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Tailandia, el falso paraíso LGTBI que no quiere usar la palabra matrimonio

Una mujer delante de una pared llena de fotos de parejas homosexuales en la Conferencia Internacional de Estudios Homosexuales Asiáticos en Bangkok, Tailandia.

Laura Villadiego

Bangkok (Tailandia) —

Nada Chaiyajit nunca pensó que, tras haber aprobado todas las asignaturas de Derecho que estaba cursando en una universidad en una provincia de Tailandia, tendría otra batalla por delante para conseguir un papel que reconociera su título. La fotografía con la que lo había solicitado fue el principal problema: Nada aparecía con el pelo largo y suelto y un atuendo femenino, a pesar de que su carnet identidad indicaba que había nacido hombre.

“No tenemos protección legal cuando se refiere al reconocimiento (de nuestra identidad sexual)”, explica la activista transexual a eldiario.es. “Incluso si te operas para cambiarte de sexo, tu identidad y tus documentos oficiales se mantendrán como cuando naciste”.

Los problemas a los que se enfrentó Nada chocan con la imagen de la que goza Tailandia, según la cual es un paraíso para la comunidad LGBTIQ. Una idea extendida gracias a sus fiestas, los reclamos publicitarios para atraer a turistas y a la numerosa presencia de personas transexuales en la industria del entretenimiento. No en vano, Bangkok, la capital de Tailandia, se cuela a menudo entre los mejores destinos para turistas LGBTIQ en encuestas a viajeros o listas en páginas web.

Esta imagen de tolerancia ha vuelto a proyectarse al mundo después de que el Gobierno militar aprobara la semana pasada una ley que podría convertir a Tailandia en el primer país asiático en reconocer las uniones civiles de parejas del mismo sexo. Pero, como Nada, muchas personas siguen enfrentándose a diario a la discriminación por su identidad de género o su orientación sexual.

“Fuera se puede pensar que Tailandia es un lugar muy abierto en el que puedes expresar tu identidad de género si eres LGBTQI. Pero en realidad, nos resulta muy difícil expresar nuestra identidad porque no tenemos apoyo legal”, dice la también activista transgénero Kath Khangpiboon.

La ley tailandesa solo reconoce como identidades de género la masculina y la femenina, y no permite a personas del mismo sexo formar familias, adoptar o casarse. Según Kath, esta discriminación, unida a las percepciones negativas que hay en la sociedad tailandesa, relega a la comunidad LGBTIQ a roles sociales limitados y socava sus opciones laborales. “Tienen prejuicios hacia los LGBTBIQ y piensan que no son de fiar y que no pueden hacer trabajos complejos”, asegura Kath, quien es también profesora en la prestigiosa Universidad de Thammasat.

Según un informe del Banco Mundial publicado el pasado mes de marzo, en Tailandia “la discriminación prevalece cuando las personas LGTBIQ buscan trabajo, (intentan) acceder a la educación y a los servicios de salud, compran y alquilan propiedades, o buscan protección legal”.

Sin embargo, durante los últimos años, la larga lucha de los activistas LGTBIQ, que se remonta a los años 80, ha dado sus frutos. En 2015, el Gobierno aprobó una ley de igualdad de género por la que se prohibía que cualquier organismo público aprobara leyes, regulaciones o decisiones que discriminaran por motivos de género. Esa ley fue la que permitió a Nada denunciar a su universidad y obtener su título sin necesidad de cambiar su fotografía cuando el comité de género consideró que había sido discriminada por su apariencia.

Kath, quien fue despedida de Thammasat tras publicar una foto en la red social Instagram de un pintalabios con forma de pene, también ganó el pasado mes de marzo la demanda contra su universidad y tuvo que ser restituida. “Está claro que fue por mi identidad de género, porque nunca habían cuestionado la actividad en redes sociales de otros profesores, y el tribunal lo reconoció así”, asegura Kath.

Ambos casos sientan precedentes legales que servirán como modelo para futuras demandas que puedan presentarse. “Tras mi caso, varios alumnos y alumnas más han pedido que se les reconozcan sus títulos con el género con el que se identifican”, defiende Nada.

Críticas a la nueva ley

Tailandia podría dar además otro paso en positivo este nuevo año que entra, si la ley que acaba de aprobar el Gobierno para reconocer las uniones civiles entre personas del mismo sexo también es respaldada por la Asamblea Nacional. Se trata de un trámite sencillo, puesto que la Asamblea fue elegida a dedo por la junta militar que gobierna el país desde el golpe de Estado de mayo de 2014.

La ley reconoce algunos derechos básicos a las parejas no heterosexuales, como los derechos de sucesión y algunos derechos económicos conjuntos. Sin embargo, la mayoría de los defensores LGTBIQ ven en esta nueva unión civil una victoria pírrica que les concede nuevos derechos, pero que puede dificultar su camino a la hora de conseguir que se les reconozcan las mismas condiciones que a los matrimonios convencionales, asegura la histórica activista Matcha Phorn-in. “Necesitamos que haya inclusión de los LGTBIQ y no que tengamos una ley separada que cree ciudadanos de segunda clase”, afirma.

Así, el matrimonio está regulado por el Código Civil tailandés, cuya modificación es compleja, por lo que el Gobierno ha optado por un atajo legislativo creando otra ley, explica Anjana Suvarnananda, fundadora de la Fundación Anjaree, el grupo de defensa de los derechos de los LGTBIQ más antiguo del país. “Va a ser la primera ley que va a discriminar de forma explícita a los LGTB. Hasta ahora, en la ley no se nos menciona”, afirma la activista. Uno de los principales objetivos sería atraer a los votantes que apoyan estos derechos en las próximas elecciones, a finales de febrero.

Para Anjana, el principal problema de crear una ley separada es que la aplicación no será automática, puesto las administraciones tendrán que crear reglamentos en vez de poder utilizar los que ya existen para las parejas heterosexuales. “Es posible que tengamos que entrar en largos y costosos procesos judiciales para ver nuestros derechos reconocidos”, asegura. La ley tampoco incluirá el derecho a la adopción, ni siquiera de los hijos biológicos de los miembros de la pareja, o a los ayudas sociales compartidas.

No obstante, los propios activistas habían redactado un modelo de ley al Gobierno que habían remitido al Gobierno para que le sirviera de ejemplo el pasado mes de julio, explica Nada. “La ley que han aprobado es básicamente la propuesta que nosotros les hicimos pero eliminando las partes más importantes”, asevera Nada

A pesar de la oposición de los activistas, Kath reconoce que la comunidad LGBTIQ en general ha recibido la noticia de forma positiva. “Para muchos es el primer paso hacia el reconocimiento total de los derechos de matrimonio”, sostiene. “Pero para nosotras, no está tan claro que se vaya a conseguir en un futuro cercano”.

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