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ANÁLISIS

Algunas claves para el despegue de la juventud africana, el motor del continente (y del mundo)

Boda en el suburbio de Kibera (Nairobi, Kenia)

Gemma Solés i Coll

Girona —

Con una edad media de solo 19 años, África es, de largo, el continente más joven del mundo. La juventud representa el 60% del total de su población. Y la ONU estima que para el año 2050 albergará a 830 millones de menores de 35 años.

Si se tratara de cualquier otra región del mundo, se considerarían buenas noticias. Sin embargo, las imágenes de jóvenes africanos arriesgando sus vidas en el Mediterráneo, empujados por la pobreza o los conflictos en sus hogares y atraídos por la esperanza de tener empleos dignos en el extranjero, alimentan una narrativa recalcitrante sobre la juventud africana.

Pero los expertos coinciden: los jóvenes del continente podrían ser la clave no solo para el avance de África, también para el sistema de bienestar de los países ricos. Así, no es exagerado afirmar que el futuro de todos se encuentra en manos de esta generación joven y dinámica de africanos y africanas.

En el último Foro Económico Africano, celebrado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Yibuti el pasado julio, se hizo hincapié en la idea de que la juventud es el eje indiscutible para el desarrollo del continente africano. Pero uno de los mayores desafíos que enfrentan los Gobiernos y los formuladores de políticas en África hoy es cómo proporcionar oportunidades para que los más de 200 millones de jóvenes africanos puedan tener vidas dignas y contribuir al crecimiento económico en sus países.

Sobre ello reflexiona el nigeriano Ayodele Odusola, economista jefe de la Oficina Regional de África del PNUD, en una entrevista con este diario. “El punto de partida para transformar a los jóvenes de África es proporcionarles espacios seguros”, explica desde Nueva York.

“Los espacios digitales permiten a los jóvenes conectarse virtualmente en red e interactuar; los espacios económicos, adquirir conocimientos, habilidades vocacionales y empresariales; los espacios sociales brindan oportunidades para participar en servicios deportivos, civiles y comunitarios; los espacios físicos promueven la acogida de grupos vulnerables y marginados; y los espacios políticos fortalecen las voces, la participación y la representación en las decisiones públicas. La combinación de todos ellos crea resultados de desarrollo incluyentes y sostenibles que se refuerzan mutuamente”, prosigue.

La energía, el entusiasmo, la innovación y el dinamismo de la juventud son activos que pueden ser aprovechados para el desarrollo de África con políticas apropiadas que se ocupen adecuadamente de los problemas que enfrentan. Como explica un informe reciente de Africa Growths Initiative, es crucial afrontar los principales desafíos que enfrentan los jóvenes africanos para el desarrollo económico del continente.

Odusola considera que invertir en la empleabilidad de los jóvenes de África y promover el espíritu empresarial es clave para ello: “Capacitar a los jóvenes para que se conviertan en trabajadores cualificados y empleadores de mano de obra, se conviertan en innovadores y sean los que toman las decisiones públicas es esencial”.

“Las tecnologías de comunicación es el sector más atractivo para los jóvenes. Crear oportunidades para que participen plenamente en la revolución digital y de las TIC, priorizando la ciencia, la tecnología y la innovación en el sistema educativo, y proporcionando espacios de coworking, centros de incubación, plataformas y laboratorios tecnológicos, es ineludible para su logro. Invertir en avanzar en robótica, inteligencia artificial o la biotecnología es vital”, añade.

Sin embargo, sigue habiendo una gran brecha en la capacidad de investigación de África en comparación con el resto del mundo en todas las disciplinas científicas. “Solo Egipto, Sudáfrica, Marruecos y Nigeria se encuentran entre los 56 países del mundo que gastaron al menos 1.000 millones de dólares en I+D. Si bien la juventud de África no puede participar en la cuarta revolución industrial (TIC), los agronegocios (agricultura climáticamente inteligente) ofrecen oportunidades para millones de trabajos decentes. Sin embargo, esto no puede suceder a menos que la agricultura se modernice”, explica el experto.

Para ello, Odusola cree que África “debe dejar de exportar productos primarios (agricultura, petróleo, gas y metales) que son sinónimos de la exportación de empleos africanos. Desarrollar cadenas de valor locales, nacionales y regionales es la clave para crear empleos para los jóvenes. Promover políticas e instituciones que fomenten el crecimiento de las micro, pequeñas y medianas empresas es clave para proporcionar a los jóvenes empleos decentes”, dice. “Invertir en zonas económicas especiales como agrupaciones industriales, como Etiopía; polos agrícolas, como Marruecos, Ghana y Nigeria, y corredores agrícolas como Maputo, podría liberar potencial para que los jóvenes transformen sus economías”, agrega.

Educación, la asignatura pendiente

A pesar de que el continente africano ha logrado grandes avances en los niveles de educación, la calidad de sus sistemas educativos todavía requiere muchas mejoras. Según el último informe del Banco Africano de Desarrollo, alrededor del 42% de los jóvenes trabajadores de África viven con menos de 2 dólares diarios. Muchos jóvenes africanos carecen de las habilidades técnicas y de gestión para tener éxito en el mercado laboral, con solo un 10,5% de los estudiantes de secundaria inscritos en programas vocacionales –aquellos que les preparan para el mundo laboral– que, a menudo, están insuficientemente financiados.

Por otra parte, el matrimonio adolescente sigue siendo un problema común, con un mínimo del 10% de menores de edad casadas en Burundi y un máximo del 45% en Chad según datos de la OCDE. Los expertos creen que las políticas de salud centradas en el acceso a los métodos anticonceptivos y el aumento de la educación podrían mejorar los datos de escolarización y permitir una mayor formación de los futuros trabajadores.

Aunque cualquier política enfocada a mejorar los niveles de educación de los jóvenes siempre deberá ir de la mano de la formación de empleos, los datos muestran que aún y siendo graduados, los jóvenes africanos son víctimas de una flagrante falta de correspondencia entre la capacitación y el ámbito laboral.

“Apoyar a los Gobiernos en la formación profesional de los jóvenes es una prioridad importante para nosotros. Un ejemplo es el Programa Nacional para la Integración Socioeconómica de los Jóvenes en Guinea”, cuenta Odusola. Además, el organismo de Naciones Unidas para el Desarrollo también invierte parte de sus esfuerzos en apoyar iniciativas empresariales. “Un ejemplo sería la iniciativa ruandesa Youth Connekt, que ha conectado a cuatro millones de jóvenes, creado 4.000 empleos no agrícolas y desarrollado 450 nuevas empresas en cinco años. O la Iniciativa Songhai que desde Benín marca el ritmo de la agricultura climáticamente inteligente”, relata.

El impacto de las migraciones

Según el Banco Africano de Desarrollo, entre 10 y 12 millones de personas se unen a la fuerza laboral africana cada año, sin embargo, el continente genera solo 3,7 millones de empleos anuales. Los altos niveles de desempleo juvenil en el continente hacen que haya una mayor propensión a migrar entre los jóvenes, como lo demuestra el hecho de que África tiene la menor media de edad de los migrantes en el mundo.

Además, solo el 17% de los jóvenes que trabajan son empleados a tiempo completo, según datos de este organismo. Con el rápido crecimiento de la población, que genera una enorme presión sobre los recursos ambientales, también hay quien demanda medidas urgentes para que la juventud sea clave de la sostenibilidad. En la próxima década se estima que, anualmente, unos 29 millones de jóvenes africanos cumplirán 16 años. Sin oportunidades accesibles para un trabajo decente en los lugares de origen, la dinámica migratoria para encontrar un empleo seguirá en aumento. Según algunas estimaciones, más de medio millón de personas procedentes de África migraron hacia países de la UE entre 2013 y 2016.

“En el contexto del envejecimiento de la población en la mayoría de las demás regiones del mundo, la población joven y en crecimiento de África constituye un formidable mercado y motor de crecimiento, tanto para África, como para el mundo en general. Se predice que la población de África se cuadruplicará de 1.190 millones en 2015 a 4.390 millones en 2100, lo que representará el 39,12% de la población mundial”, indica el experto del PNUD.

“Maximizar este tamaño demográfico abrumador requiere una inversión activa en los jóvenes a través de una educación de calidad, desarrollo vocacional y de liderazgo y participación activa. Una juventud africana empoderada puede convertirse en trabajadores globales, gerentes de compañías multinacionales, facilitadores de la transformación estructural, impulsores principales de las remesas y un mercado formidable que puede acelerar la demanda y la producción. Esto no se puede lograr sin crear un entorno propicio que haga prosperar a las empresas y que sea compatible con la cohesión social y la estabilidad política”, asevera Odusola.

El Informe sobre Desarrollo Económico en África 2018, publicado recientemente por la Conferencia de la ONU sobre Comercio y Desarrollo, explica cómo los flujos de migración africana se producen mayoritariamente dentro del propio continente. A pesar de que las migraciones africanas tienen un gran valor económico para los países emisores, el presidente del Banco Africano de Desarrollo, Akinwumi Adesina, reconocía hace escasas semanas: “El futuro de la juventud de África no radica en la migración a Europa, sino en una África próspera”.

El aumento de los niveles de migración hacia Occidente y al sur de África está vinculado directamente a la demanda de mano de obra en los principales centros económicos, ya que el envejecimiento demográfico en muchas economías occidentales y asiáticas hace que haya una mayor demanda de mano de obra cualificada de las regiones con poblaciones más jóvenes.

Según el Banco Mundial, se calcula que, en 2018, los africanos que trabajan fuera del continente enviarán alrededor de 40.000 millones de dólares a sus países de origen. Entre los mayores receptores de remesas en 2017 se encontraron Nigeria (21.900 millones de dólares), Senegal y Ghana (2.200 millones cada uno). Para otros países, las remesas representaron el año pasado una parte importante del Producto Interior Bruto, como es el caso de Liberia (27%), Gambia (21%) y Comoras (21%).

“En 2016, las remesas (66.200 millones de dólares) excedieron la inversión extranjera directa (56.500 millones). Y creció alrededor de un 11% en 2017, con Nigeria y Egipto encabezando la lista. Las remesas, si se dirigen a actividades productivas, representan una fuente de financiamiento cada vez más importante para el desarrollo sostenible”, relata el economista.

“Etiopía, que utilizó principalmente bonos de la diáspora para financiar la construcción de la presa del Gran Renacimiento de Etiopía, valorada en 4.800 millones de dólares, es un buen ejemplo del uso de las remesas para financiar los ODS”, ejemplifica. Se prevé que el gasto del consumidor en África alcance los 1.400 millones de dólares en los próximos tres años gracias a la llegada de flujos económicos desde el extranjero y también a la creación de empleos dentro del continente.

Los jóvenes urbanos, clave en el futuro

El éxodo rural y el propio crecimiento natural de la población urbana ha provocado que las ciudades africanas se vean cada vez más afectadas por una masa creciente de juventud desempleada, que halla su hogar en barrios informales y empobrecidos de las periferias urbanas. A pesar de todos los desafíos que estas bolsas de pobreza representan para el continente, esta juventud urbana también podría ser catalizadora del desarrollo si las políticas de gobiernos regionales, nacionales y supranacionales se dirigen hacia la mejora de sus oportunidades.

“La urbanización africana no solo se caracteriza por el aumento de la pobreza urbana, sino que también está asociada a la desindustrialización. Las ciudades sostenibles exigen una planificación urbana sólida, una prestación de servicios eficaz y una gobernanza multinivel, como la descentralización, que se basa en la transparencia y la rendición de cuentas. La urbanización de África no va acompañada de la prosperidad de la ciudad, como las mejoras en la infraestructura, la inclusión social, la calidad ambiental, los gobiernos y la calidad de vida”, reconoce Odusola.

De nuevo, y a pesar de los desafíos, algunas ciudades africanas ya han mostrado que la tendencia es generar empleos para los jóvenes mejor formados a través de la inversión en el sector de las TIC. No es casual que empresas como Facebook o Google hayan penetrado rápidamente en las economías africanas, y es fácil ver cómo las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) están facilitando el proceso. Algunas de las principales economías africanas están basándose en el conocimiento y la sociedad de la información. Es el caso de la nueva agenda de urbanización de Ruanda, la Ciudad de la innovación de Kigali, centrada en la transformación digital: producir servicios electrónicos y TIC para su agricultura y minerales o sus sistemas centrales de alcantarillado.

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