Mientras el ministro del Interior italiano, Matteo Salvini, defendía enfervorecido el cierre de sus puertos a los migrantes rescatados por el buque Aquarius, miles de ciudadanos reclamaban en las calles justo lo contrario. Durante las primeras horas, varios alcaldes comenzaron a ofrecer los puertos de sus ciudades. “Estamos preparados para acogerlos”, aseguraron, mientras las 629 personas a bordo esperaban alguna respuesta.
Es, dicen, la otra Italia. La que se opone al “cerremos los puertos” que ha enarbolado el ultraderechista Salvini en su batalla contra las ONG de rescate. Un propósito en el que se ha reafirmado este sábado: “Italia ya no quiere ser cómplice del negocio de la inmigración clandestina y, por lo tanto, deberán buscarse otros puertos (no italianos) a los que dirigirse”.
Desde la negativa de Roma a que el buque de Sos Mediterranée y Médicos Sin Fronteras desembarcara en Italia el pasado domingo, se han producido manifestaciones en casi todas las grandes ciudades del país. La iniciativa para responder en las calles comenzó a circular por las redes sociales bajo el lema de “abramos los puertos”. Se trataba de una respuesta explícita al mensaje que desde el pasado domingo ha estado utilizando Salvini en Twitter: “Cerramos los puertos”.
Apenas unas horas después de la decisión de negar un puerto seguro al Aquarius, cientos de personas se concentraron en la capital italiana frente al Ministerio de Infraestructuras, responsable último de la gestión de los puertos. Salieron a la calle con chalecos salvavidas y pancartas de diferente signo, convocadas por organizaciones sindicales y de la sociedad civil que conforman la extensa tradición solidaria que hay en el país. “El mensaje era tanto de acogida a los inmigrantes, como de advertencia a los italianos”, sostiene Giovani Lisone, portavoz de la ONG Intersos.
“Era necesario organizar una movilización de este tipo, no en contra de ninguna política, sino para dejar claro que los valores constitucionales siguen vigentes”, recalca el representante de la ONG, que lleva meses inmersa en una campaña de recogida de firmas a favor de la acogida llamada “Europa sin muros”.
En las manifestaciones también ha estado Andrea Costa, de la red Baobab Experience, para, dice, “dejar claro que el mensaje del nuevo Gobierno abre una senda muy peligrosa”. La ONG, una referencia de la red solidaria de la capital, ha brindado asistencia de primera necesidad a miles de migrantes que pasaban por Roma para proseguir su viaje hacia Europa.
La ola de protestas se ha extendido por toda Italia, con convocatorias en Bari, Palermo, Bolonia, Florencia o Turín. En Milán, más de 15.000 personas acudieron el pasado martes a una de las protestas más numerosas de las que se han producido esta semana. “Abramos los puertos, nadie es ilegal”, coreaban los asistentes, entre los que había muchos migrantes procedentes de diversos centros de acogida, según informó el diario italiano La Reppublica.
“Más del 80% de los ciudadanos no votó a Salvini”
Entre las miles de personas que salieron a la calle en Milán, estaba Rosella Miccio, presidenta de la ONG Emergency. “Italia es un país asociado a la migración, más de 25 millones de italianos abandonaron su país el siglo pasado y todavía hoy lo siguen haciendo nuestros jóvenes”, remarca. La organización, con grupos de voluntarios repartidos por todo el país, promete que seguirán las movilizaciones.
“De repente parece que todo el mundo se ha echado en brazos de Salvini, pero recordemos que solo el 17% de la gente le votó en las últimas elecciones generales. Es decir, hay un 83% de los ciudadanos que en principio no se sienten representados con sus políticas”, opina Miccio.
El pasado domingo, coincidiendo con el inicio de la crisis del Aquarius, se celebraron elecciones municipales en más de 700 ayuntamientos de Italia. Y la Liga, el partido de Salvini, obtuvo los mejores resultados en coalición con otras formaciones derechistas, demostrando que su mensaje sí ha calado en buena parte de la sociedad.
Al margen de las políticas xenófobas que plantea el también vicepresidente del Gobierno, buena parte de los italianos coincide en que la Unión Europea “ha dejado solo” a su país en estos últimos años en los que miles de personas han llegado a los puertos. Para Andrea Costa, también el anterior Ejecutivo italiano, de carácter socialdemócrata, “trató la inmigración como una emergencia, endureció su política y transmitió miedo, por lo que la sociedad terminó por votar a quien defiende todo esto con más vehemencia”.
El actual socio de gobierno de la Liga, el Movimiento 5 Estrellas (M5E), hace tiempo que asumió estos postulados pensando que así captarían el voto de una clase empobrecida enarbolando la ‘amenaza’ de un colectivo aún más vulnerable como la población migrantes.
Fue significativo que el pasado domingo varios alcaldes se ofrecieran abrir sus puertos a los rescatados por el Aquarius. Se sumaron a la propuesta los primeros ediles de ciudades como Nápoles, Palermo, Messina, Reggio Calabria o Livorno. Este último, Filippo Nogarin, del M5E, se enfrentaba así a la línea oficial que había marcado su partido. Incluso escribió un post crítico en Facebook, que después tuvo que borrar, para no abrir una grieta interna en público.
Mientras, el alcalde de Nápoles, Luigi Di Magistris, representante de una lista ciudadana y muy cercano a Ada Colau y Pablo Iglesias, se ha destacado como el nuevo adalid de una nueva izquierda italiana que trata de renovar el discurso progresista. La defensa de la acogida basada en un principio humanitario es uno de los puntos básicos de su cruzada contra el viento xenófobo.
Pero no son los primeros dirigentes que piden una respuesta contra las tragedias que se producen a los pies de Italia. “¿Cuán grande tiene que ser el cementerio de mi isla?”, se preguntaba la alcaldesa de Lampedusa, Giusi Nicolini, en febrero de 2013, en una carta en la que pedía ayuda a la Unión Europea.
Italia ha alojado en su territorio a más de 600.000 migrantes en los últimos cuatro años. Y los ejemplos de solidaridad son innumerables. Desde los pescadores de Lampedusa, el trabajo de su guardia costera o la acogida en centros civiles y religiosos. “Nuestro país no se ha destacado nunca por la unidad, más bien hemos estado casi siempre divididos, pero que no parezca que no existe una sociedad abierta porque sería faltar a la verdad”, resume el portavoz de Intersos.