-Marlaska dedicaba espacio al “fuerte compromiso” del Reino alauí con el bloqueo de las llegadas de migrantes a España. Para explicar la reducción de entradas registradas en los últimos meses, el ministro destacó “como un elemento fundamental la cooperación con Marruecos en la lucha contra las redes de tráfico de personas, el control de las fronteras y las labores de prevención destinadas a evitar las salidas de embarcaciones que intentan llegar a aguas españolas”, recoge su comunicado oficial.

“El compromiso de Marruecos es inequívoco y fundamental para asegurar el control de las fronteras”, añadió entonces, durante una visita a Melilla.

En este sentido, las relaciones bilaterales entre España y Marruecos pasan por un momento dulce tras el viaje oficial de los Reyes de España invitados por el Mohamed VI, y las múltiples visitas de los ministros del gobierno de Pedro Sánchez, especialmente de los titulares de Exteriores e Interior, Josep Borrell y Fernando Grande-Marlaska. Además, en este momento se está preparando una Reunión de Alto Nivel (RAN) programada para principios del año 2020.

El actual Ejecutivo español se ha convertido en valedor de Marruecos en Bruselas, y así lo ha vuelto a repetir Borrell en la rueda de prensa con su homólogo marroquí, Nasser Bourita, el 3 de junio en Rabat. “Ayudamos a Marruecos para enfrentarse al aumento del flujo migratorio. No es un regalo, es una cooperación, que permite a las dos partes encontrar un interés común. Las cifras -económicas de la UE a Marruecos- son insuficientes. (…) Trabajamos juntos para hacer frente al aumento de flujo migratorio dando a los migrantes las condiciones más dignas posibles en el paso y en su estancia en Marruecos”.

En este contexto de “ayuda” de España a Marruecos, el Gobierno de Sánchez ha presionado a las autoridades europeas para aumentar los fondos destinados a financiar las tareas de control migratorio del Reino marroquí. Las negociaciones empezaron a dar sus frutos a finales del pasado verano, cuando la Unión Europea se comprometió a dotar al país magrebí de 140 millones de euros con una meta: evitar las llegadas irregulares a España.

Aunque la construcción del vallado comenzó cuando España anunció la retirada de las concertinas, las autoridades marroquíes mantienen que este proyecto de refuerzo en la frontera es anterior a la llegada del PSOE al gobierno y, por tanto, al compromiso de aumento de fondos por parte de la UE.

Europa ayuda, Marruecos actúa, y España desconoce

Por un lado, el Gobierno español, sea del color que sea, suele alabar la política marroquí de control de la frontera con Ceuta y Melilla. Por otro, mientras ensalza la coordinación constante entre ambas administraciones, el Ejecutivo también tiende a desvincularse de aquellas medidas migratorias de Marruecos más cuestionadas debido a las posibles vulneraciones de derechos humanos que conllevan.

Entonces, España recurre a la estrategia de desentenderse de las políticas marroquíes en las fronteras de las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. Uno de los ejemplos más recientes lo protagoniza la secretaria de Estado para Migraciones, Consuelo Rumí. En una reunión con los corresponsales en la Embajada de España en octubre de 2018 en Rabat, aseguró desconocer dónde se encontraban las 116 personas migrantes que España devolvió a Marruecos en el salto a la valla de Ceuta en agosto de 2018, en el marco de un convenio de 1992 que no se había utilizado anteriormente.

Rumí no trató en su reuniones el tema porque “forma parte de la política interna de Marruecos”, justificó. “Nosotros no tenemos nada que añadir, ni que decir, ni que comentar sobre la política interna de un país, como nosotros hacemos la nuestra”, indicó la secretaria de Estado. A su vez, Rumí sí dejó clara la labor que le había encomendado el Gobierno marroquí: “España va a ser la voz de Marruecos en la UE”.

El de Sánchez no ha sido el único en desentenderse de determinadas políticas migratorias de Marruecos. Una de las ocasiones se remonta al año 2015. En plena crisis europea de acogida de refugiados, con la muerte del niño Aylan aún reciente, cientos de sirios acudían cada día al lado marroquí de la frontera española para alcanzar Europa. La policía marroquí negaba el paso a las personas de nacionalidad siria que solicitaban pedir asilo en el lado español.

Mientras las autoridades españolas se habían comprometido a reubicar desde Grecia e Italia a todos los refugiados acordados por la Comisión Europea y cuestionaban la posición de cierre fronterizo de Hungría, el Gobierno se despreocupaba de los obstáculos impuestos por su vecino. “Es la frontera marroquí, preferimos no meternos”, afirmaban entonces fuentes gubernamentales.

La cautela para no enfurecer al Reino alauí también influye. Las relaciones bilaterales entre España y Marruecos siempre son un asunto sensible. La equivocación de la Guardia Civil al solicitar al monarca Mohamed VI su identificación en aguas ceutíes, declaraciones sobre el conflicto del Sáhara Occidental o el anuncio de Sánchez de retirar las concertinas a su llegada al gobierno sin previo aviso a las autoridades marroquíes son algunos de los incidentes que han despertado la ira de Marruecos.